CUATRO
POEMAS DE SANTIAGO BARCELLOS
Santiago Barcellos (Uruguay, 1977) es uno
de los integrantes fundadores del colectivo multimedia Buceo Invisible. En el final de la década del 90
integró el Taller Literario
Universo junto a Álvaro Bassi, otro histórico del grupo. Es perfomer
multimediático y escribe poesía y textos para ser cantados. El viernes 20 de
julio participará como invitado, junto a Diego Presa y
Leonardo de León, en el tercer recital
del ciclo de música y poesía Rumor de hipnótico
concierto, que organizan Pocitos
Libros y Vitanova producciones.
BEETHOVEN
Los músicos de la Corte se alborotan
el piano de Beethoven esta
desafinado.
Él esta completamente sordo
parece una mujer pariendo con los
ojos cerrados.
Siente la música naciendo adentro
suyo,
imagina un prado verde
donde las ramas de los árboles
se incrustan en las nubes
un silencio sin tiempo
la vuelta al principio.
No existen las miradas
ni los gestos de los notables
la música se le escapa por el
pecho
a su lado el violinista conmovido
escucha la música perfecta que
llega desde el cielo.
VEINTE
AÑOS
Pasaron veinte años
la muerte nos dibuja en los ojos 3
caminos
Uno es un valle de mármol
pájaros de bronce con las alas
cerradas
que cristalizan los ojos hasta el
hielo.
El segundo es un viaje de vuelta,
profundo como el fondo del océano
para descubrir que la vida nos
mira con vergüenza,
donde todo esta girando
pájaros de humo cayendo de ojos
abiertos en lo oscuro.
La tercera son almas sin piel que
se vuelven brasas y luego viento y luego sal
para nuestros ojos ciegos de ver la
luz.
No hay despedida.
Sólo salimos de la
sombra hacia la lluvia
Sólo naufragamos en el
reverso de nuestra historia.
No hay despedida
posible
sólo un pájaro incendiando el
horizonte
hasta que un día
lleguemos con los ojos
cerrados
a la frontera.
El que junta cenizas sobre el corazón
pone una piedra de hielo en cada ojo.
Para poder mirar sin dolor
mientras todo se incendia.
IV
Desde los ojos de una foto
veo caer pedazos de canciones
que en otro tiempo eran lagrimas
o recordatorio de ese aliento que nos acaricia
cuando todo dormía alrededor.
En el cuento una comadreja arrinconada
en una habitación a oscuras
nos miraba a los ojos.
Nosotros le llevábamos comida
para no sentirnos solos.
Éramos notoriamente más jóvenes
las mismas fibras unían los musculos
a ese pedazo de tierra que ahora viaja
como un satélite adentro nuestro.
Pájaros que llevando
caracoles rotos a la orilla
anuncian nuestras ganas de gritar / porque se oscurece el
cielo
y a nuestro alrededor desfilan títeres aplastados
volviendo a casa
y nos sentimos lejos.
¿había otro lugar esperando?
en qué parte del viaje nos dimos cuenta
que teníamos en las manos y en la cara
los signos de nuestra propia cultura devastada
¿había un sol manchado
por algo que no podíamos entender ?
algo que se enroscaba
como una serpiente en nuestra sombra y oscureciendo brillaba.
nos acaricia por dentro
y nuestro vecino hace un guiso de vidrio picado
pero en su cabeza siguen ladrando los perros
Será por no levantar la mirada
si el universo se mueve distinto que nuestros pobres gestos
La comadreja lleva adentro siete crías
que son como siete luces en el techo agujereado.
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