PABLO GALIMBERTI
HACIA UN
PROGRESISMO PATRIAGRANDISTA SENSATO Y FUNDANTE
Esta entrevista
está tomada del website www.metholferre.com
y fue realizada en 2013 a Monseñor Pablo Galimberti, Obispo de Salto y Socio de
Honor de la Asociación Alberto Methol Ferré.
¿Qué significa para la Iglesia y el mundo la elección del Papa
Francisco?
Los cardenales del hemisferio norte, europeos en su mayoría, “han traído
de lejos”, de América del Sur al sucesor de Benedicto XVI en la sede romana.
Europa pelea contra una fuerte oleada de secularización, que quiere olvidar sus
raíces cristianas y en algunas regiones pone en venta sus templos desiertos,
para fines de entretenimiento. En A.L. soplan los mismos vientos pero no
han erosionado de modo tan radical las raíces católicas. En parte por la fuerza
de un pueblo que todavía conserva savia católica manifestada en la religiosidad
popular.
El nombre de Francisco, habla de cruzar fronteras y proponer la paz
entre los enemistados, sostenido por la paz con el Creador. Es un hombre “de a
pie”, como se llama a Iñigo de Loyola en su Autobiografía a partir del Cap. II,
en oposición a los dirigentes que miran desde rascacielos o palacios y se
trasladan en coches blindados. Bergoglio prefiere “pastores con olor a oveja”.
¿Cuál puede ser la contribución universal desde la tradición
latinoamericana?
El poder no debe separar elites y pueblo. Más bien puede ser ejercido en
clave de servicio, teniendo en cuenta que “los rostros sufrientes de los pobres
son rostros sufrientes de Cristo”, según la expresión frecuente de los obispos
de nuestro continente (por ej. Aparecida N. 393 y especialmente N. 402). Como
Arzobispo de Buenos Aires el Cardenal Bergoglio comprobó con qué frecuencia los
pobres golpean en las secretarías parroquiales pidiendo el Bautismo para sus
hijos y se cansan y no vuelven, porque les falta tal o cual requisito.
Ante esto, organizó una celebración colectiva, con dos o tres padrinos para
todos y durante una jornada de Domingo se prepararon y festejaron la entrada en
la iglesia.
La realidad de A.L., el continente más desigual en cuanto a distribución
de riqueza, desafía a buscar la justicia, primer escalón de la caridad (Cfr.
Benedicto XVI, Caritas in Veritate, N. 6)
¿Cuál es el vínculo intelectual entre Bergoglio-Francisco y el pensamiento
de Alberto Methol Ferré?
Superar una visión de “barrio” o patria chica y transitar hacia la
“Patria Grande”; hacia horizontes continentales y mundiales. Pero
partiendo “de ella misma, de su originalidad de círculo cultural
católico, no como imitación de un proceso ajeno” (Alberto Methol
Ferré, Alver Metalli, La América Latina
del siglo XXI, pág. 43-44).
“Quien no forma parte de un estado-continente terminará, y más que nunca
en un mundo globalizado, constreñido a expresarse como lamento, furia o silencio.” (Ibid. pág. 43).
A la actitud y disposición permanente de “caminar con el pueblo”
encarnada existencialmente por el Cardenal Bergoglio, hoy Papa Francisco, la
podríamos asemejar, aunque muy lejanos en el tiempo, al ejemplo paradigmático,
mencionado por Methol, del mexicano José Vasconcelos (1882-1959).
Dice Methol: “Mientras en América Latina las oligarquías ligadas a
Europa tenían comportamientos abiertamente racistas con los indios y los negros
(…) Vasconcelos escribía una obra, ´La raza cósmica´, en reacción contra el
racismo alemán y anglosajón y contra el racismo dependiente y mimético de
sectores de las elites liberales latinoamericanas. Allí, Vasconcelos
argumentaba que América Latina, por el contrario, era el espacio donde se
fundían todas las razas -la blanca, la negra, la amarilla-, que eran todas
iguales, que en estas tierras comenzaba el proceso de mestizaje que generaría
la ´raza cósmica´ en la que, justamente, no habría más negros, blancos,
amarillos. Se fusionarían. No es casualidad, sostiene Vasconcelos, que el
primer lugar donde se realice la fusión sea justamente América Latina, preñada
de la herencia católica recibida con la evangelización.” (Ibid.
págs. 44-45).
Methol señala en las mismas páginas, que en el año 1921 Vasconcelos
convocó el primer congreso mundial de estudiantes, en el que incluso
participaron estudiantes chinos. También menciona que el peruano García
Calderón insinúa que el destino unificado de América del Sur tiene su eje
emergente en Brasil y Argentina.
Methol distingue dos fases de los movimientos políticos
nacional-populares latinoamericanos. La primera fase, fundadora, que toma forma
a partir de la crisis de 1930, “culmina en la visión estratégica
continental de Perón. Ahora estaríamos en la necesaria segunda fase
nacional-popular que es la integradora propiamente dicha, y sin la cual no
habrá sociedad industrial en América del Sur, base de toda unidad posible de
América Latina”.
Methol redondea esta idea afirmando que “si el
nacional-populismo se empantanara en la primera fase, que fue sólo poner la
piedra fundamental, quedaríamos en el fracaso de un edificio inconcluso.” Y
concluye este punto con una pregunta abierta al futuro, en cuya trayectoria nos
animamos a señalar la designación del cardenal Bergoglio como Papa Francisco,
como obispo de Roma y Pastor universal de la Iglesia. La pregunta que Methol
había planteado era esta: “¿Qué sucederá después? Solo Dios lo
sabe” (Ibid. pág. 47).
En el prólogo al libro “Una apuesta por América Latina” del Dr. Guzmán
Carriquiry, -que ha bebido en el pensamiento de Alberto Methol-, el entonces
Cardenal Bergoglio, en abril del 2005 escribía: “Esta es una hora para
educadores y constructores. No podemos seguir empantanados en el lamento, las
letanías de denuncias, los círculos viciosos de resentimientos y crispaciones y
la confrontación permanente. (…) Ante todo se trata de recorrer las vías de la
integración hacia la configuración de la Unión Sudamericana y la Patria Grande
Latinoamericana.”
Y más adelante, a propósito de las ideas planteadas por Carriquiry en su
libro, afirma que “el destino de los pueblos latinoamericanos y el destino de
la catolicidad están íntimamente vinculados. La singularidad católica
latinoamericana arraiga en su evangelización constituyente, se manifiesta aún
en los muy altos porcentajes de bautizados, es tradición viva de sus pueblos,
alimenta su sabiduría ante la vida, permea toda la realidad y llega a
constituir -al comienzo del tercer milenio- casi el 50% de los católicos de
todo el mundo.”
Bergoglio, como Methol, son bien conscientes de que esta fe de nuestros
pueblos posee muchas deficiencias y que es un patrimonio sujeto a fuerte
agresión y erosión. Para Methol, la producción del conocimiento sigue
separándose de la experiencia cristiana y esto es un drama de consecuencias
incalculables; una ruptura ruinosa” (Ibid. pág. 132).
Bergoglio señala que “una de las corrientes amenazadoras de la
cultura de los pueblos americanos es el ´progresismo adolescente´: una suerte
de entusiasmo por el progreso que se agota en las mediaciones, abortando la
posibilidad de un progreso sensato y fundante relacionado con las raíces de los
pueblos” (Prólogo al libro de Carriquiry, pág. 11).
La expresión “progresismo adolescente” está en la línea de lo que Methol
llama “ateísmo libertino”, que vive y se difunde en perfecta simbiosis, a
través de la televisión y las nuevas tecnologías. (…) El ateísmo libertino es
la exaltación de la corporeidad, la apoteosis del cuerpo sin un tú, puesto al
servicio ansioso del eros” (Ibid. pág. 104).
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