LOS
RECOVECOS DE MANUEL MIGUEL
Desbocada
reinvención de la vida de Manuel Espínola Gómez.
Hugo
Giovanetti Viola
Primera edición: Caracol al Galope, 1999.
Primera edición WEB: elMontevideano Laboratorio de
Artes, 2016.
QUINTA ENTREGA
SEGUNDA
PUERTA: ARENA ASOMBRADA (1)
ABRÍ LA puerta del
cuadro y entré a un bar esquinero del centro, donde debía encontrarme con una
pintora a la que no conocía ni de nombre. Estábamos a mediados de abril de
1975, y los plátanos empezaban a ponerse rembrandtianos. La mujer me hizo una
guiñadita para darse a conocer. De golpe tuve mucho miedo de mirarle los ojos.
La tarde ya muy dorada le embellecía un rostro treintón de muñeca filosa: nos
saludamos con un beso remansado, como si nos frecuentáramos desde el liceo. Yo
llevaba unos documentos del Partido Comunista escondidos en los calzoncillos y
pensé que si ella también guardaba los suyos en algún sitio similar podía ser
muy interesante terminar intercambiándolos en la intimidad. Me senté y pedí una
caña doble con hielo y una Coca-Cola. Para mi asombro, el urgente contacto
clandestino con la pintora se redujo a una bajada oral de información sobre las
próximas actividades de la Coordinadora del Arte. Entonces insulté
interiormente al desgraciado que se había equivocado al pedirme que llevara
encima aquellos cuatro papeles que me podían costar cuatro años de cárcel y fui
al baño a tirarlos. Cuando volví encontré a la camarada encapuchada por una
crispación que me hizo dejar de desearla ipso facto.
-Acaba de entrar el
genio -gruñó, señalando con un fruncimiento hacia la otra punta del boliche.
-¿Quién?
-El Peludo Espínola
Gómez. Mucho hacer amistad con el Partido y estrados para la CNT y logotipos
para el Frente, pero ahora anda medio borrado. Me contaron que le dio por
escribir poemas. No me digas que no sabés quién es.
-Lo conozco de nombre,
por supuesto. Nunca vi nada de él.
-Tiene cosas geniales.
Pero no pinta más. Lo último que expuso en Losada fueron unos dibujos muy bien
hechos y un AUTORRETRATO TAMAÑO SOBRENATURAL. Porque te juro que ni los
tiranosauros debían tener tanta egolatría. Y vamos a aclarar: unas cosas muy
bien hechas y con unos colorcitos muy lindos, pero de un naturalismo to-tal.
Después de tanto joder con el Guernica y la abstracción. Hasta en la Unión
Soviética anduvo dando línea. Y aquí en la UAPC siempre tenías que trillar por
donde a él se le antojara. Por favor. Ahora se le debe ocurrido resistir al
fascismo escribiendo el Romancero solisense.
Una
semana después entro al mismo boliche acompañando a un amigo-camarada para cambiar
ideas con un pintor interesado en co-fundar una revista cultural: encontramos a
Espínola Gómez con aire de cabalgar al paso aunque embutido en un saco de pana
azul eléctrico que parece sosegarlo como un amable uniforme de fuerza: Espínola
se acaricia la melena y pregunta sonriendo si por casualidad yo no era el que
había estado sentado con una pintora conocida suya la semana anterior en la
mesa de la otra ventana: Bueno entonces andamos coincidiendo murmura.
-Qué raro que esté solo
-dijo la pintora, abriendo la cartera para sacar plata y guardar los
cigarrillos. -Ahora nomás empieza a caer la pendejada a escucharlo divagar. La
pendejada o alguna mina de turno. Porque a él lo obsesiona coleccionar mujeres,
entre otros objetos no desperdiciables.
Y
después que esbozamos un anteproyecto para la revista y marcamos fecha de
reunión con otra gente Espínola nos cuenta que en noviembre expondrá en Galería
Losada una serie de grandes paisajes muy depurados y sin detalles particularizantes.
Lo que me importa es esa satinación que tienen los días más nítidos del otoño
nos explica entornando los ojos en dirección al ventanal hoy lluvioso y yo siento
que una brizna de esperanza se me hunde humosamente en la melancolía.
Y en el momento de
irnos el hombre de mirada cabalgadora reconoció de golpe a la pintora-muñeca y
alzó una mano rotunda para saludarla.
-Yo me quedo un rato
más -me dijo la mujer sin mirarme, y se contoneó hasta la mesa del Peludo como
si caminara por una pasarela de modelos puntaesteña.
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