CARLOS
CASTANEDA
LAS
ENSEÑANZAS DE DON JUAN
(Una
forma yaqui de conocimiento)
SEXAGESIMOSÉPTIMA ENTREGA
PRIMERA
PARTE
“LAS
ENSEÑANZAS”
VIII
(4)
Jueves,
10 de setiembre, 1964
Hablar a don Juan de una
experiencia me forzaba siempre a evocarla paso por paso, como mejor podía. Esta
parecía ser la única manera de recordar todo.
Hoy le conté los detalles
de mi último encuentro con Mescalito. Escuchó atentamente mi historia hasta el
punto en que Mescalito me dijo su nombre. Don Juan interrumpió allí.
-Ya vas por cuenta propia
-dijo-. El protector te ha aceptado. De aquí en adelante, yo te seré de muy
poca ayuda. Ya no tienes que decirme nada sobre tu relación con él. Ya sabes su
nombre, y ni su nombre, ni sus tratos contigo, deben mencionarse nunca a ningún
ser viviente.
Insistí en que deseaba
narrarle todos los detalles de la experiencia, porque para mí no tenía sentido.
Le dije que necesitaba su ayuda para interpretar lo que había visto. Dijo que
eso podía hacerlo yo solo, que me convenía más empezar a pensar por mi cuenta.
Argüí que me interesaba oír sus opiniones porque llegar a formular las mías
requeriría demasiado tiempo, y no sabía cómo proceder.
Dije:
-Por ejemplo, las
canciones. ¿Qué significan?
-Eso nada más que tú
puedes decidirlo -dijo él-. ¿Cómo voy yo a saber lo que significan? Sólo el
protector puede decirte eso, igual que sólo él puede enseñarte tus canciones.
Si yo te dijera lo que significan, sería lo mismo como si aprendieras las
canciones de otra gente.
-¿Qué quiere usted decir
con eso, don Juan?
-Oyendo cantar las
canciones del protector, luego se conoce quiénes son los farsantes. Nada más
que las canciones con alma son suyas y él las enseñó. Las otras son copias de
canciones de otros hombres. La gente es a veces así de engañosa. Canta
canciones ajenas sin siquiera saber qué dicen.
Dije que yo había querido
preguntar qué propósito tenían las canciones. Repuso que las canciones que yo
había aprendido eran para llamar al protector, y que yo debía usarlas siempre,
junto con su nombre, para llamarlo. Más tarde, probablemente Mescalito me enseñaría
otras canciones con otros propósitos, dijo don Juan.
Le pregunté entonces si
pensaba que el protector me había aceptado plenamente. Rio como si mi pregunta
fuera tonta. El protector me había aceptado, dijo, y se había asegurado de que
yo supiera que me había mostrándoseme dos veces como una luz. Don Juan parecía
muy impresionado por el hecho de que yo había visto dos veces la luz. Recalcó
este aspecto de mi encuentro con mezcalito.
Le dije que no podía
comprender cómo era posible ser aceptado y, a la vez, aterrorizado por el
protector.
Pasó un rato muy largo
sin responder. Parecía desconcertado. Por fin dijo:
-¡Es tan claro! Lo que él
quería es tan claro que no veo cómo puedes entender mal.
-Todo es aun
incomprensible para mí, don Juan.
-Requiere tiempo ver y entender
de veras lo que Mescalito quiere decir; hay que pensar en sus lecciones hasta
que se aclaren.
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