18/1/18


LA VUELTA DE DON VERÍDICO


DECIMOSEPTIMA ENTREGA


EL DEL TOMATE


Hombre que supo ser asunto serio para la tierra, aura que dice, Numeraldo Genuino, el casau con Trémula Regada, mujer más difícil que fumar abajo e la ducha.


Numeraldo era loco por la tierra, y por los tomates. Primero había sido loco por las espinacas, porque le habían dicho que las espinacas tienen mucho fierro. Un año plantó un campo de espinacas pa ver si el fierro le daba pa hacerse un tractor. Pero no hubo caso. Como la espinaca merma mucho, apenas si le dio pa una carretilla. Bonita carretilla, pero pa nada más.


Por ahí fue que descubrió el tomate. En un baile lo descubrió. Taba bailando de lo más acaramelado con una moza, cuando el tomate le pasó zumbando una oreja y se le fue a estrellar en la nuca a un pelau que estaba por decir un discurso. Nunca se supo quién lo tiró, pero por la puntería tiene que haber sido un especialista en el tiro del tomate. No le desperdició ni una semilla.


¡Se ha reído tanto la gente de aquel tomatazo, que Numeraldo se enamoró del tomate porque nunca había visto nada tan divertido!


Al otro día se lo dijo a la mujer; sin parar de reírse fue que se lo dijo:


-Mirá Trémula -le dijo-, pa mí, si hay algo que alegra la vida es el tomate. Así que vamo a plantar.


¡Ha plantau tanto tomate aquel crestiano, que era una tremendidá! El campo, todo tomatera, alrededor del rancho todo tomatera, abajo del catre todo tomatera. Y pa sostener las tomateras, terminó con todos los cañaverales del pago. Cada tomatera con su caña y su cintita de trapo, con una moñita, porque además de prolijo era vistoso pal tomate.


Pa la cosecha de tomates vino gente de lejos pa darle una mano. ¡Levantaron las montañas de cajones de tomates! Miraba las pilas de cajones, y se doblaba de risa porque se acordaba del tomatazo como si lo estuviera viendo.


Sábado a la noche, salió con diez cajones pa vender en la puerta de los bailes, cosa de hacerse la panzada viendo tirar tomates.


El único tomate que vendió, fue a una vieja que lo precisaba pa curar una picadura de bicho peludo. Como naides le compraba, empezó a regalar. Como naides tiraba ni regalado, tiró él. El primero y único tomate que tiró, se lo embocó justito en la frente a un sargento que había dentrau al baile a tomarse una copita. Eso sí; no le desperdició una semillla. Se lo colocó abajo e la visera de la gorra, y si no le chorreó hasta el ombligo fue por culpa del bigote que rejuntó mucho.


Cuando lo largaron, como a la semana, cayó por el boliche El Resorte.


El tape Olmedo fue el que le preguntó cómo andaban esos tomates.


-¿Cómo andan esos tomates don Numeraldo? -le dijo.


El otro precisó varias cañitas pa contar toda su desgracia. Contó lo de las tomateras, lo del tomatazo, lo de la vieja del bicho peludo, lo del sargento bigotudo, y casi en un llanto terminó diciendo:


-¡Pa pior… no sé qué hacer con tanto tomate!


El tape Olmedo lo aconsejó:


-Y… si no están muy maduros, lo que puede hacer es ensalada de tomate.


Numeraldo Genuino dijo que tenía cuatrocientos cajones de tomates, y que el tomate en ensalada le pateaba el hígado, y que ya estaban muy maduros.


-Si están muy maduros -aconsejó de nuevo el tape-, lo mejor que puede hacer es salsa de tomate. Hace salsa e tomate y se caga e risa.


-Sí… pero es mucho tomate pa hacerlo todo salsa e tomate!


-¡Y bueno… haga nada más que la mitá!


Numeraldo se quedó pensando, le pegó un buche a su vasito de caña, y negando con la cabeza contestó:


-Sí, pero… con la otra mitá e los tomates, ¿qué hago?


Ya fastidiado el tape lo aconsejó por última vez:



-¡Y con la otra mitá e los tomates haga zapallo en almíbar!

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