LA VUELTA DE DON VERÍDICO
DECIMOSEPTIMA
ENTREGA
EL DEL TOMATE
Hombre que supo ser
asunto serio para la tierra, aura que dice, Numeraldo Genuino, el casau con
Trémula Regada, mujer más difícil que fumar abajo e la ducha.
Numeraldo era loco por la
tierra, y por los tomates. Primero había sido loco por las espinacas, porque le
habían dicho que las espinacas tienen mucho fierro. Un año plantó un campo de
espinacas pa ver si el fierro le daba pa hacerse un tractor. Pero no hubo caso.
Como la espinaca merma mucho, apenas si le dio pa una carretilla. Bonita
carretilla, pero pa nada más.
Por ahí fue que descubrió
el tomate. En un baile lo descubrió. Taba bailando de lo más acaramelado con
una moza, cuando el tomate le pasó zumbando una oreja y se le fue a estrellar
en la nuca a un pelau que estaba por decir un discurso. Nunca se supo quién lo
tiró, pero por la puntería tiene que haber sido un especialista en el tiro del
tomate. No le desperdició ni una semilla.
¡Se ha reído tanto la
gente de aquel tomatazo, que Numeraldo se enamoró del tomate porque nunca había
visto nada tan divertido!
Al otro día se lo dijo a
la mujer; sin parar de reírse fue que se lo dijo:
-Mirá Trémula -le dijo-,
pa mí, si hay algo que alegra la vida es el tomate. Así que vamo a plantar.
¡Ha plantau tanto tomate
aquel crestiano, que era una tremendidá! El campo, todo tomatera, alrededor del
rancho todo tomatera, abajo del catre todo tomatera. Y pa sostener las
tomateras, terminó con todos los cañaverales del pago. Cada tomatera con su
caña y su cintita de trapo, con una moñita, porque además de prolijo era
vistoso pal tomate.
Pa la cosecha de tomates
vino gente de lejos pa darle una mano. ¡Levantaron las montañas de cajones de
tomates! Miraba las pilas de cajones, y se doblaba de risa porque se acordaba
del tomatazo como si lo estuviera viendo.
Sábado a la noche, salió
con diez cajones pa vender en la puerta de los bailes, cosa de hacerse la
panzada viendo tirar tomates.
El único tomate que
vendió, fue a una vieja que lo precisaba pa curar una picadura de bicho peludo.
Como naides le compraba, empezó a regalar. Como naides tiraba ni regalado, tiró
él. El primero y único tomate que tiró, se lo embocó justito en la frente a un
sargento que había dentrau al baile a tomarse una copita. Eso sí; no le
desperdició una semillla. Se lo colocó abajo e la visera de la gorra, y si no
le chorreó hasta el ombligo fue por culpa del bigote que rejuntó mucho.
Cuando lo largaron, como
a la semana, cayó por el boliche El Resorte.
El tape Olmedo fue el que
le preguntó cómo andaban esos tomates.
-¿Cómo andan esos tomates
don Numeraldo? -le dijo.
El otro precisó varias
cañitas pa contar toda su desgracia. Contó lo de las tomateras, lo del
tomatazo, lo de la vieja del bicho peludo, lo del sargento bigotudo, y casi en
un llanto terminó diciendo:
-¡Pa pior… no sé qué
hacer con tanto tomate!
El tape Olmedo lo
aconsejó:
-Y… si no están muy
maduros, lo que puede hacer es ensalada de tomate.
Numeraldo Genuino dijo
que tenía cuatrocientos cajones de tomates, y que el tomate en ensalada le
pateaba el hígado, y que ya estaban muy maduros.
-Si están muy maduros
-aconsejó de nuevo el tape-, lo mejor que puede hacer es salsa de tomate. Hace
salsa e tomate y se caga e risa.
-Sí… pero es mucho tomate
pa hacerlo todo salsa e tomate!
-¡Y bueno… haga nada más
que la mitá!
Numeraldo se quedó pensando,
le pegó un buche a su vasito de caña, y negando con la cabeza contestó:
-Sí, pero… con la otra
mitá e los tomates, ¿qué hago?
Ya fastidiado el tape lo
aconsejó por última vez:
-¡Y con la otra mitá e
los tomates haga zapallo en almíbar!
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