21/4/17

LOS RECOVECOS DE MANUEL MIGUEL

Desbocada reinvención de la vida de Manuel Espínola Gómez.

Hugo Giovanetti Viola

Primera edición: Caracol al Galope, 1999.
Primera edición WEB: elMontevideano Laboratorio de Artes, 2016.



CUADRAGESIMOPRIMERA ENTREGA



DÉCIMA PUERTA: INTERRUPCIONES (4)




¿Puedo entrar en su redondel lumínico? -arremetió Isabelino Pena.

-Ya está adentro -fabricó una trompa más sangrienta que obscena la Mermelada.

-¿Usted se arriesgaría a afirmar que soy un detective de verdad?

-Mire, señor: si yo veo un tipo por la calle vestida con una camiseta amarilla y negra a rayas que tiene un bruto 2 blanco en la espalda me doy cuenta de que está disfrazado de back derecho de Peñarol. Eso es lo único que me arriesgaría a afirmar.

Ahora fue Manolo el que festejó el diálogo con un espesamiento facial amendoliano y yo le agarré un hombro al viejito y murmuré:

-No dé pelota. Es satánica. Se lo aseguro yo: Gárgola made in France.

--SATÁNICA TU MADRE!!!! -me oyó la Mermelada. -¿Usted cree que no sé que este quijotín disfrazado de detective es un pobre jubilado que se piró leyendo novelas policiales y se dedicó a imitar a Humphrey Bogart?

-A Philip Marlowe -la corrigió con humildad Isabelino Pena.

-¿Y usted cree que además no sé que este pitufo de Blancanieves es un personaje de sus novelas oportunistamente resucitado para poder zafar a una trama-colcha-de-retazos?

Me asusté. Entonces la vieja se acomodó la capelina aviborando una ceja a lo Bacall y me dio el tiro de gracia:

-Yo también soy un personaje de sus novelas. Pero en la actualidad no puede reconocerme. Ni darme órdenes, por supuesto.



-Che loco -se incorpora Manolo. -Mejor nos vamos sin comer el postre. A mí ya me tienen podrido los uruguayos con estas discusiones. Y además tengo al esquizofrénico azul esperándome en el museo. Y la presión oscilante, qué joder. Uno viene a pasar un rato como la gente y terminan todos a las patadas.

-Me disculpo con el cuore en la mano -sonríe la Mermelada. -¿Aceptarían los caballeros ser alcanzados hasta el museo en mi limusina blanca?

-Dejesé de embromar -espanta la humareda Manolo. -A mí siempre me intrigó saber cómo se vería la ciudad desde uno de esos bichos. Pero si maneja usted ni soñar.

La momia le ofrece un brazo a Manolo y otro al detective pero me mira a mí cuando explica con las pecosas arrugas incendiadas:

-Moby Dick se maneja sola, señores. No tengan miedo, que van del brazo de la Secretaria General de Yemanjá del Mar Dulce. ¿No te suena ese nombre, Cézanne de cuarta?



La limusina era idéntica a la de Ray De Deus y estaba estacionada entre el Tasende y la antigua Casa de Gobierno remodelada por Manolo. Acabábamos de repechar Florida a paso de entierro, aunque durante las dos cuadras me mantuve varios metros detrás del trío formado por la Mermelada y los dos Hombres Nuevos. Ellos casi flotaban agarrados del brazo de la momia, y yo sólo podía arrastrarme contemplando los plátanos polifocalistamente hinchados por las luces de mercurio.

Padre mío iba rezando, con superlucidez de borracho: Sólo vos y yo sabemos que desde que nací cargo todo el sufrimiento del mundo en los huesitos y ya no puedo más. Agradezco tu gracia pero la pido sólo para ellos: te doy todos los huesitos por la gracia de todos. Y alcanza.



-Digamé: ¿Moby Dick tiene refrigeración? -le pregunta fatigadamente Manolo a la Mermelada. -Porque a mí no me importa que no tenga chofer, si funciona como la gente. Pero sería fenomenal darse una refrescada antes de meter el hocico en el calorón del museo. Acá las lluviecitas de verano son más inútiles que las inquietudes culturales de los políticos.

-Esperemos que con el nuevo gobierno se puedan terminar el ex-Estévez y el museo -fabrica una trompa / semáforo se asentimiento la momia, y el detective da un paso atrás empalmando la pipa y me desliza una seña del dos.

-Ah: yo hasta que no lo vea no lo creo -se protege igual que un golero el Viejo. -Subí vos primero, petiso.

-No. Yo me tomo un 142 por acá nomás -murmuro. -Mañana tengo que escribir temprano.

-Yo sí los acompaño -se encorva ardillescamente Isabelino Pena. -A ver si Manolo me presenta al esquizofrénico azul y charlamos un rato sobre Van Gogh.


-Eso ni se lo sueñe -sentencia el Viejo, serio.

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