¡AVE, VIRGILIO!
por Ernesto Calabuig
(EL CULTURAL / 17-12-2021)
En una ciudad como
Madrid cada día tienen lugar centenares de pequeños-grandes acontecimientos que
podrían pasarnos desapercibidos. Una tarde de miércoles de mediados de
diciembre se ha presentado en Madrid, en la Biblioteca Eugenio Trías de
la antigua Casa de Fieras del Parque del Retiro, la edición del Libro
IV de la Eneida que ha publicado Hiperión. Sólo traductores
del nivel del latinista Vicente Cristóbal, prestigioso catedrático
de la Complutense, podrían embarcarse en la titánica tarea de traducirlo en
hexámetros castellanos para tratar de reproducir la sonoridad y el ritmo que
quiso darle el propio Virgilio.
Pasión y muerte de Dido ha sido el título que le ha
querido dar a este volumen, pues ese es justo el asunto que narra la hermosa y
poderosa obra del inmenso poeta latino. En la mesa de la presentación,
acompañaban al traductor el catedrático en Filología Latina Emilio del Río y el
propio editor, Jesús Munárriz, que mencionó, entre otras cosas, la precisa
descripción que Machado hacía de la poesía como "cuento" y
"canto". Porque, como señaló Vicente Cristóbal, no se trata de
traducir en prosa a los poetas latinos para verter el contenido, el cuento, de
lo que dijeron, sino de reproducir además el ritmo original, el canto propio.
Reconoció el traductor que la dificultosa tarea de sacar adelante este
proyecto coincidió con este momento de pandemias y también con difíciles
circunstancias personales, circunstancias duras que tuvo la fortuna o el empeño
de transformar en belleza. Para el latinista, Octavio o Virgilio son tan
actuales o familiares que se permitió hacer una hermosa interpretación, humana
y política, de lo que pasaba por sus cabezas en el momento en que la obra se
iba componiendo. "Tal vez Virgilio está queriendo decir: el poder debe ser
servicio". Cómo debe ser un líder, se preguntaba, a propósito de Eneas y
de Dido. El traductor señaló cómo el texto es una maravilla sonora, de ritmo… pero,
además "una obra poderosa en lo ético y en lo estético. Tiene mucho
que enseñar y mucho en lo que deleitarse".
Una lectura apasionante
Traducir,
volvió a decir, no es sólo ocuparse del contenido, también de la forma.
"Estar a la altura del original". Entre breves disquisiciones
técnicas sobre la complejidad de traducir en hexámetros castellanos cuando,
para empezar, en latín no hay artículos, etc., y tras describir la lucha con
los adverbios, las sinalefas o las vocales acentuadas, explicó –con esa mezcla
de delicadeza y humildad con la que el catedrático se expresa- que se trata
del "libro de una mujer", la reina Dido, una
mujer poderosa, apasionada, enamorada. Amores arrebatados, fatales,
"porque aquí las cosas ocurren porque sí y porque los dioses lo
quieren".
Finalizó
el acto con una apasionante lectura de fragmentos
seleccionados, donde los oyentes quedaron seducidos por esa corriente de
fuerza, de belleza y de ritmo, marcado levemente con los nudillos sobre el
tablero de la mesa. La reina, herida de amor, iba ante nosotros caminando poco
a poco hacia su final, hacia ese definitivo "viajar a lo oscuro". Ya
sólo quedaba dejarse llevar, escuchar, ver desde nuestros asientos surgir los
hermosos puentes que unen el mundo de Virgilio con el nuestro ("los
traductores somos pontífices –dijo-. Tendemos puentes"). Llegaban los ecos
antiguos, las viejas voces, el lamento de la reina: "compadece mi
casa", "un dolor, un momento, una espada” que es "regalo
que nunca buscó tal empleo", "luz en el cielo buscaba y gimió cuando
la hubo encontrado"…
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