JOHN DONNE (1572 – 1631)
DEVOCIONES
(versión y prólogo de Alberto Girri)
QUINTA ENTREGA
VI
Metult
El médico tiene miedo
Observo al médico con la misma diligencia que él a la enfermedad; veo
que tiene miedo, y yo me atemorizo con él; le doy alcance, le excedo en su
miedo, y voy más rápido, porque él va con paso mesurado; temo más porque él
enmascara su miedo, y lo veo con más perspicacia porque él no quisiera que yo
lo vea. Él sabe que su miedo no perturba la práctica y el ejercicio de su arte,
pero sabe que mi miedo puede perturbar el efecto y la obra de su práctica. Así
como las afecciones dañinas del bazo se complican, y se mezclan con cada
enfermedad del cuerpo, y el miedo se insinúa en cada acción, o pasión de la
mente; así como los gases del cuerpo imitarán cualquier enfermedad, y se
asemejarán a los cálculos, y se asemejarán a la gota, el miedo imitará
cualquier enfermedad de la mente; se asemejará al amor, un amor de posesión, y
no es sino miedo, un celoso, suspicaz miedo de perder; se asemejará al valor,
despreciando y desestimando el peligro, y no será más que miedo; una
sobrevaloración de la reputación, y de la estima, y el miedo de perderlas. El
hombre que no teme a un león, teme a un gato; no teme morir de hambre, y sin
embargo tiene temor de un trozo de carne que se le presenta en la mesa para que
se alimente; no teme el sonido de los tambores, y trompetas, y disparos, y
aquellos que pretenden ahogar los últimos gritos de los hombres, y teme a algún
armonioso instrumento en particular; lo teme tanto que con cualquiera de ellos
el enemigo podría arrojar del campo de batalla a ese hombre, de otro modo bastante
valiente. No sé lo que es el miedo, ni sé lo que ahora temo; no temo el apresurarse
de mi muerte, y sin embargo temo el incremento de la enfermedad; desmentiría a
la naturaleza si negara que temo esto, y si dijera que temo a la muerte
desmentiría a Dios; mi debilidad proviene de la naturaleza, que no tiene sino
su medida; mi fuerza proviene de Dios, quien la posee y distribuye
infinitamente. Así como no todo aire frío es deletéreo, ni todo escalofrío es
pasmo, no todo temor es miedo, no toda desviación es huida, no toda discusión
es solución, no todo deseo de que algo no sea de este modo es una queja, ni
desaliento, aunque así lo fuere; y así como el temor de mi médico no lo aparta
de su práctica, el mío no me priva de recibir de Dios, del hombre y de mí mismo,
asistencia espiritual, y civil, y moral, y consuelos.
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