BIBI ANDERSSON (1935-2019): LA MÁS MARAVILLOSA DE LAS MUSAS DE BERGMAN
por Marcos Villasmil
(AMÉRICA 2.1 / 19-4-2019)
Un rasgo que sin duda es mencionado con frecuencia del legendario
cineasta y dramaturgo sueco Ingmar Bergman es la extraordinaria calidad, complejidad y
profundidad de sus actores. Bibi Andersson es
una de las más destacadas; no solo era hermosa, de rostro angelical, sino asaz
talentosa.
La lista de actrices que protagonizan la obra cinematográfica y teatral
de Bergman es ilustre; además de Bibi Andersson, merecen ser mencionadas Harriet Andersson, Eva Dahlbeck, Ingrid Thulin, Liv Ullmann,
Gunnel Lindblom, Maj-Britt Nilsson, Inga Landgré, Mai Zetterling (a
quien volveremos a mencionar más abajo).
No es posible entender el cine de Bergman sin la presencia de este
cuarteto monumental: Bibi Andersson, Ingrid Thulin, Harriet
Andersson y Liv Ullmann.
Curiosamente, Andersson comenzó
a trabajar con Bergman muy jovencita, cuando
él la dirigió en un comercial para TV del jabón Bris
(brisa en sueco). Bergman
aceptó el trabajo porque la industria fílmica de su país estaba en huelga.
Pueden ver el video a continuación. Ella es una princesa, y la persona que le
presenta el jabón es un joven porquero a quien, en agradecimiento, ella debe
darle cien besos. Eso sí, luego de ver varios de los comerciales jabonosos
dirigidos por Bergman, podemos tener la seguridad de que ninguno de sus
creadores logró llegar a su Meca particular, las agencias de publicidad en
Madison Avenue, Nueva York.
Sus comienzos de actriz en serio, mientras estudiaba en el Teatro Dramático Real, en Estocolmo, fueron en la
ciudad de Malmö, bajo la batuta de Bergman. Luego, en cine, participaría en
diez de las más aclamadas películas del sueco – algunas de ellas también de la
historia del cine en general – y en tres de sus filmes para la TV. Entre otras,
Bibi participó en «Sonrisas de una noche de verano» (1955), «Fresas silvestres» (1957), «El séptimo sello» (1957), «En el umbral de la vida» (1958), «El rostro» (1958), «El ojo del diablo» (1960), ‘Persona» (1966), «La pasión de Ana» (1969), «La carcoma» (The Touch, 1971), «Secretos de un matrimonio» (1973).
Fuera de Suecia, merece destacarse su participación en la extraordinaria El festín de Babette, 1987.
En Fresas silvestres interpreta a la perfección dos personajes, ambos de nombre Sara, proyectando al igual que en Sonrisas de una noche de verano y en El séptimo sello una atractiva y luminosa inocencia: por una parte, es la prima del anciano profesor (Victor Sjöström), con quien él se quería casar de joven, pero en cambio ella se desposa con el hermano (ese doloroso recuerdo se nos muestra en flashback), y asimismo es la feliz chica rebelde – fumadora de pipa porque sabe que no es socialmente aceptable- que hace autostop junto a dos pretendientes, y que acompañan al profesor y a su nuera (Ingrid Thulin), en un viaje de Estocolmo a Lund donde el doctor recibirá un reconocimiento académico.
Y entonces llegó Persona (1966).
Con Persona Andersson obtuvo un
amplio reconocimiento internacional; ella interpreta a la enfermera Alma, que
debe cuidar a Elizabet Vogler (Liv Ullmann),
una famosa actriz que ha perdido la voz por razones psicosomáticas. Gran parte
del diálogo le corresponde a Andersson, y es una portentosa muestra de
virtuosismo actoral por parte de ambas. Bergman nos entrega imágenes
inolvidables. En su estreno en los Estados Unidos, en 1967, el crítico del New
York Times, Bosley Crowther, escribió que la película era un «verdadero poema de dos espíritus femeninos intercambiando sus
anhelos, sus represiones y sus penas».
En una entrevista de 1977 nos dice Andersson: «cuando leí el guion de Persona no me sentí halagada. No entendía por qué tenía que interpretar a esta personalidad vacilante, débil, en momentos en que hacía un gran esfuerzo para ocultar mis inseguridades. Sin embargo, me di cuenta que él [Bergman] estaba al tanto de mi personalidad; que era el papel ideal para mí. Es una buena forma de conocerse a sí misma. A veces pienso que los artistas son psiquiatras instintivos, y que los papeles tienen que estar basados en uno mismo». En Persona, Bergman le dio el papel de su vida, y uno de los más portentosos roles en la historia del cine. En Persona, Andersson nos demuestra sin lugar a dudas que es mucho más que una cara bonita, alegre, dulce o simpática. En Persona, Andersson nos ofrece uno de los grandes monólogos en la historia del celuloide.
A Persona le siguió La Pasión de Ana (1969), donde
de nuevo trabaja con Liv Ullmann, y en la cual
tuvo la oportunidad de mostrar su capacidad de seducción en el papel de
una mujer infelizmente casada, que cautiva a un hombre solitario (Max Von Sydow), mientras visitaba una isla remota.
En materia de premios, merece mencionarse que Andersson, junto a Ingrid Thulin, Eva Dahlbeck y
Barbro Hiort af Ornäs, ganó el de Mejor Actriz en el
Festival de Cannes de 1958, por sus papeles en El umbral
de la vida. Y con The Mistress (La
amante, 1962), obtendría el Oso de Oro del Festival de Berlín
como Mejor Actriz. En Estados Unidos ganó en dos ocasiones el premio de la National Society of Film Critics, por Persona y Escenas de un matrimonio.
La
amante
En La Carcoma (The Touch, 1971), el primer film
de Bergman en inglés, Andersson es una mujer casada, con dos hijos, que tiene
un affaire con un arqueólogo norteamericano visitante
(Elliott Gould). En su reseña para The Village Voice, Molly Haskell escribe
lo siguiente: «La evolución de Bibi Andersson bajo Bergman
ha sido sencillamente maravillosa: de papeles simples, nada complicados y
frívolos, a otros también simples, nada complicados pero profundos. Su rostro
hermoso, al comienzo poco expresivo, hoy refleja la sabiduría aprendida de su
alma generosa, habiendo convertido en una ventaja su salud mental. Pero si ella
es la más sencilla y menos neurótica de las mujeres de Bergman, es asimismo la
más fuerte y adulta».
Tal evolución es aún más notable si se recuerdan sus comienzos fílmicos;
en un cierto momento Andersson se
molestó porque la prensa de su país la etiquetaba como una «inocente profesional». Vale la pena mencionar que
además de los papeles iniciales ya mencionados (Sonrisas de una noche de
verano, El séptimo sello, Las fresas silvestres), en la
comedia El ojo del diablo (1960), el demonio devuelve a la
Tierra a Don Juan con el objetivo de que seduzca a una joven virgen de veinte
años por cuya culpa Satanás tiene un orzuelo. ¿Qué sucede? que por primera vez
en su vida, Don Juan (Jarl Kulle, también
protagonista de Sonrisas de una noche de verano)
cae locamente enamorado, y precisamente de la casta chica (Bibi Andersson).
En esos años (1957/1959) ella fue pareja de Bergman; pero a pesar de que
la relación amorosa solo duró un par de años, la amistad y la relación laboral
entre ambos no se rompió nunca. La carcoma sería
su último film con Bergman, aparte de un papel en «Escenas de un matrimonio» (1973), una serie para
la TV. No obstante, luego se reunirían en el lugar de sus comienzos, el teatro,
cuando él la dirigió en producciones de Peer Gynt (1993)
y como Paulina en «Cuentos de invierno» de
Shakespeare (1995). Su debut en Broadway fue en 1973, en una producción
de “Full Circle,” un drama de la Segunda Guerra Mundial,
de Erich Maria Remarque.
Una película fuera del universo Bergman a la cual le tengo mucho cariño
es The Girls (1968) -escrita y dirigida por Mai Zetterling- un cuento apasionado y
feminista sobre diversos actores de una compañía teatral en gira, analizando
sus opiniones sobre Lisístrata, de Aristófanes, comedia clásica sobre las
mujeres y la guerra. Andersson encabeza
un elenco formado casi totalmente por intérpretes regulares de Bergman (las otras dos «girls» son también musas del sueco: Gunnel Lindblom y Harriet Andersson). Vale la
pena mencionar que Zetterling logró
sus primeros grandes roles en el cine con Tortura (1944),
un guion de Bergman, y luego con Música en la oscuridad (1948), escrita y dirigida
por el gran cineasta.
El inglés de Andersson era
excelente, lo cual le permitió protagonizar varias películas norteamericanas,
de contenido variado, con papeles tales como el de una mujer capturada por los
apaches en el western Duel at Diablo (1966),
junto a James Garner y Sidney Poitier, o de espía
rusa dirigida por John Huston en The Kremlin Letter (1970).
En I never promised you a rose garden (1977), era una
psiquiatra simpática -si ello fuera posible-; o la muy sufrida esposa de Steve
McQueen en Un enemigo del pueblo (1978), versión
de Arthur Miller del drama de Ibsen.
En la alegoría de Robert Altman Quinteto (1979), junto a tres extraordinarios
actores, Paul Newman, Vittorio Gassman y Fernando Rey,
según la famosa y normalmente ácida crítica Pauline Kael, Bibi Andersson «realiza maravillas en un monólogo sobre un sueño…por momentos
sentimos la ilusión de estar todos dentro de la película».
El último rol que le vi interpretar fue en Arn: El caballero templario (2007). Bastante regular, salvo la actuación de Andersson, como una cruel abadesa, por la cual obtuvo su cuarto Guldbagge, otorgado anualmente por el Instituto Sueco de Cine (una especie de Oscar, o BAFTA sueco). Nadie ha recibido tantos.
Jan Holmberg, Director de la Fundación Ingmar Bergman, la despidió así en declaraciones a la prensa: «A veces interpretaba personajes simples y, a veces, mal escritos, pero ella se metía en esos papeles y los hacía mucho más grandes».
En palabras de B. Pardo, en ABC: «A su autobiografía, publicada en 1996, la tituló «Un parpadeo». Ni con todos los parpadeos del mundo se difuminará el celebérrimo plano que compartió con Liv Ullmann en «Persona».
No puedo terminar esta nota sin dejar de mencionar que el
periodista Derek Malcom, de The Guardian, una vez consideró una particular
actuación suya «magnífica, suprema, incluso para los sublimes
estándares de Bibi Andersson».
En la ya indicada entrevista de 1977 -a la revista American Film-, Andersson señaló que en sus primeros trabajos no sentía una «real conexión con lo que hacía»; que la excepción y el cambio se dio con Persona. «Todavía estoy orgullosa de ella. Cada vez que la veo, sé que logré lo que me propuse como actriz: pude crear un ser humano, una persona».
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