17/7/17


ENCUENTRO CON LA SOMBRA

(El poder del lado oscuro de la naturaleza humana)

Carl G. Jung / Joseph Campbell

ll / Marie-Louise von Franz / Robert Bly / Ken Wilber / Nathaniel Branden / Sam Keen / Larry Dossey / Rollo May / M. Scott Peck / James Hillman / John Bradshaw y otros.

Edición a cargo de Connie Zweig y Jeremia Abrams.                                                    



CIENTOSEPTUAGÉSIMA ENTREGA



NOVENA PARTE



EL TRABAJO CON LA SOMBRA: CÓMO ILUMINAR LA OSCURIDAD
MEDIANTE LA TERAPIA, LOS RELATOS Y LOS SUEÑOS



40: CÓMO APRENDER A RELACIONARNOS CON EL MAL (3)

Liliane Frey-Rohn (3)


Contrariamente a la opinión generalizada de que la conciencia de la sombra atrae y acentúa el mal frecuentemente nos encontramos con que ocurre exactamente lo contrario, El conocimiento de nuestra sombra personal constituye el requisito fundamental de cualquier acción responsable y, consecuentemente, resulta imprescindible para tratar de atenuar la oscuridad moral del mundo. Lo que estamos diciendo no es sólo aplicable a la sombra personal sino que también es extensible a la sombra colectiva, a la figura arquetípica del adversario que sirve para equilibrar el consenso colectivo de un determinado momento histórico. Así pues, la toma de conciencia de la sombra arquetípica no sólo resulta primordial para la realización del individuo sino que constituye un elemento fundamental para la transformación de los impulsos colectivos de los que depende la conservación de la vida individual y grupal. El individuo no puede desvincularse por completo de la vida social y la responsabilidad hacia uno mismo siempre implica la responsabilidad hacia la totalidad. Podríamos afirmar incluso que, en la medida que el individuo sea más consciente, la sociedad se beneficiará porque la reconciliación con nuestro adversario arquetípico nos sensibiliza los problemas de la moral colectiva y nos permite anticiparnos a los nuevos valores emergentes.


Pero no basta con tomar conciencia del conflicto moral porque la relación con la sombra nos obliga a elegir entre dos opuestos mutuamente excluyentes y a reconocerlos en nuestra vida consciente. Para resolver este problema el individuo dispone de tres métodos diferentes: renunciar a un aspecto en favor del otro; abstenerse de los dos o buscar una solución satisfactoria para ambas facetas. Las dos primeras alternativas no precisan mayor discusión, la tercera, por su parte, parece imposible. Si la lógica nos enseña que tertium non datur ¿cómo podemos reconciliar dos opuestos tan dispares como el bien y el mal? La única forma posible de reconciliar los opuestos consiste en “trascenderlos”, es decir, en llevar el problema a un nivel superior en el que las contradicciones puedan resolverse. En este sentido, si una persona, por ejemplo, consigue desidentificarse de los opuestos podrá verificar que la misma naturaleza interviene para ayudarle. Todo depende, en última instancia, de nuestra actitud personal. Cuanto más nos liberemos de los principios rígidos e inmutables y cuanto más dispuestos nos hallemos a sacrificar la voluntad del ego, más oportunidades tendremos de vernos conmovidos por algo superior al ego. Entonces experimentaremos una especie de libertad interna, un estado que se halla -por utilizar la expresión nietzscheana- “más allá del bien y del mal”. En términos psicológicos podríamos decir que la renuncia a la voluntad egoica intensifica la energía de nuestro inconsciente y reactiva todos sus símbolos. En términos religiosos diríamos que se trata de una crucifixión -a la que sigue una resurrección- en la que la voluntad del ego se unifica con la voluntad de Dios ya que, desde cierto punto de vista, el sacrificio voluntario es la condición sin qua non de la salvación. Al mismo tiempo también tiene lugar una transformación paralela en lo símbolos del bien y del mal en la que el bien pierde algo de su bondad y el mal algo de su maldad. De este modo, en la medida en que crece la “luz” de la conciencia se disipan también las tinieblas que oscurecen el alma. Entonces aparecerán nuevos símbolos que expresan la reconciliación de los opuestos, por ejemplo, los símbolos de la cruz, del Tai-chi-tu y de la Flor de Oro cuya emergencia aporta al individuo una nueva comprensión del conflicto, una neutralización de los opuestos y una transformación de la imagen de Dios que siempre tiene un efecto liberador sobre el alma y que transfigura completamente nuestra personalidad consciente y la personalidad de nuestra sombra. El mal -ya sea una enfermedad, un desorden externo, la pérdida del sentido de la vida p un impulso inmoral- constituye un poderoso factor curativo que nos ayuda a reconciliar nuestra individualidad con el núcleo central de nuestro ser, el Yo, la imagen de la Divinidad. Quien logre esta reconciliación no sólo se abrirá a lo creativo sino que también experimentará la tensión entre los opuestos de un modo nuevo y más positivo, recuperando, al mismo tiempo, su capacidad de decisión y de acción.


*  *  *


Aplícate tu propio bálsamo
Proclama por doquier tu enfermedad.
Eso te restablecerá.
Cuanto más emplees este tratamiento
más digno y más sabio te harás.
Y recuerda que, si crees que en este momento
no tienes ningún defecto
te convertirás de inmediato
en el artífice de tu propia desgracia.


RUMI

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