17/7/17

SAN JUAN DE LA CRUZ

CÁNTICO ESPIRITUAL

TERCERA ENTREGA

(Primera redacción según el Ms. De Sanlúcar de Barrameda)



COMIENZA LA DECLARACIÓN DE LAS CANCIONES ENTRE EL ALMA Y EL ESPOSO



CANCIÓN 1.ª

¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.



1 / En esta primera canción, el alma enamorada del Verbo Hijo de Dios, deseando unirse con Él por clara y esencial visión, propone sus ansias de amor, querellándose a Él de la ausencia, mayormente que -estando ella herida de su amor, por el cual ha salido de todas las cosas y de sí misma- todavía haya de padecer la ausencia de su amado, no desatándola ya de la carne mortal para poderle gozar con gloria de eternidad. Y ansí, dice:

¿Adónde te escondiste?


2 / Y es como si dijera: “Verbo, Eposo mío, muéstrame el lugar do estás escondido.” En lo cual le pide la manifestación de su divina esencia; porque el lugar do está escondido el Hijo de Dios es, como dice San Juan (1,18), “el seno del Padre”, que es la esencia divina, la cual es ajena y escondida de todo ojo mortal y de todo entendimiento. Lo cual quiso decir Isaías (45,15) cuando dijo: “Verdaderamente tú eres Dios escondido”. Donde es de notar que, por grandes comunicaciones y presencias y altas y subidas noticias de Dios que una alma en esta vida tenga, no es aquello esencialmente Dios, ni tiene que ver con Él, porque todavía, en la verdad, le está al alma escondido, y siempre le conviene al alma sobre todas esas grandezas tenerle por escondido y buscarle escondido, diciendo: “¿Adónde te escondiste?”. Porque ni la alta comunicación y presencia sensible es más testimonio de su presencia, ni su sequedad y carencia de todo eso en el alma es menos testimonio de su presencia en ella. Por lo cual dice el profeta Job (9,11): “Si viniere a mí (es a saber, Dios), no le veré; y si se fuere, no lo entenderé.” En lo cual se ha de entender que, si el alma sintiere grande comunicación o noticia de Dios u otro algún sentimiento, no por eso se ha de persuadir a que aquello sea tener más a Dios o estar más en Dios, ni tampoco que aquello que siente o entiende sea esencialmente Dios, aunque más ello sea; y que, si todas esas comunicaciones sensibles  e inteligibles le faltaren, no ha de pensar que por eso le falta Dios, pues que realmente ni por lo uno puede saber de cierto estar en su gracia, ni por lo otro estar fuera de ella, diciendo el Sabio (Eccl. 9,1): “Ningún hombre mortal puede saber si es digno de gracia o aborrecimiento de Dios. De manera que el intento de la alma en este presente verso no es pedir sólo la devoción afectiva y sensible, en que no hay certeza ni claridad de la posesión graciosa de el Esposo en esta vida, sino también la presencia y clara visión de su esencia, con que desea estar certificada y satisfecha en la gloria.



3 / Esto mismo quiso decir la esposa en los Cantares divinos cuando, deseando la unión y junta de la divinidad en el verbo Esposo suyo, la pidió al Padre, diciendo: “Muéstrame dónde te apacientes, y dónde te recuestes al mediodía” (1,6). Porque, en pedirle dónde “se apacentaba”, era pedir le mostrase la esencia de el Verbo divino, porque el Padre no se gloria ni apacienta en otra cosa que en el Verbo, su único Hijo, en el cual se recuesta, comunicándole toda su esencia “al mediodía”, que es en la eternidad, donde siempre le engendra. Este pasto, pues, donde el Padre se apacienta, y este lecho florido de el verbo divino, donde se recuesta, escondido de toda criatura mortal, pide aquí el alma esposa cuando dice: “¿Adónde te escondiste?”.

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