ANÓNIMO
INGLÉS DEL SIGLO XIV
LA
NUBE DEL NO-SABER
Franciscus hanc editionem fecit
DECIMOCTAVA ENTREGA
11 / Que el hombre ha de valorar
con precisión sus pensamientos e inclinaciones y evitar una actitud de descuido
con respecto al pecado venial
No
sigo esto porque me preocupe el que tú o cualquier otra persona de oración se
halle realmente bajo el peso de la culpa de pecados como estos. Mi intención es
poner de relieve la importancia que tiene para ti el percatarte de tus
pensamientos y deseos tan pronto como surgen, ya que has de aprender a rechazar
el más mínimo de ellos que pudiera conducirte al pecado. Te prevengo que una
persona no vigila y controla sus pensamientos, aun cuando no sean pecaminosos
en sus primeros movimientos, terminará por no dar importancia a los pecados
leves. Es imposible evitar todas las faltas y caídas en esta vida, pero la
falta de cuidado en torno a pequeños pecados deliberados es algo intolerable
para quien busca verdaderamente la perfección. Pues normalmente la negligencia
en los pecados leves abre la puerta a la probabilidad del pecado mortal.
12 / Que en la contemplación queda
destruido el pecado y se fomenta toda clase de bien
Así,
pues, para mantenerte firme y evitar las trampas, mantente en la senda en que
estás. Deja que tu incesante deseo golpee la nube del no-saber que se interpone
entre ti y tu Dios. Penetra esa nube con el agudo dardo de tu amor, rechaza el pensamiento
de todo lo que sea inferior a Dios y no dejes esta obra por nada. La misma obra
contemplativa del amor llegará a curarte de todas las raíces del pecado. Ayuna
cuanto quieras, mantente en vigilia hasta bien entrada la noche, levántate
antes de la aurora, disciplina tu cuerpo y si te es permitido -que no lo es-,
sácate los ojos, arráncate la lengua, tapa tus oídos u nariz y prescinde de tus
miembros; sí, castiga tu cuerpo con toda clase de disciplina y seguirás sin
conseguir nada. El deseo y la tendencia hacia el pecado permanecerán en tu
corazón. Todavía, si lloraras en perpetuo llanto tus pecados y la Pasión de
Cristo y ponderaras incesantemente los goces del cielo, ¿crees que te haría
algún bien? Mucho bien, no me cabe la menor duda. Estoy seguro de que
aprovecharías y crecerías en la gracia, pero en comparación con el ciego
impulso del amor, todo esto es muy poco. Pues la obra contemplativa del amor es
la mejor parte y pertenece a María. Es totalmente completa en sí misma, mientras
que todas demás disciplinas y ejercicios son de poco valor sin ella.
La
obra del amor no sólo cura las raíces del pecado, sino que fomenta la bondad
práctica. Cuando es auténtica verás que eres sensible a toda necesidad y que
respondes con una generosidad desprovista de toda intención egoísta. Todo lo
que trates de hacer sin este amor será ciertamente imperfecto, pues es seguro
que se echará a perder por ulteriores motivos.
La
bondad auténtica se manifiesta de una manera habitual de obrar bien y de
responder adecuadamente en cada situación, según se presenta; está movida
siempre por el deseo de agradar a Dios. Sólo Él es la fuente pura de todo bien,
y si alguna persona se ve motivada por algo distinto de Dios, aun cuando Dios
sea el primero, entonces su virtud es imperfecta. Esto es evidente en el caso
de dos virtudes en particular, la humildad y el amor fraterno. Quien adquiere
estos hábitos y actitudes no necesita otros, pues en ellos poseerá todos los
demás.
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