JOSEPH CAMPBELL
EL
HÉROE DE LAS MIL CARAS
Psicoanálisis
del mito
(Traducción de Luisa Josefina Hernández)
VIGESIMOPRIMERA ENTREGA
PRIMERA
PARTE / LA AVENTURA DEL HÉROE
CAPÍTULO
I / LA PARTIDA
1
/ LA LLAMADA DE LA AVENTURA (2)
Son típicos de las
circunstancias de la llamada el bosque oscuro, el gran árbol, la fuente que
murmura y el asqueroso y despreciable aspecto del portador de la fuerza del
destino. Reconocemos en esta escena los símbolos del Ombligo del Mundo. La
rana, el pequeño dragón, es el equivalente infantil de la serpiente del mundo
interior cuya cabeza sostiene la Tierra y que representa las fuerzas
demiúrgicas del abismo que procrean la vida. La rana regresa con la pelota de
oro del sol, cuando acababan de apresarla sus aguas oscuras y profundas; en
este momento se asemeja al Gran Dragón Chino del Oriente, llevando al sol
naciente en las mandíbulas, o a la rana cuya cabeza cabalga el hermoso joven
inmortal, Han Hsiang, llevando en una canasta los melocotones de la
inmortalidad. Freud ha sugerido que todos los momentos de angustia reproducen
los dolorosos sentimientos de la primera separación de la madre, la respiración
ahogada, la congestión sanguínea, etc., de la crisis del renacimiento. (4)
recíprocamente, todos los momentos de separación y de renacimiento producen
angustia. Ya sea cuando la hija del rey tiene que ser arrancada de la felicidad
de la unidad dual establecida con el Rey Papá, o Eva la hija de Dios, que ha
madurado lo suficiente para abandonar el idilio del Paraíso, o de nuevo, el
futuro Buddha supremamente concentrado para romper con los horizontes del mundo
ya creado; todo esto no es más que las imágenes arquetípicas activadas que
simbolizan peligro, reafirmación, prueba, iniciación y la extraña santidad de
los misterios del nacimiento.
La rana repulsiva y
rechazada o el dragón del cuento de hadas trae la esfera de oro en la boca;
porque la rana, la serpiente, el rechazado, es la representación de esa
profundidad inconsciente (tan profunda que el fondo no se ve), donde se
acumulan todos los factores, leyes y elementos de la existencia que han sido
rechazados, no admitidos, no reconocidos, ignorados, no desarrollados. Esas son
las perlas de los fabulosos palacios submarinos de los genios del agua, de los
tritones y otros guardianes marinos, las joyas que dan luz a las ciudades
demoníacas de los mundos ocultos; las semillas de fuego en el océano de
inmortalidad que sostiene la Tierra y la rodea como una serpiente; las
estrellas en el regazo de la noche inmortal. Esas son las pepitas del montón de
oro del dragón, las vigiladas manzanas de las Hespérides; los filamentos del
Vellocino de Oro. El heraldo o mensajero de la aventura, por lo tanto, es a
menudo oscuro, odioso, o terrorífico, lo que el mundo juzga como el mal, pero
que si uno pudiera seguirlo, se abriría un camino a través de las paredes del
día hacia la oscuridad donde brillan las joyas. El heraldo puede ser una
bestia, como en el cuento de hadas, donde representa la reprimida fecundidad
instintiva que hay dentro de nosotros, o también una misteriosa figura velada,
lo desconocido.
Se cuenta la historia del
rey Arturo, por ejemplo, y se dice cómo se preparó para ir a cazar con sus
caballeros. “Tan pronto como llegó al bosque el rey vio un gran ciervo ante sus
ojos. “Voy a cazar este ciervo”, dijo el rey Arturo, espoleó su caballo y lo
persiguió mucho tiempo, y a base de esfuerzo estaba a punto de cazar el ciervo,
pero la persecución había durado tanto tiempo que su caballo perdió el aliento
y cayó muerto; entonces un paje dio al rey otro caballo. Cuando el rey se dio
cuenta de que había perdido al ciervo y a su caballo muerto, se sentó cerca de
una fuente y cayó en grandes meditaciones. Cuando estaba sentado le pareció
escuchar el aullido de unos lebreles de caza, en número de treinta. Con ellos
vio llegar la bestia más extraña que había visto u oído; la bestia se acercó a
la fuente y bebió, y el ruido de su vientre era igual al de treinta parejas de
lebreles; pero mientras la bestia bebía no hubo ruido en su vientre; luego la
bestia partió con un gran ruido, de lo cual el rey mucho se maravilló.” (5)
Notas
(3) Evelyn Underhill, Mysticism, A study on the Nature and Development of Man’s Spiritual
Consciousness (Nueva York, E. P. Dutton and Co., 1911), parte II, “The
Mystic Way”, cap. II, “The Awakening of the Self”.
(4) Sigmund Freud, Introducción al psicoanálisis, IV. “Teoría
sexual”, “La angustia”, Obras completas,
ed. Cit., p. 264.
(5) Malory, Le
Morte d’Arthur, I, XIX. Esta persecución del ciervo y la
visión de la “bestia”, marca el principio de los misterios asociados con la
búsqueda del Santo Grial.
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