19/4/18



CARLOS CASTANEDA

LAS ENSEÑANZAS DE DON JUAN
                                                                                              
(Una forma yaqui de conocimiento)


SEXAGESIMOSÉPTIMA ENTREGA


PRIMERA PARTE
“LAS ENSEÑANZAS”


VIII (4)


Jueves, 10 de setiembre, 1964


Hablar a don Juan de una experiencia me forzaba siempre a evocarla paso por paso, como mejor podía. Esta parecía ser la única manera de recordar todo.


Hoy le conté los detalles de mi último encuentro con Mescalito. Escuchó atentamente mi historia hasta el punto en que Mescalito me dijo su nombre. Don Juan interrumpió allí.


-Ya vas por cuenta propia -dijo-. El protector te ha aceptado. De aquí en adelante, yo te seré de muy poca ayuda. Ya no tienes que decirme nada sobre tu relación con él. Ya sabes su nombre, y ni su nombre, ni sus tratos contigo, deben mencionarse nunca a ningún ser viviente.


Insistí en que deseaba narrarle todos los detalles de la experiencia, porque para mí no tenía sentido. Le dije que necesitaba su ayuda para interpretar lo que había visto. Dijo que eso podía hacerlo yo solo, que me convenía más empezar a pensar por mi cuenta. Argüí que me interesaba oír sus opiniones porque llegar a formular las mías requeriría demasiado tiempo, y no sabía cómo proceder.


Dije:


-Por ejemplo, las canciones. ¿Qué significan?


-Eso nada más que tú puedes decidirlo -dijo él-. ¿Cómo voy yo a saber lo que significan? Sólo el protector puede decirte eso, igual que sólo él puede enseñarte tus canciones. Si yo te dijera lo que significan, sería lo mismo como si aprendieras las canciones de otra gente.


-¿Qué quiere usted decir con eso, don Juan?


-Oyendo cantar las canciones del protector, luego se conoce quiénes son los farsantes. Nada más que las canciones con alma son suyas y él las enseñó. Las otras son copias de canciones de otros hombres. La gente es a veces así de engañosa. Canta canciones ajenas sin siquiera saber qué dicen.


Dije que yo había querido preguntar qué propósito tenían las canciones. Repuso que las canciones que yo había aprendido eran para llamar al protector, y que yo debía usarlas siempre, junto con su nombre, para llamarlo. Más tarde, probablemente Mescalito me enseñaría otras canciones con otros propósitos, dijo don Juan.


Le pregunté entonces si pensaba que el protector me había aceptado plenamente. Rio como si mi pregunta fuera tonta. El protector me había aceptado, dijo, y se había asegurado de que yo supiera que me había mostrándoseme dos veces como una luz. Don Juan parecía muy impresionado por el hecho de que yo había visto dos veces la luz. Recalcó este aspecto de mi encuentro con mezcalito.


Le dije que no podía comprender cómo era posible ser aceptado y, a la vez, aterrorizado por el protector.


Pasó un rato muy largo sin responder. Parecía desconcertado. Por fin dijo:


-¡Es tan claro! Lo que él quería es tan claro que no veo cómo puedes entender mal.


-Todo es aun incomprensible para mí, don Juan.


-Requiere tiempo ver y entender de veras lo que Mescalito quiere decir; hay que pensar en sus lecciones hasta que se aclaren.

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