ENTREVISTA
A NATALIA MONTEALEGRE
GONZALO
FONSECA: LAS RUINAS DEL FUTURO
por
Gerardo Mantero
PRIMERA ENTREGA
En
lo referente a las artes visuales, la muestra de Gonzalo Fonseca (Uruguay,
1922; Italia, 1997) estaba destinada a ser el evento de mayor importancia del
año 2008, y una de las exposiciones de mayor relevancia de las últimas décadas.
El ciclo de muestras que rindiera tributo a su figura, estuvo empañado por la
ausencia de la obra escultórica que lo distinguiera como uno de los mejores
escultores del siglo XX. Este hecho, que corresponde a una decisión financiera
de los privados que organizaron la actividad en torno a su obra, deja al
descubierto problemáticas que tienen que ver con carencias estructurales que se
ponen de manifiesto a la hora de concretar este tipo de muestras, y con
decisiones en distintos niveles provenientes desde el Estado. En primer lugar,
cabe preguntarse si tamaña tarea corresponde ser llevada adelante por un actor
privado, más allá del cabal conocimiento y amor que tiene Roberto Sapriza de la
obra de quien fuera su amigo. La expectativa que despertaba la venida de la
producción de un mito de nuestra plástica, tendría que haber sido uno de los
objetivos concretos de la política cultural referida al arte nacional. Si bien
existió el apoyo desde las autoridades del Ministerio (se pagaron seguros),
desde el Museo Nacional de Artes Visuales existieron omisiones: no hubo
invitaciones impresas para la inauguración de la muestra; no se imprimió el
folleto que los organizadores le proporcionaron al Museo ni se dio la cobertura
de difusión correspondiente; el video del ciclo de exposiciones (que se
proyectó en todas las salas) se emitió al finalizar la muestra. Estuvo ausente
el impulso y la dinámica que se le imprimen a un “museo abierto” que convoca a
gran cantidad de público con importantes muestras (Guyasamín, Miró, Nantes,
Hernández) con actividades dispares y por momentos desordenadas que denuncian
la siesta del pasado y la falta de política museística del presente.
La
“movida” dejó, a pesar de todo, un mayor conocimiento de la obra del artista y
algunos hallazgos notables (como los dibujos y las cartas de Fonseca a Sapriza,
Leborgne, Matto, Montiel y a su familia). A pesar de las omisiones y los
criterios dispares, la serie de muestras fueron llevadas a término por el
equipo organizador, liderado por Natalia Montealegre con un profesionalismo
destacable. Con ella conversamos para interiorizarnos del proyecto.
¿Cuál
es tu formación y cómo te vinculaste al proyecto Fonseca?
Soy estudiante
“terminal” de antropología (risas). Tomé contacto con la obra de Gonzalo
Fonseca, a partir de una propuesta laboral, cuando conocí a Roberto Sapriza.
Realmente me enamoré de la obra de Fonseca: tuve la sensación de que esas
paredes estaban gritando cosas que yo no podía comprender. Decidí aceptar el
trabajo intentando dilucidar de qué se trataba ese misterio, que tiene que ver
con ciertas formas de producción artística. Así empezó.
Sapriza
fue amigo y coleccionista de la obra de Fonseca y el “factótum” del proyecto de
las muestras referidas a su obra.
Roberto Sapriza fue
compañero de escuela de Fonseca en el colegio Seminario. Después del año 50
siguió en comunicación con él y también adquirió obra suya en distintos
momentos. Sin embargo, la colección Sapriza no se restringe a la obra de este
artista. Tiene trabajos de distintos trabajos del Taller Torres García y otras
piezas.
El
resto de la obra de Fonseca, ¿a quién pertenece?, ¿a la familia, a museos, a
colecciones privadas?
Bueno, después que ya
se inició el proyecto de exposición iniciamos un trabajo de arqueo. Allí nos
encontramos con que hay obra de Fonseca en colecciones públicas y privadas de
nuestro país y también en colecciones públicas y privadas del exterior. En
Venezuela hay mucha obra: en el Museo de Bellas Artes de Caracas (cuenta en su
acervo con El falso péndulo, que es
una escultura de mármol de gran tamaño y el Columbario
Nº 3, una importante pieza en madera), en el Museo Jesús Soto de ciudad
Bolívar y en la Fundación Cisneros. En Estados Unidos, en el Museo de Brooklyn;
el Guggenheim tiene obra de Fonseca (dibujos y esculturas), el PAM y el Blanton
Museeum of Art, además de varias obras en espacios públicos. Después “El legado
de Fonseca” tiene una colección impresionante.
La
tienen sus hijos.
La viuda y los tres
hijos vivos. Eran cuatro, Bruno, uno de sus hijos (que era pintor) murió.
Después el Museo de Valencia tiene a su cargo y cuidado obra que les pertenece,
también hay acervo en la localidad donde el vivía, en Italia.
Después
de conocer las obras en esa investigación previa ¿cuáles fueron las coordenadas
y los objetivos que se delinearon?
Básicamente, el
objetivo general del proyecto y los objetivos específicos, son criterios
definidos inicialmente por Roberto Sapriza: pagar una deuda que este país tenía
con Gonzalo Fonseca, así como la tiene con muchísimos otros artistas. Un primer
paso era llevar adelante una gran exposición como la que se concretó en el
Museo Nacional de Artes Visuales con curaduría de Sapriza que presentase la
trayectoria del artista desde sus orígenes hasta sus últimos trabajos. Y por
otro lado, se hizo hincapié en la necesidad de trasmitir y compartir esto con
las generaciones más jóvenes. En ese sentido había distintos niveles de quiénes
son las generaciones más jóvenes. Por un lado, hay toda una reivindicación de
los nuevos artistas. Por eso la muestra del Subte y la del Muhar que son dos formas
de integrar a artistas de diferentes generaciones y vincularlos con la obra y
la trayectoria de Fonseca. Para algunos, fue trasmitir el vínculo que ya tenían
con él y su trabajo, y otros se encontraron por primera vez con la obra de
alguien que habían oído nombrar mucho. Casi como un mito, una leyenda diría
Loustanau. Por otro lado, se quisieron desarrollar propuestas educativas para
personas allegadas al campo artístico, así con muchas otras; la gran mayoría
que no tiene un vínculo cotidiano con las artes plásticas. En eso influyó mucho
la experiencia del Museo Torres García en esta muestra que propone un diálogo
sumamente didáctico y que recorre seis ejercicios en la propuesta curatorial
donde es claro que “un ejercicio en artes, es arte”. Por otro lado, el tema de “quien”
es Fonseca. Si alguien sale a la calle y le pregunta a los transeúntes quién es
Fonseca, responden que es un futbolista. Entonces, había que buscar la manera de
llegar a sectores de la población que de ninguna manera se iban a vincular a la
obra por más grandiosas que fueran las exposiciones. En ese sentido, trabajamos
con la cooperación del programa “Cultura e inclusión” del MEC y del MIDES y con
el programa “Cultura integra” del MEC. Dirigimos nuestro trabajo principalmente
al interior del país para que pudieran participar niños y jóvenes que puedan
llegar a reproducir parte de esta experiencia. Es decir, que generen impacto en
la comunidad de origen y que al mismo tiempo sean personas que no tengan la
posibilidad de acceder a ciertos bienes culturales. Esto es lo que discutimos
con Isabel Fonseca, la hija de Gonzalo: el encuentro con la obra de arte -desde
mi punto de vista- es un derecho.
El
acceso a los bienes culturales.
En eso está la gran
pregunta: ¿para quién uno hace las cosas? Y en ese sentido, habiendo tantas
instituciones participantes y cooperantes, también uno se pregunta cuál es el lugar
y el rol de todos nosotros en darnos la posibilidad de vernos en los espejos en
los que vale la pena encontrarse. Y uno de esos espejos es Gonzalo Fonseca.
En
un proyecto de esta importancia, tuviste que trabajar con el Estado. ¿Cómo fue
tu experiencia con los distintos estamentos del mismo?
El estado debe
facilitar el acceso a todos los ciudadanos a la cultura; ese es un principio
básico. Por otro lado, no hay que olvidarse que en las artes plásticas, como en
otras áreas, hay un mercado que está integrado por galeristas, por
coleccionistas, por rematadores, que tienen sus intereses en juego y que
también promueven o facilitan el acceso a determinados bienes y no a otros. Por
lo tanto, cuando hay una iniciativa privada que se vincula y se apoya con el Estado
para que promueva a un artista, puedo comprender que existan dudas o que haya
personas que puedan cuestionar hasta qué punto al Estado le corresponde
subvencionar un emprendimiento privado. Por otro lado, estamos hablando de
Gonzalo Fonseca y su calidad artística… Quizás lo que está mal es que sea un emprendimiento
privado el que lleva adelante una iniciativa de estas características, y que no
se haya hecho antes desde otros espacios. Gonzalo quería desarrollar esculturas
en Uruguay, muchas veces propuso trabajar en espacios públicos e intentó hacer
cosas en este país, una y otra vez… los distintos gobiernos no le dieron la
menor acogida.
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