CLARISSA PINKOLA ESTÉS
MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS
SEPTUAGESIMOCUARTA
ENTREGA
CAPÍTULO 8
El instinto de
conservación:
La identificación de
las trampas, las jaulas y los cebos envenenados
La mujer fiera (5)
Las trampas
Trampa 5: El
subrepticio intento de llevar una vida secreta, de estar dividida en dos (2)
La vida de la sombra se produce cuando las escritoras, las pintoras, las
bailarinas, las madres, las buscadoras, las místicas, las estudiantes o las
viajeras dejan de escribir, pintar, bailar, hacer de madres, buscar,
escudriñar, aprender, hacer prácticas. Es posible que dejen de hacerlo porque
aquello a lo que han dedicado tanto tiempo no ha dado el resultado que ellas
esperaban o no ha recibido la acogida que se merecía o por otras innumerables
razones. Cuando la que hace algo se detiene por el motivo que sea, la energía
que fluye naturalmente de ella le desvía hacia el mundo subterráneo, en el que
aflora donde y cuando puede. Sabiendo que en pleno día no puede emprender con
ímpetu cualquier cosa que desee, la mujer empieza a llevar una extraña doble
vida, fingiendo una cosa en las horas diurnas y actuando de otra manera cuando
tiene ocasión.
Cuando la mujer trata de comprimir su vida en un pulcro y precioso
paquetito, lo único que consigue es empujar a presión toda su energía vital
hacia la sombra. "Estoy bien, muy bien", dice la mujer, La miramos
desde el otro lado de la estancia o reflejada en el espejo. Sabemos que no está
bien. Más adelante, un día nos enteramos de que se ha liado con un intérprete
de flautín y se ha largado a Tippicanoe para convertirse en una reina de salón
de billar. Y nos preguntarnos qué ha ocurrido, pues sabemos que ella aborrece a
los intérpretes de flautín y siempre quiso vivir en la isla de Orcas y no en
Tippicanoe y jamás nos había comentado nada acerca de los salones de billar.
Como la Hedda Gabler de la obra de Henrik lbsen, la mujer salvaje puede simular
vivir "una existencia corriente" mientras rechina los dientes, pero
siempre hay que pagar un precio. Hedda tiene una peligrosa y apasionada vida
secreta y juega con un ex amante y con la Muerte. Por fuera finge estar
encantada de tocarse con sombreritos y de escuchar los comentarios de su reseco
marido acerca de la aburrida vida que lleva. Una mujer puede ser exteriormente
educada e incluso cínica mientras se desangra por dentro.
O, como Janis Joplin, puede intentar adaptarse hasta que ya no puede más,
en cuyo caso su naturaleza creativa, corroída y asqueada por el hecho de verse
obligada a descender a la sombra, estalla violentamente para rebelarse contra los
dogmas de la "buena crianza", actuando con una imprudencia que pone en
peligro sus cualidades y su vida.
Se lo puede llamar como se quiera, pero el hecho de vivir una existencia
secreta porque a la verdadera no se le da espacio suficiente para prosperar es
muy duro para la vitalidad de las mujeres. Las mujeres capturadas y muertas de hambre
roban toda suerte de cosas: roban libros y músicas censurados, roban amistades,
sensaciones sexuales, afiliaciones religiosas. Roban pensamientos furtivos, sueños
de revolución. Roban tiempo de sus parejas y sus familias. Roban un tesoro y lo
introducen subrepticiamente en su casa. Roban el tiempo de escribir, el tiempo de
pensar y el tiempo del alma. Introducen subrepticiamente un espíritu en la
alcoba, un poema antes del trabajo, roban un brinco o un abrazo cuando nadie
mira.
Para apartarse de este camino polarizado, la mujer tiene que abandonar
el fingimiento. Vivir una existencia falsificada del alma jamás da resultado.
Siempre estalla el neumático cuando una menos lo espera. Entonces no hay más
que tristeza a nuestro alrededor. Vale más levantarse, permanecer de pie por
muy sencillo que sea el estrado, vivir al máximo y lo mejor que se pueda y
dejar de robar falsificaciones. Tenemos que buscar lo que es significativo y
saludable para nosotras.
En el cuento, la niña escamotea los zapatos ante la anciana con mala
vista para indicar que el reseco y perfeccionista sistema de valores carece de
capacidad para examinar las cosas con detenimiento y estar atento a lo que
ocurre a su alrededor.
Es típico que la psique interior herida y también la cultura no se
percaten de la aflicción personal del yo. La niña hace una nueva elección
equivocada en una larga lista de equivocaciones. Supongamos que el primer paso
hacia la trampa, el hecho de subir al carruaje dorado, lo diera por ignorancia.
Supongamos que el hecho de abandonar el fruto de su trabajo manual fuera una
imprudencia típica de los que carecen de experiencia en la vida. Pero ahora
quiere los zapatos del escaparate del zapatero y, curiosamente, este impulso
hacia la nueva vida es justo y apropiado, pues la niña se ha pasado demasiado
tiempo en casa de la anciana, por lo que sus instintos no dan la voz de alarma
cuando hace esta mortal elección. De hecho, el zapatero conspira con ella. Le
guiña el ojo y sonríe ante su desdichada elección. Juntos toman
subrepticiamente los zapatos rojos.
Las mujeres engañan de esta manera. Se deshacen del tesoro cualquiera que
éste sea, pero roban trastos aquí y allá siempre que pueden. ¿Están
escribiendo? Sí, pero en secreto, lo cual significa que no cuentan con ningún
apoyo e ignoran los efectos de lo que hacen. ¿La estudiante quiere vivir su
vida? Sí, pero en secreto, lo cual quiere decir que no tendrá ninguna ayuda ni
ninguna guía.
¿La actriz se arriesga a ofrecer una actuación completamente original, o
presenta pálidas imitaciones que la convierten en un remedo en lugar de ser un
modelo? ¿Y qué decir de la ambiciosa mujer que finge no ser ambiciosa, pero que
se muere de ganas de conseguir logros para sí misma, para los suyos para su
mundo? Es una ardiente soñadora, pero se limita a seguir afanosamente hacia
delante en silencio. Es terrible no tener un confidente, una guía, alguien que
la anime un poquito.
Es muy difícil arrancar pequeños retazos de vida de esta manera, pero
muchas mujeres lo hacen a diario. Cuando una mujer se siente obligada a robar
subrepticiamente la vida, significa que está viviendo al límite de la
subsistencia.
Roba la vida cuando los oye a ellos, quienesquiera que sean los
"ellos" de su vida. Actúa con aparente calma y desinterés, pero
dondequiera que haya una rendija de luz, su moribundo yo pega un salto, corre
hacia la más cercana forma de vida, se anima, suelta una coz hacia atrás, se
abalanza como una loca, baila como una tonta, se agota e intenta regresar a la
negra celda antes de que alguien se dé cuenta de que se ha ido.
Es lo que hacen las mujeres cuyos matrimonios son insatisfactorios. Es
lo que hacen las mujeres a quienes se obliga a sentirse inferiores. Lo hacen
también las mujeres que se avergüenzan, que temen el castigo, el ridículo o la
humillación, las que tienen el instinto herido. El robo es bueno para la mujer
capturada sólo sí roba lo apropiado, sólo si eso la conduce a su liberación.
Esencialmente, el hecho de robar cosas buenas y satisfactorias y sustanciosos
pedazos de vida hace que el alma experimente con más vehemencia que nunca el
deseo de dejar de robar y de ser libre de llevar la vida que ella estime
conveniente a la vista de todo el mundo.
Como se ve, hay algo en el alma salvaje que no nos permite subsistir
para siempre con retazos fragmentarios de vida, pues, en realidad es de todo
punto imposible que la mujer que aspira a la conciencia robe pequeñas bocanadas
de aire puro y después se conforme sólo con eso. ¿Recuerdas cuando eras niña y descubriste
que no podías matarte conteniendo la respiración? Por mucho que intentemos aspirar
un mínimo de aire o ninguno en absoluto, un poderoso fuelle asume el mando,
algo violento y exigente que, al final, nos obliga a aspirar el aire a la mayor
rapidez posible. Inhalamos con ansia y nos llenamos los pulmones hasta que
volvemos a respirar con normalidad.
Por suerte, en la psique / alma hay algo muy parecido. Se apodera de
nosotras y nos obliga a aspirar grandes bocanadas de aire puro. Sabemos que no
podemos subsistir robando sorbitos de vida. La fuerza salvaje del alma femenina
exige tener acceso a toda la vida. Podemos permanecer en estado de alerta y ver
las cosas que son adecuadas para nosotras. El zapatero del cuento prefigura al viejo
soldado que, más adelante en el cuento, hace cobrar vida a los zapatos que obligan
a la niña a bailar hasta enloquecer. Hay demasiadas coincidencias entre este
personaje y lo que sabemos acerca del antiguo simbolismo como para pensar que
se trata de un inocente espectador. El depredador natural del interior de la psique
(y también el de la cultura) es una fuerza que cambia de forma y puede disfrazarse
de la misma manera que las trampas, las jaulas y los cebos envenenados se
disfrazan para poder atraer a las incautas. Recordemos que el zapatero engaña a
la anciana como quien gasta una broma.
No, lo más probable es que esté en connivencia con el viejo soldado, el
cual es, naturalmente, una representación del demonio disfrazado (14). Antaño
el demonio, el soldado, el zapatero, el jorobado y otras figuras se utilizaban
para simbolizar las fuerzas negativas tanto en la naturaleza terrestre como en
la naturaleza humana (15).
Aunque podríamos sentirnos justamente orgullosas de que el alma fuera lo
bastante valiente para atreverse a robar subrepticiamente algo en semejantes condiciones
de sequía, está claro que esta circunstancia por sí sola no puede ser la única.
Una psicología integral tiene que incluir no sólo el cuerpo, la mente y el espíritu
sino también la cultura y el ambiente. Bajo esta luz debemos preguntarnos en
cada nivel cómo es posible que una mujer individual comprenda que tiene que
rebajarse, retroceder, arrastrarse por el suelo y, suplicar una vida que es
suya de entrada. ¿Qué es lo que, en cualquier cultura, exige tal cosa? El
examen de las presiones creadas por las distintas capas de los mundos interior
y exterior evitará que una mujer crea que el hecho de apoderarse
subrepticiamente de los zapatos del demonio es de alguna manera una elección
constructiva.
Notas
(14) En algunas tradiciones folklóricas se dice que
el demonio no se encuentra a gusto con la forma humana, que no encaja del todo
en ella y que por eso cojea. En el cuento, la niña de "Las zapatillas
rojas" se ve privada de sus pies y tiene que cojear por haber bailado por
así decirlo con el demonio y haber adquirido su "cojera", es decir,
su excesiva y mortífera vida infrahumana.
(15) En la época cristiana, las antiguas
herramientas del zapatero se convirtieron en sinónimo de los instrumentos de
tortura del demonio: la lima, las pinzas, las tenazas, los alicates, el
martillo, la lezna, etc. En la época pagana, los zapateros compartían la responsabilidad
espiritual de propiciarse la voluntad de los animales de los cuales procedía el
cuero de los zapatos, las suelas, el forro y la envoltura. Hacia el siglo XVI
se decía en toda la Europa no pagana que "los falsos profetas están hechos
de caldereros y zapateros".
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