19/1/19


ABBAS KIAROSTAMI
“LA INNOVACIÓN EN EL CINE DEBE BUSCARSE EN LOS CORTOMETRAJES Y EN LAS OBRAS NOVEL”
por Benoit Pavan
(Festival de Cannes / 13-2-2018).

Poeta, pintor, fotógrafo... A los 73 años, Abbas Kiarostami es un director cuyo talento no sólo se expresa en la pantalla. Sin embargo, es a través de la dirección que el cineasta iraní se consagró ante los ojos del mundo. Figura emblemática de un cine de autor libre e innovador, miembro de la "nouvelle vague" iraní, irrumpió en los años 70 y en 1997 se alzó con la Palme d'Or en Cannes con El sabor de las cerezas. Este año, preside el jurado de la Cinéfondation y de los cortometrajes. Aquí evoca sus primeros pasos en el mundo del cine.


¿Cómo era como joven director?


Diría que el único punto en común con los directores jóvenes de la época era la juventud. No cursé estudios de cine. No era mi destino. Estudié pintura pero finalmente no me convertí en pintor. Más adelante, llegó un día en que me di cuenta de que el cine sería un refugio idóneo para mí y que las películas serían el medio mediante el cual podría expresarme mejor.


¿Qué recuerdo conserva de sus inicios detrás de las cámaras?


Mi primera película fue extremadamente difícil de hacer. Por suerte, cosechó un gran éxito y obtuvo un reconocimiento general. Para mí, sin embargo, aquello no significó que iba a convertirme en cineasta. Creía que iba a cerrarse ese capítulo y que no habrían más películas. No obstante, acabé haciendo muchas más. Cuando rodé mi primer largometraje, me dije que debía tomar una decisión y que ser cineasta era mi profesión. En aquella primera película, me encontré con dos tipos de públicos: un primero, formado por personas a las que les gustaban mis películas, y un segundo, más amplio, compuesto por personas que las odiaban. Sigue siendo el caso a día de hoy.


¿Qué cualidades debe reunir una obra novel para tener éxito?


Lo que me hizo pensar que mi primera película había sido un éxito fue que obtuvo el reconocimiento en un festival y que le concedieron el premio al mejor cortometraje. Para mí, ese era el baremo del éxito. Hoy en día, retrospectivamente, no creo que una buena película sea una obra que se lleva un premio. Tampoco creo que una buena película sea una obra que atrae a un público multitudinario o que recibe críticas positivas. Creo que el criterio determinante es el de la duración. Una buena película es una película que dura, que la historia considera que merece seguir estando presente. Ya no recuerdo quién fue que fijó ese plazo en treinta años. Esa persona dijo que era al cabo de treinta años cuando uno se da cuenta de la durabilidad de una película, cuando uno se da cuenta de si todavía existe o se ha desvanecido.


¿Qué importancia atribuye al cortometraje en la carrera de un director?


Son extremadamente importantes porque ofrecen al director la posibilidad de tener la audacia de experimentar. La personalidad de un director se siente en sus cortometrajes. En los largometrajes influyen necesariamente la sombra del productor y, por tanto, de la financiación, y el gusto del público. Son dos criterios que un director no puede ignorar. Un cortometraje es, por tanto, más importante porque es muy personal. La vanguardia, la innovación, debe buscarse en los cortometrajes y en las obras novel.


Háblenos del cine iraní. ¿Considera que respira buena salud?


Para hacer una fotografía actual del cine iraní, hay que hacer una distinción entre dos tipos de cine. Por un lado, existe un cine de Estado, financiado por este último. En Irán, existe un determinado número de cineastas que trabajan gracias al Estado y para el Estado. No tengo una opinión formada sobre estos directores ni espero gran cosa de ellos, en la medida en que solo son conocidos en Irán. Sus películas están destinadas a un consumo extremadamente local y concreto. Por otro lado, también existe un cine independiente que está floreciendo. Hoy en día, llegan de las provincias más apartadas del país cineastas desconocidos. Gracias a las posibilidades que les dan las nuevas tecnologías y a las pequeñas cámaras digitales, hacen películas de muy alta calidad. Mis esperanzas están depositadas en estos directores.


¿Qué queda de la Nouvelle Vague iraní de la que formó parte?


Habría que plantear esta pregunta a las nuevas generaciones. Son ellas las que podrían decir lo que han conservado y si existe un legado, una influencia. De todos modos, existe un hecho innegable: el cine y los cineastas de la época eran más libres de lo que lo son los que trabajan hoy en día en Irán. Teníamos el Kānun, ese instituto para el desarrollo de los niños y de los adolescentes. Su dirección nos daba carta blanca y no intervenía de ningún modo en nuestro trabajo. Se trata de una iniciativa bastante destacada que representó una influencia evidente sobre nuestro trabajo. Sin embargo, me parece que esta Nouvelle Vague no ha desaparecido. Estos cineastas de provincias alejadas de los que hablaba antes no han hecho otra cosa que renovarla sin cesar.


¿Qué espera todavía del cine?


No espero nada. La espera es algo propio de los jóvenes. Pero a pesar de no esperar nada, sigo trabajando. La esencia del cine se encuentra en la producción de imágenes. No pasa un mes sin que haga un cortometraje, una pequeña obra en vídeo o una fotografía. Quizás lo único que espero del cine hoy en día es haber tomado una nueva imagen antes de irme a la cama por la noche. Como un pescador que espera siempre atrapar algo cuando lanza sus redes.

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