SAN
JUAN DE LA CRUZ
CÁNTICO
ESPIRITUAL
TERCERA ENTREGA
(Primera redacción
según el Ms. De Sanlúcar de Barrameda)
COMIENZA LA DECLARACIÓN
DE LAS CANCIONES ENTRE EL ALMA Y EL ESPOSO
CANCIÓN
1.ª
¿Adónde
te escondiste,
Amado,
y me dejaste con gemido?
Como
el ciervo huiste,
habiéndome
herido;
salí
tras ti clamando, y eras ido.
1 / En esta primera
canción, el alma enamorada del Verbo Hijo de Dios, deseando unirse con Él por
clara y esencial visión, propone sus ansias de amor, querellándose a Él de la
ausencia, mayormente que -estando ella herida de su amor, por el cual ha salido
de todas las cosas y de sí misma- todavía haya de padecer la ausencia de su
amado, no desatándola ya de la carne mortal para poderle gozar con gloria de
eternidad. Y ansí, dice:
¿Adónde
te escondiste?
2 / Y es como si
dijera: “Verbo, Eposo mío, muéstrame el lugar do estás escondido.” En lo cual
le pide la manifestación de su divina esencia; porque el lugar do está
escondido el Hijo de Dios es, como dice San Juan (1,18), “el seno del Padre”,
que es la esencia divina, la cual es ajena y escondida de todo ojo mortal y de
todo entendimiento. Lo cual quiso decir Isaías (45,15) cuando dijo: “Verdaderamente
tú eres Dios escondido”. Donde es de
notar que, por grandes comunicaciones y presencias y altas y subidas noticias
de Dios que una alma en esta vida tenga, no es aquello esencialmente Dios, ni
tiene que ver con Él, porque todavía, en la verdad, le está al alma escondido,
y siempre le conviene al alma sobre todas esas grandezas tenerle por escondido
y buscarle escondido, diciendo: “¿Adónde te escondiste?”. Porque ni la alta
comunicación y presencia sensible es más testimonio de su presencia, ni su
sequedad y carencia de todo eso en el alma es menos testimonio de su presencia
en ella. Por lo cual dice el profeta Job (9,11): “Si viniere a mí (es a saber,
Dios), no le veré; y si se fuere, no lo entenderé.” En lo cual se ha de
entender que, si el alma sintiere grande comunicación o noticia de Dios u otro
algún sentimiento, no por eso se ha de persuadir a que aquello sea tener más a
Dios o estar más en Dios, ni tampoco que aquello que siente o entiende sea
esencialmente Dios, aunque más ello sea; y que, si todas esas comunicaciones
sensibles e inteligibles le faltaren, no
ha de pensar que por eso le falta Dios, pues que realmente ni por lo uno puede
saber de cierto estar en su gracia, ni por lo otro estar fuera de ella,
diciendo el Sabio (Eccl. 9,1): “Ningún hombre mortal puede saber si es digno de
gracia o aborrecimiento de Dios. De manera que el intento de la alma en este
presente verso no es pedir sólo la devoción afectiva y sensible, en que no hay
certeza ni claridad de la posesión graciosa de el Esposo en esta vida, sino
también la presencia y clara visión de su esencia, con que desea estar
certificada y satisfecha en la gloria.
3 / Esto mismo quiso
decir la esposa en los Cantares divinos cuando, deseando la unión y junta de la
divinidad en el verbo Esposo suyo, la pidió al Padre, diciendo: “Muéstrame
dónde te apacientes, y dónde te recuestes al mediodía” (1,6). Porque, en
pedirle dónde “se apacentaba”, era pedir le mostrase la esencia de el Verbo divino,
porque el Padre no se gloria ni apacienta en otra cosa que en el Verbo, su
único Hijo, en el cual se recuesta, comunicándole toda su esencia “al mediodía”,
que es en la eternidad, donde siempre le engendra. Este pasto, pues, donde el
Padre se apacienta, y este lecho florido de el verbo divino, donde se recuesta,
escondido de toda criatura mortal, pide aquí el alma esposa cuando dice: “¿Adónde
te escondiste?”.
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