ESTÉTICA DE LA CREACIÓN VERBAL
(siglo XXI editores / 1982)
Traducción de Tatiana Bubnova
NONAGESIMOCTAVA ENTREGA
EL PROBLEMA DEL AUTOR (10)
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/ 2 Tradición y estilo La crisis de autoría
puede seguir una dirección diferente. Se tambalea y se presenta como inesencial
la misma intención de la extraposición, del colocarse fuera; al autor se le
discute el derecho de estar fuera de la vida y de concluirla. Se inicia la
desintegración de todas las formas transgresivas estables (ante todo, en la
prosa, desde Dostoievski hasta Biely; para la lírica, la crisis de autoría
siempre tiene una importancia menor: Anneski, etc.); la vida se vuelve comprensible
y significativa tan sólo desde el interior, únicamente cuando la vivo en tanto
que yo, en la forma de la actitud hacia mí mismo, en categorías
valorativas de mi yo-para-mí: comprender significa vivenciar el objeto,
verlo con sus mismos ojos, negar la importancia de la extraposición con
respecto al objeto; todas las fuerzas que constituyen la vida desde el exterior
parecen faltas de importancia y gratuitas, se desarrolla una profunda
desconfianza a toda extraposición (la inmanentización de Dios relacionada con
este fenómeno en la religión, la psicologización de Dios y la religión, la
incomprensión de la Iglesia como institución externa, y en general la revaluación
de todo lo interior). La vida aspira a ensimismarse, y trata de destruirlas porque
no cree en la importancia y la bondad de una fuerza que actúe desde el
exterior; la no aceptación del punto de vista desde fuera. Por supuesto, de
esta manera se vuelve imposible la cultura de los límites, que es la
condición necesaria de un estilo seguro y profundo; la vida justamente no tiene
nada que hacer con las fronteras, porque todas las energías creadoras abandonan
los límites dejándolos a su propio destino. Una cultura estética es cultura de
los límites y por ello presupone una atmósfera de profunda confianza que abraza
la vida. La creación y elaboración segura y fundamentada de las fronteras externas
e internas, del hombre y de su mundo, suponen una solidez y seguridad de
la postura fuera de él, de la posición en que el espíritu puede permanecer
largamente en plena posesión de sus fuerzas y actuar libremente; está claro que
esto presupone una gran dosificación de la atmósfera de valores; cuando esta no
existe, cuando la extraposición resulta casual e inestable, cuando la
comprensión valorativa es totalmente inmanente a lo vivenciado (la vida
práctica y egoísta, la social, la moral, etc.), cuando el peso valorativo de la
vida se vivencia efectivamente al entrar en ella (cuando tiene lugar una
empatía), adoptamos su punto de vista viviéndola en la categoría del yo;
entonces no puede haber una permanencia valorativamente prolongada y creativa
en las fronteras entre el hombre y la vida, entonces tan sólo se puede imitar
al hombre y a la vida (utilizar negativamente los momentos transgredientes). La
utilización negativa de los momentos transgredientes (excedente de visión, de
conocimiento y de evaluación) que tiene lugar en la sátira y en lo cómico
(pero, por supuesto, no en lo humorístico), se determina mayormente por la
sustancia excepcional de una vida vivida valorativamente desde el interior
(vida moral, social, etc.) y por la disminución de la importancia (o incluso
por una completa desvalorización) de la extraposición valorativa, por la
pérdida de todo aquello que fundamentaba y afirmaba la extraposición y, por consiguiente,
de la apariencia de la vida fuera del sentido; esta última se vuelve absurda,
es decir, se define negativamente con respecto a un sentido potencial
extraestético (en una conclusión positiva, la apariencia que está más allá del
sentido adquiere un valor estético). El momento transgrediente de la vida se
organiza por la tradición (apariencia externa, maneras, etc., vida cotidiana,
etiqueta, etc..) el decaimiento de la tradición pone de manifiesto su falta de
sentido, la vida rompe todas las formas desde el interior. En el romanticismo, la imagen se construye
con base en el oxímoron: una contradicción subrayada entre lo interior y lo
exterior, entre posición social y esencia, entre un contenido infinito y la
encarnación finita. No hay nada que hacer con la apariencia del hombre y de la
vida, no hay posición fundamentada para su estructuración. El estilo como un
cuadro unitario y concluido de la apariencia del mundo: combinación del hombre
exterior, de su vestimenta y modales con el ambiente. La visión del mundo
organiza los actos (desde el interior, todo puede ser comprendido como acto), le
da unidad a la orientación semántica progresiva de la vida que es unidad de
responsabilidad, unidad de la superación propia de la vida; el estilo confiere
unidad a la apariencia transgrediente del mundo, a su reflejo hacia el
exterior, a su orientación hacia afuera, a sus fronteras (elaboración y
combinación de las fronteras). La visión del mundo organiza y une el campo de
visión del hombre, el estilo organiza y une el entorno. Un análisis más
detallado del uso negativo de los momentos transgredientes del excedente (ridiculización
mediante la existencia) en la sátira y en lo cómico, así como la situación del
humorismo, rebasa los límites de nuestro trabajo.
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