IDEA VILARIÑO
ESENCIAL Y DESESPERADA
por Elena Poniatowska
(reportaje recuperado de “La Jornada
Semanal”, núm. 492, 2004)
PRIMERA ENTREGA
¡En Montevideo hice dos visitas importantes, una al admirable general
Liber Seregni que pasó tantos años en la cárcel, otra a Idea Vilariño a quien
Juan Carlos Onetti le dedicó Los adioses y cuya obra conocí porque la
actriz Susana Alexander recitaba en escuelas y teatros un poema ("Ya
no") que nos hacía llorar:
“Ya no será / ya no / no viviremos juntos /
no criaré a tu hijo / no coseré tu ropa / no te besaré al irme / nunca sabrás
quién fui / por qué me amaron otros. / No llegaré a saber / por qué / ni cómo
/ nunca / ni si era de verdad / lo que dijiste que era / ni quién fuiste / ni
qué fui para ti / ni cómo hubiera sido / vivir juntos / querernos /
esperarnos / estar.
Ya no soy más que yo / para siempre y tú ya no serás / para mí / más que tú.
/ Ya no estás / en un día futuro / no sabré donde vives / con quién / ni si
te acuerdas. / No me abrazarás como esa noche / nunca. / No volveré a
tocarte. / No te veré morir”.
Idéntica a su poesía, bella y triste, encontré a Idea Vilariño sola en su
departamento de Anzani 2129 donde vive con su hermana llamada Poema. Idea y
Poema son sus nombres de pila porque así las llamó su padre, el anarquista
Leandro Vilariño, poeta injustamente olvidado que tenía una calera en la
calle de Justicia en Montevideo. Los cinco hijos se llamaron Alma, Azul,
(hermano), Idea, Poema y Numen, el más pequeño y un muy destacado pianista.
Además de escuchar música y de adentrarse en la literatura clásica, el padre
les leía su propia poesía, la de Almafuerte, Herrera y Reissig, y Darío. Don
Leandro tenía un oído infalible y podía reconocer la métrica de un poema
aunque la ocultara su composición gráfica. Idea estudió piano pero lo que más
le gustó fue el violín al que le dedicó diecisiete años.
Idea se sentó frente a mí, frágil,
retraída, delgada, muy bien peinada y supongo que escogió su sillón favorito
e iniciamos en la penumbra una entrevista desencantada, quizá la misma que ha
dado a lo largo de su vida, la única, la de la única respuesta porque Idea no
concede entrevistas ni es protagonista de nada, ni siquiera de sí misma. Su
gran amiga Ana Inés Larre Borges (que preparaba un libro hermoso sobre ella)
me había contado cómo Idea sobrellevaba los problemas de la vida cotidiana
(en Uruguay el salario mínimo es de cuarenta dólares al mes) y los de su
creación literaria, es decir, su alta poesía que inició de niña como un
servicio a sus compañeras de clase porque al igual que nuestra Rosario
Castellanos, Idea hacía poemas de amor que las quinceañeras entregaban a sus
enamorados como si fueran propios. Esta Cyrana de Bergerac tempranera nunca
se dio cuenta de su talento y tampoco creyó en él. Creyó en cambio en el
sinsentido de la vida, en la muerte que crece junto a nosotros, en su mundo
sin Dios, en el fracaso del amor y la belleza, la desolada inutilidad de todo
esfuerzo. "En la arena caliente, temblante de blancura / cada uno es un
fruto madurando su muerte."
La suplicante
“¿Idea, cómo has vivido
la poesía a lo largo de tu vida?”
En el único reportaje que consentí en publicar hasta ahora, le
recuerdo a Mario Benedetti que hacía versos antes de saber escribirlos, antes
de mis seis años. En esa casa se oía música, mucha ópera; mi padre, un fino
poeta, nos decía a menudo -aunque supongo que esto fue algo después- poemas suyos o de
otros. Pero lo que yo hice hasta la adolescencia no se parecía a nada de lo
que escuché. No se me ocurría remedar, no asimilaba nada de aquello, no
aprendía ni siquiera de los que más me gustaban: Juan Ramón, Darío, José Asunción
Silva. Las pocas cosas que recuerdo de aquella niña analfabeta eran estrofas
breves e ingenuas, que no decían nada mío; malas, pero perfectamente medidas
y rimadas, aunque yo no supiera qué era eso. No las decía. Tampoco mostraba
las de mis diez, doce años, aunque en casa ya sabían que
"escribía". Creo que las cosas cambiaron a mis quince o dieciséis
años.
“¿Por qué?”
A los once años me quedé mirando en un espejo mis ojos serios,
adultos. Fue una conmoción profunda saber que estaba ahí, persona, no niña.
Como estoy hoy. Los ojos siguen estando. Simplemente, hubo zonas que al ser
tocadas se pusieron a vivir. Pero siempre supe todo. Se fueron sumando vida,
madurez; el mundo fue cambiando.
“¿Tu padre?”
Mi padre era un poeta y un gran conocedor de formas y de ritmos. Y tal
vez el mejor lector de poemas que conocí: hacía oír también el sonido, los
acentos. Ambas condiciones fueron una buena escuela desde temprano. Por otra
parte diría que tengo algo de eso que llaman "espíritu científico"
porque pensaba dedicarme a la investigación científica. Quise saber qué
pasaba con los versos. Perdí mucho tiempo leyendo acerca de sáficos y
anapésticos, de rimas femeninas y masculinas. Luego di con Servien y su
método y, aunque él mismo no lo había desarrollado, fue lo que yo estaba
buscando. Permite un estudio de los ritmos casi infinito y para mí
apasionante. Es lo que sé hacer mejor. Alguna vez le dije a Ruffinelli que,
si hoy no hubiera otras cosas más urgentes en qué trabajar, habría que
pagarme para que me encerrara a trabajar en eso. Tal vez no importa
demasiado; hoy importan más, y con sobradas razones, otras zonas del quehacer
artístico. Sea como sea, a mí la poesía me interesa sobremanera.
Habría que decir que Idea Vilariño es considerada según Natalia
Gianini como la voz de toda una generación de resistencia a la dictadura.
Escribió la canción de protesta más querida, "Los Orientales", y a
menudo sale reseñada en programas televisivos y en periódicos con Mario
Benedetti, sobre todo por su poesía de carácter político. Sin embargo, ella
misma ha dicho que la poesía no tiene nada que ver con la política. En el
documental "Idea" de 1997, dirigido por Mario Jacob, Idea Vilariño
comenta que detesta gran parte de lo que se llama poesía y declara que
"Dios es un problema que no existe". Para ella la verdad última se
encuentra en uno de sus poemas titulado: "Es negro". "Es negro
para siempre / las estrellas, los soles y las lunas / y pingajos de luz
diversos / con pequeños errores / suciedad pasajera / en la negrura
espléndida / sin tiempo / silenciosa." Su actitud recalcitrante le ha
dado su fuerza pero también su debilidad.
“¿Y la poesía, Idea?”, pregunto por no
dejar y porque en 1994 Cal y Canto publicó su “Poesía completa” con sus poemas de los veinte años que tienen la misma visión sombría
de sus “Nocturnos” y de “No” y contienen ya la esencia de su poesía
adulta. "El amor no es más que un pozo de agua oscura, / los astros sólo
son barro que brilla, / el amor, sueño, glándulas, locura, / la noche no es
azul, es amarilla."
Atada al mástil
"Mi poesía soy yo"
“¿Entonces qué es para ti la poesía?”
No sé cómo decirte qué es la poesía para mí. Es una forma de ser, de
mi ser. Todo lo demás de mi vida son accidentes. Pude ser profesora o no.
Sola o no. Música o no. Traductora de Shakespeare o no. Estudiosa de la
prosodia o no. Todas las cosas que amé y que realicé en la medida que pude.
La poesía no fue accidental. Mi poesía soy yo. Por eso no me interesaba
publicar; es más, deseé no haber publicado nunca (hay poemas que jamás
mostré). Escribir era otro asunto. Era, como te decía, compulsivo. Salvo las
cosas políticas, y alguna carta, nunca escribí pensando que alguien lo
leyera. Lo que decía era privadísimo y no buscaba llegar a otro, comunicar.
Publicar fue tan contradictorio, tan poco coherente como seguir viviendo
cuando sabía, y cómo, cuando pensaba lo que pensaba del hecho de vivir. Esas
incoherencias fueron difíciles de sobrellevar. A esta altura ya nada importa.
Empecé a hacer versos antes de saber escribir. Tonterías, pero muy
cantables. Me parecían admirables los poemas de mi padre. De sobremesa le
pedíamos que dijese nuestros favoritos. Julio Herrera: "Junio, el rey
más blanco, blanco néctar bebe / bebe blanca nieve; nieve blanca
harina..." ¡Almafuerte! Darío: "El olímpico cisne de
nieve...", "Margarita, está linda la mar..." A los diez años
ya me sabía de memoria el larguísimo "Los motivos del lobo", de
Darío, pero por mi timidez jamás me habría atrevido a decirlo en público.
Pero no creo que hubiera muchos rastros de todo eso en mis malos poemas de
entonces ni en los de mi primera adolescencia. Escribir era un acto privado y
ni se me ocurría decir lo de otros o mejorar las cosas acordándome de lo que
hacían. Si no tal vez lo hubiera hecho mejor.
Tampoco vi en otras admiraciones que vinieron después ejemplos sino
coincidencias en las vivencias. Verlaine: "Qu´as tu fait, ó toi que
voilá, / pleurant sans cesse, / dis, qu´as tu fait, toi que voilá / de ta
jeunesse?". Zonas de Hugo, de Mallarmé, de Leconte de L´Isle: "Moi,
je t´envie au fond du tombeau calme et noir / d´etre affranchi de vivre et de
ne plus avoir / la honte de penser ni l´horreur d´être un homme." Y Aleixandre y
Neruda y Jorge Guillén y los descubrimientos de Quevedo y Yeats y de Vallejo,
que leí muy tarde. Y no habría que hablar sólo de los poetas. Supongo que es
la historia de todos; supongo que todos nos modifican en alguna medida pero
en zonas poco detectables. Tal vez rompen los ojos, pero no veo en mis cosas
influencias claras de lo que más me importó. Escribir siguió lo más privado,
auténtico, desgarrado mío, desligado, por otra parte, como acto creador, de
toda voluntad o actitud "literaria". Lo que sabía y lo que hubiera
incorporado ya eran yo. ¿Yo?
Hubo cuatro libros que seguramente me hicieron algo, y son cuatro
antologías que llegaron, me parece ahora, en un momento clave: las de poesía
española de Domenchina, y las de poesía uruguaya de Zum Felde y de Brughetti.
De esta última recuerdo ahora los impactos de Vicente Basso Maglio y del
primer Juan Cunha.
"Uruguay y América Latina me importan entrañablemente"
“¿Qué América Latina? ¿Qué Uruguay?”
Qué América Latina, qué Uruguay. Están entre las cosas que me importan
entrañablemente, como aquellas de publicar sin querer publicar, de vivir sin
querer vivir. Están por un lado el amor, la congoja, la esperanza a veces, cuánta,
el imperativo moral que me llevan a ayudar, a actuar y, por otro, el
escepticismo, el descreimiento. Uno de mis poemas comienza así: "Por qué
no volará en cien mil pedazos / esta escoria volante este puñado / de tierra
y de dolor / aire y basura." Otro termina así: "este amor
desgarrado por el mundo / esta diaria constante despedida." Y ambos son
verdad. ¿Cómo puedo explicarte estas contradicciones?
“Antonio Muñoz Molina escribió que ‘Poemas de amor’ es un libro con argumento, con principio
y fin, con episodios. "No creo que una novela con toda su retórica,
pueda ofrecer una imagen más completa de una pasión. ¿Cómo definirías tu
propia poesía dentro del contexto de América Latina?”.
Definirla no sé. Es una pregunta extraordinariamente difícil. Soy una
cruel lectora. A veces pienso que detesto la poesía, por lo menos cuando no
se trata de los grandes fulgores de belleza, del canto serio. Tengo un
implacable rigor conmigo misma cuando escribo, tal vez por eso no tengo que
corregir después. Y lo tengo para los otros. Puedo equivocarme como el que
más, aunque no lo creo; piso con tanta seguridad en ese terreno.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario