ENCUENTRO CON LA SOMBRA
(El poder del lado oscuro de la
naturaleza humana)
Carl
G. Jung / Joseph Campbell
ll
/ Marie-Louise von Franz / Robert Bly / Ken Wilber / Nathaniel Branden / Sam
Keen / Larry Dossey / Rollo May
/ M. Scott Peck / James Hillman / John Bradshaw y otros.
Edición
a cargo de Connie Zweig y Jeremia Abrams.
CIENTOSEPTUAGÉSIMA
ENTREGA
NOVENA PARTE
EL TRABAJO CON LA SOMBRA: CÓMO
ILUMINAR LA OSCURIDAD
MEDIANTE LA TERAPIA, LOS RELATOS Y
LOS SUEÑOS
40: CÓMO APRENDER A RELACIONARNOS
CON EL MAL (3)
Liliane Frey-Rohn (3)
Contrariamente
a la opinión generalizada de que la conciencia de la sombra atrae y acentúa el
mal frecuentemente nos encontramos con que ocurre exactamente lo contrario, El
conocimiento de nuestra sombra personal constituye el requisito fundamental de
cualquier acción responsable y, consecuentemente, resulta imprescindible para
tratar de atenuar la oscuridad moral del mundo. Lo que estamos diciendo no es
sólo aplicable a la sombra personal sino que también es extensible a la sombra
colectiva, a la figura arquetípica del adversario que sirve para equilibrar el
consenso colectivo de un determinado momento histórico. Así pues, la toma de
conciencia de la sombra arquetípica no sólo resulta primordial para la
realización del individuo sino que constituye un elemento fundamental para la
transformación de los impulsos colectivos de los que depende la conservación de
la vida individual y grupal. El individuo no puede desvincularse por completo
de la vida social y la responsabilidad
hacia uno mismo siempre implica la responsabilidad hacia la totalidad.
Podríamos afirmar incluso que, en la medida que el individuo sea más
consciente, la sociedad se beneficiará porque la reconciliación con nuestro adversario
arquetípico nos sensibiliza los problemas de la moral colectiva y nos permite
anticiparnos a los nuevos valores emergentes.
Pero
no basta con tomar conciencia del conflicto moral porque la relación con la
sombra nos obliga a elegir entre dos opuestos mutuamente excluyentes y a
reconocerlos en nuestra vida consciente. Para resolver este problema el
individuo dispone de tres métodos diferentes: renunciar a un aspecto en favor
del otro; abstenerse de los dos o buscar una solución satisfactoria para ambas
facetas. Las dos primeras alternativas no precisan mayor discusión, la tercera,
por su parte, parece imposible. Si la lógica nos enseña que tertium non datur ¿cómo podemos
reconciliar dos opuestos tan dispares como el bien y el mal? La única forma
posible de reconciliar los opuestos consiste en “trascenderlos”, es decir, en
llevar el problema a un nivel superior en el que las contradicciones puedan
resolverse. En este sentido, si una persona, por ejemplo, consigue
desidentificarse de los opuestos podrá verificar que la misma naturaleza
interviene para ayudarle. Todo depende, en última instancia, de nuestra actitud
personal. Cuanto más nos liberemos de los principios rígidos e inmutables y
cuanto más dispuestos nos hallemos a sacrificar la voluntad del ego, más
oportunidades tendremos de vernos conmovidos por algo superior al ego. Entonces
experimentaremos una especie de libertad interna, un estado que se halla -por utilizar
la expresión nietzscheana- “más allá del bien y del mal”. En términos
psicológicos podríamos decir que la renuncia a la voluntad egoica intensifica
la energía de nuestro inconsciente y reactiva todos sus símbolos. En términos
religiosos diríamos que se trata de una crucifixión -a la que sigue una
resurrección- en la que la voluntad del ego se unifica con la voluntad de Dios
ya que, desde cierto punto de vista, el sacrificio voluntario es la condición sin qua non de la salvación. Al mismo
tiempo también tiene lugar una transformación paralela en lo símbolos del bien
y del mal en la que el bien pierde algo de su bondad y el mal algo de su
maldad. De este modo, en la medida en que crece la “luz” de la conciencia se
disipan también las tinieblas que oscurecen el alma. Entonces aparecerán nuevos
símbolos que expresan la reconciliación de los opuestos, por ejemplo, los
símbolos de la cruz, del Tai-chi-tu y
de la Flor de Oro cuya emergencia aporta al individuo una nueva comprensión del
conflicto, una neutralización de los opuestos y una transformación de la imagen
de Dios que siempre tiene un efecto liberador sobre el alma y que transfigura
completamente nuestra personalidad consciente y la personalidad de nuestra
sombra. El mal -ya sea una enfermedad, un desorden externo, la pérdida del
sentido de la vida p un impulso inmoral- constituye un poderoso factor curativo
que nos ayuda a reconciliar nuestra individualidad con el núcleo central de
nuestro ser, el Yo, la imagen de la Divinidad. Quien logre esta reconciliación
no sólo se abrirá a lo creativo sino que también experimentará la tensión entre
los opuestos de un modo nuevo y más positivo, recuperando, al mismo tiempo, su
capacidad de decisión y de acción.
* * *
Aplícate
tu propio bálsamo
Proclama
por doquier tu enfermedad.
Eso
te restablecerá.
Cuanto
más emplees este tratamiento
más
digno y más sabio te harás.
Y
recuerda que, si crees que en este momento
no
tienes ningún defecto
te
convertirás de inmediato
en
el artífice de tu propia desgracia.
RUMI
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