MARLO
MORGAN
LAS
VOCES DEL DESIERTO
CUADRAGESIMOPRIMERA ENTREGA
29.
LIBERADA
Tras
una buena escalada acampamos en un terreno elevado, a una altitud mucho mayor a
la acostumbrada. El aire era fresco y vivificante y me dijeron que el océano
estaba cerca, aunque no se veía.
Era
de mañana, muy temprano. Todavía no había salido el sol pero muchos de mis
compañeros se habían levantado ya. Prepararon una fogata matinal, raro
acontecimiento. Alcé la vista y vi al halcón posado en un árbol sobre mi
cabeza.
Realizamos
el acostumbrado ritual de cada mañana y luego Cisne Negro real me cogió de la mano
y me acercó más al fuego. Outa me dijo que el Anciano quería expresar una
bendición especial. Los demás se congregaron en derredor; yo me hallaba dentro
de un círculo de brazos extendidos. Todos los ojos estaban cerrados y los
rostros apuntaban hacia el cielo. Cisne Negro real habló a las alturas. Outa me
tradujo:
“Hola,
Divina Unidad. Nos hallamos aquí ante ti con una Mutante. Hemos caminado con
ella y sabemos que todavía conserva una chispa de tu perfección. Hemos influido
en ella y la hemos cambiado, pero transformar a un Mutante es una tarea muy difícil.
“Verás
que su extraña piel pálida se está volviendo de un tono moreno más natural y
que su pelo blanco crece y se aparta de su cabeza en el que ha enraizado un
hermoso cabello oscuro. Pero no hemos podido alterar el extraño color de sus
ojos.
“Hemos
enseñado mucho a la Mutante y hemos aprendido de ella. Parece ser que los Mutantes
tienen algo en su vida llamado salsa. Conocen la verdad, pero la entierran bajo
el espesor y las especias de la conveniencia, el materialismo, la inseguridad y
el miedo. También tienen algo en su vida que llaman glaseado. Al parecer
representa el modo en que malgastan casi toda su existencia en proyectos
superficiales, artificiales, temporales, de agradable sabor y atractiva
apariencia, pero dedican muy pocos segundos a desarrollar su ser eterno.
“Hemos
elegido a esta Mutante y la liberamos, como un pájaro al borde del nido, para
que se aleje volando, muy alto y muy lejos, y para que chille como la cucaburra,
y le cuente a sus oyentes que nosotros nos vamos.
“No
juzgamos a los Mutantes. Rezamos por ellos y los liberamos, al igual que
rezamos y nos liberamos a nosotros mismos. Rezamos para que examinen
detenidamente sus acciones y sus valores y para que aprendan antes de que sea
demasiado tarde que toda la vida es una. Rezamos para que dejen de destruir la
Tierra y de destruirse a sí mismos. Rezamos para que haya suficientes Mutantes
a punto de convertirse en Auténticos que cambien las cosas.
“Rezamos
para que el mundo Mutante escuche y acepte a nuestra compañera.
“Fin
del mensaje.”
Mujer
Espiritu me acompañó un trecho y, cuando el sol empezaba a despuntar, señaló la
ciudad que se extendía ante nosotros. Había llegado la hora de regresar a la
civilización. Su arrugado rostro moreno y sus penetrantes ojos negros miraron
más allá del borde del risco. Habló entonces en su áspera lengua nativa, sin
dejar de señalar la ciudad, y yo comprendí que aquella sería una especie de
liberación, que la tribu me liberaba, que mis maestros me dejaban marchar. ¿Hasta
qué punto había aprendido sus lecciones? Sólo el tiempo lo diría. ¿Lo recordaría
todo? Era extraño, pero me preocupaba más el mensaje que debía entregar que mi
vuelta a la sociedad aussie.
Regresamos
al grupo, y cada uno de los miembros de la tribu se despidió de mí.
Intercambiamos lo que parece ser una forma universal de despedida entre amigos
verdaderos, un abrazo. Outa dijo: “Nada podíamos darte que tú no tuvieras ya, pero
creemos que, aunque no pudiéramos darte nada, tú has aprendido a aceptar, a
recibir y a tomar de nosotros. Ese es nuestro regalo.” Cisne Negro Real me
cogió de las manos. Me pareció que tenía lágrimas en los ojos. Recuerdo que yo
sí las tenía. “Por favor, no pierdas jamás tus dos corazones, amiga mía -dijo,
y Outa me tradujo sus palabras-. Viniste a nosotros con dos corazones abiertos.
Ahora están llenos de comprensión y emoción tanto para nuestro mundo como para
el tuyo. Tú también me has dado a mí el regalo de un segundo corazón. Ahora tengo
conocimientos y comprensión que van más allá de lo que hubiera podido imaginar.
Aprecio tu amistad. Ve en paz, nuestros pensamientos están puestos en tu
protección.”
Sus
ojos parecieron iluminarse desde el interior cuando añadió con aire pensativo: “Volveremos
a encontrarnos, sin nuestros molestos cuerpos humanos.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario