Capítulo 44
Amado Osho,
Cuando voy a dormir por la noche, me siento arrastrado
por unos sueños tan increíblemente surrealistas que me despierto por la mañana
sorprendido de seguir en la misma cama.
Osho, ¿hay una forma de canalizar esta energía fenomenal
que va a los sueños nocturnos hacia el estado de alerta y vigilancia?
El fenómeno
del sueño y el de la alerta son dos cosas totalmente diferente. Intenta hacer
una cosa: cada noche, cuando te vayas a dormir, mientras estés medio despierto
y medio dormido y vayas entrando más profundamente en el sueño, repítete:
«Recordaré que se trata de un sueno.»
Sigue
repitiéndolo hasta dormirte. Te llevará varios días pero un día te quedarás
sorprendido: una vez que esta idea se hunda profundamente en el inconsciente,
puedes observar los sueños como sueños. Entonces no te enganchan de ninguna
forma. Entonces poco a poco, a medida que tu alerta se agudice, los sueños irán
desapareciendo. Son muy tímidos; no quieren ser observados.
Sólo existen
en la oscuridad del inconsciente. Cuando la observación y la alerta les
aportan luz, comienzan a desaparecer. Por eso si continúas haciendo este
ejercicio te librarás de los sueños. Y te llevarás una sorpresa.
Librarse de
los sueños tiene muchas implicaciones. Si los sueños desaparecen, entonces
durante el día el parloteo mental será menor de lo que solía ser. En
segundo lugar, estarás más en el momento: ni en el pasado, ni el futuro. En
tercer lugar, tu intensidad, la totalidad de tu acción aumentara.
El sueño es
una enfermedad.
Es necesario porque el hombre está enfermo. Pero si puedes abandonar
los sueños completamente alcanzarás un nuevo tipo de salud, una nueva
visión, y parte de tu mente inconsciente se hará consciente. Entonces tendrás
una individualidad más marcada. Hagas lo que hagas, no te arrepentirás de ello
porque lo habrás hecho con tanta consciencia que el arrepentimiento será
irrelevante.
La alerta es la mayor de las magias que uno puede aprender, porque
puede comenzar la transformación de todo tu ser. Sólo a través de la alerta
ocurre la resurrección..., renaces.
Amado
Osho,
¿Por qué es tan difícil para
algunos de nosotros ser hipnotizados? ¿Es porque no confiamos en la persona que
nos hipnotiza, o porque no somos tan receptivos como los que entran fácilmente en la hipnosis?
Existen
varias razones posibles. La más importante es que si el coeficiente intelectual
de la persona es muy bajo, no podrá comprender qué es la hipnosis y lo que se
supone que tiene que hacer. Los idiotas no pueden ser hipnotizados. Es algo que
se debe recordar, se puede hipnotizar a los animales pero no a los idiotas. Los
animales pueden no tener el mismo tipo de inteligencia que nosotros, pero no
son idiotas.
Idiota es aquel cuya mente no ha crecido en absoluto, su mente es cero.
No puede entender lo que se le dice, dónde le va a llevar y por qué debería
hacerlo. La conversación inteligente es imposible. El idiota parece un hombre,
pero por dentro está muy por detrás incluso de los animales.
Primero, el
idiota no puede ser hipnotizado. Segundo, el hombre que sospecha siempre de
todo, que tiene una sospecha intrínseca, no puede ser hipnotizado. Su sospecha
no le permitirá dejarse ir con el hipnotizador. Tercero, la gente que se cree
intelectual, la gente que está llena de conocimientos prestados pero no tiene
ninguna inteligencia propia, no puede ser hipnotizada porque cree que los
intelectuales no pueden ser hipnotizados; y ellos son grandes intelectuales.
Finalmente y básicamente, no se puede hipnotizar a la persona que no puede
confiar. Es necesaria una confianza total porque vas a entrar en una oscuridad completa,
en lo desconocido; no conoces las intenciones del hipnotizador y no sabes qué
puede mandarte hacer mientras estés hipnotizado.
En una
ocasión yo estaba en Bombay, en casa de una familia muy rica y me insistieron:
«Siempre estás trabajando, enfrascado con la gente en reuniones, comités y
demás...; tómate la tarde libre. Vamos a invitar a un gran hipnotizador que nos
mostrará algunos trucos hipnóticos; te gustará.»
Me quedé pero
no por diversión, sino para ver qué tipo de persona era el hipnotizador. En la
misma casa tenían un pequeño auditorio.
Habían invitado a sus amigos
ricos: estaban presentes al menos doscientas personas. Y el hipnotizador pidió
cinco personas: «Cualquiera puede venir.»
Se
ofrecieron cinco personas. Les hipnotizó y les dijo: «Delante de vosotros hay
una vacas, comenzad a ordeñarlas.» Inmediatamente se sentaron al estilo indio y
comenzaron a ordeñar las vacas. No había vacas, la gente se reía y disfrutaba,
pero las personas hipnotizadas no podían oír a nadie. Se hicieron cosas de este
tipo.
Después del
espectáculo me lo presentaron. Le dije: «Tienes que dejar estas tonterías. Al
hipnotismo se le condena por la gente como tú. Ahora las personas que han visto
como ponías en ridículo a los hipnotizados nunca se dejarán hipnotizar. Han
perdido la confianza. Haces que la gente sea objeto de risa. No estás haciendo
ningún servicio a la ciencia de la hipnosis, eres su enemigo. Encuentra algún
otro trabajo. No puedes ver la obviedad de que doscientas personas te están
viendo ridiculizar a cinco personas. Ahora estas personas llevarán esa idea en
su mente.»
Todos los
intelectuales del mundo tienen la idea de que a los intelectuales no se les
puede hipnotizar. Pero la verdadera razón es que no confían. La confianza
requiere un hombre de corazón, de sentimientos, no de pensamientos. Y toda esta
gente que utiliza la hipnosis como un pasatiempo deberían ser detenidos por
ley; es un delito. Están echando a perder una ciencia tremendamente valiosa.
Sólo se le
debería permitir hacerlo a un maestro, e incluso en tal caso sólo debería
hipnotizar a sus propios discípulos. Y no para burlarse de todos ellos, sino
para aumentar la consciencia de los discípulos, para aumentar su inteligencia y
enmendar sus hábitos erróneos, para hacer que estén más integrados, más
consolidados, para darles más coraje y vigor.
Y cuando otros
estudiantes, otros discípulos vean que el hipnotismo puede ser una bendición
-la persona que tenía tantos miedos los pierde, incluso el miedo a la muerte;
la persona que siempre se sentía desgraciada ha cambiado y ahora siempre está
alegre-, se creará más confianza, cada vez más gente estará dispuesta a dejarse
hipnotizar. Esa disposición, esa confianza, esa receptividad están ausentes
porque el hipnotismo ha sido mal utilizado durante siglos.
Gente como
los magos, los artistas de variedades o los animadores -el tipo de personas
equivocado- han hecho que se condene la hipnosis.
Pero puede
convertirse en una gran bendición para la humanidad. Necesitas confianza,
necesitas receptividad, necesitas inteligencia para entrar en ello. Y todas
esas cualidades se fortalecerán cuando alcances nuevas dimensiones, nuevos
talentos, un nuevo ingenio. Y entonces serás aún más capaz de entrar en la
hipnosis.
Y pronto la
gente que haya sido hipnotizada por un maestro amoroso y compasivo que no
puede hacerte daño, que no puede ni imaginar herirte...; a las pocas sesiones
de ser hipnotizado, él te propondrá una nueva fase: la auto-hipnosis.
En estados
profundos de hipnosis te dirá: «Ahora eres capaz de hipnotizarte a ti mismo; no
me necesitas, no necesitas a nadie.» El maestro no utilizará la hipnosis para
crear una esclavitud espiritual. La utilizará para darte más libertad
espiritual de la que has tenido nunca. Y el día que te puedas hipnotizar a ti
mismo será un gran día; habrás conseguido algo valioso.
A
continuación, con la hipnosis, podrás hacer milagros sobre ti mismo. Podrás cambiar
cosas que siempre has intentado cambiar, pero cuanto más lo intentabas, más
difícil te resultaba.
En Calcuta
solía quedarme en casa de un anciano, Sonalal. Era famoso en toda India por ser
un gran jugador. Nunca pagó ni un céntimo al Gobierno en impuestos porque no
llevaba libros contables. Yo estaba sorprendido de cómo llevaba su negocio -se
jugaba ganancias millonarias- y de cómo llevaba las cuentas. Y cuando me quedé
en su casa, se lo comenté. Me llevó
a su baño; todos sus libros estaban esparcidos por allí, sobre las
paredes.
Ningún
inspector de hacienda podría concebir que llevara tantas cuentas de distintos
países, de distinta gente, en las paredes del baño. Todo tipo de datos: dónde,
en qué banco, qué número, números de teléfono... de todo. Me dijo: «Este es mi
departamento de contabilidad.»
En su baño
tenía seis teléfonos. Estaba continuamente al teléfono... siempre tenía un
teléfono en cada mano. No era nada fácil hablar con él, era muy difícil.
Me dijo que
pertenecía a cierta religión que valoraba el celibato como la cumbre de la
espiritualidad. Había tomado el voto de castidad en tres ocasiones. El hombre
que estaba conmigo se quedó muy impresionado. Cuando Sonalal entró en casa a hacer
algo me dijo: «Es un gran hombre, ¡tres veces!»
Yo le dije: «Eres idiota. Cuando dice que tomó el voto de celibato tres
veces, significa que la cuarta vez ya no lo tomó. Comprendió que era imposible.»
Él dijo: «Pero... no lo había pensado. Sólo he pensado: "¡Tres veces!"»
Sonalal volvió y yo le pregunté: «¿Qué pasó la cuarta vez?»
Él dijo: «No
pude reunir el coraje suficiente, porque ya había fracasado tres veces y cada
vez sentía más vergüenza de mí mismo y me sentía más culpable. Y ya soy
viejo.» En aquel momento tenía setenta años. «En primer lugar hay que ponerse
de pie en medio de la congregación y tomar el voto del celibato; la gente se
ríe, ven a un anciano de setenta años...; y además hacerlo por cuarta vez.»
Yo dije: «No
hace falta. Tu religión y tus líderes religiosos lo ignoran pero se puede ser
célibe sin represión, y en tu situación actual yo no diría que es ningún
crimen; pero tiene que hacerse a través de la autohipnosis. No hace falta tomar
ningún voto.»
Estaba muy
emocionado. Dijo: «Haz lo que sea...; pero quiero ser célibe antes de morir,
porque es la única cosa en mi vida en la que he fracasado. Nunca he fracasado
en nada.»
Había dado
millones de dólares al movimiento de liberación. Por eso todos sus líderes que
después se convirtieron en primeros ministros, presidentes y ministros del
gabinete le consideraban como una figura paterna.
El pandit Jawaharlal
Nehru, que fue primer ministro, le dijo: «Estaba bien no pagar impuestos al
Gobierno británico, pero ahora es tu propio Gobierno.»
Y él
respondió: «Recuerda, a mí no me importa qué Gobierno sea. Puedo hacer donaciones
por el doble del importe que piensas que debería pagar en impuestos, pero
¿pagar impuestos? Eso no puedo hacerlo. Y no podéis atraparme porque no llevo
ningún libro. Aparte de mí mismo, nadie sabe cuánto dinero tengo, cuánto tengo
invertido, dónde está invertido, cómo está invertido. Ni siquiera tengo
secretario. No me pidas nunca un impuesto.
»Siempre me
puedes pedir una donación. Si tu Gobierno necesita una donación, estoy dispuesto
a darla. De la misma forma que os las daba cuando estabais luchando por la
libertad, os las puedo dar ahora, cuando vuestro Gobierno lo necesite.» Y nunca
pagó ningún impuesto, ni siquiera al Gobierno indio independiente.
Dijo: «Tengo
mis propios principios. No soy el sirviente de nadie. Pero con respecto al
celibato, tengo una herida en mí. He fracasado tres veces. Y no quiero morirme
siendo un fracasado en nada.» Era un hombre de un coraje especial. He visto
todo tipo de gente, pero ningún hombre
con tanto coraje.
Cuando le
conocí por primera vez, en Jabalpur -su ciudad natal-, había venido a
escucharme; vino, me tocó los pies y me dio diez mil rupias. Yo le dije: «No
necesito dinero porque viajo solo y mis amigos se encargan de mis gastos,
viajes, alimento y acomodación. No las necesito.»
Le brotaron
lágrimas de los ojos y dijo: «No te niegues. No me hieras porque soy un hombre
pobre. No tengo nada que darte, sólo dinero. No podrías encontrar a un hombre
más pobre que yo; sólo tengo dinero y nada más. Cuando alguien se niega a
recibir dinero, se está negando a mí, porque no tengo nada más. No te niegues.
Si quieres tirarlo, puedes hacerlo; una vez que te lo he dado ya no me
preocupa.»
Di aquel
dinero a la institución que organizaba mis conferencias en Jaipur, y desde
aquel día -ya era muy anciano- se mostró muy amistoso conmigo y me dijo:
«Tengo casas en todas las grandes ciudades de India. Vayas donde vayas, puedes
quedarte en mi casa. Simplemente infórmame y estaré allí.»
Tenía
mansiones preciosas en todas partes: Bombay, Hyderabad, Madrás, Simla, Calcuta.
Me dijo: «Ya he ganado suficiente dinero, lo único que me agobia es el tema del
celibato.»
Yo le dije:
«Ese es un asunto muy simple. A tu edad es perfectamente adecuado.» Le
hipnoticé dos o tres veces mientras estaba con él. Y después le di una
sugestión posthipnótica: ahora serás capaz de hipnotizarte a ti mismo.
Una vez que
se da la sugestión posthipnótica, la persona es capaz de hipnotizarse a sí
misma. Se puede usar cualquier estrategia: cuentas de uno a siete, o de uno a
diez, y te dices: «Volveré en diez minutos»; nunca te olvides de darte esa
orden porque no habrá nadie para despertarte. No morirás, pero puedes pasar
tanto tiempo hipnotizado como el que estarías dormido: de seis a ocho horas. Si
dispones de tiempo no hace falta que te digas nada, porque el sueño hipnótico
tiene una belleza diferente: es tan suave, tan silencioso; es como si ya no
fueras. Y de repente, vuelves.
Yo le dije:
«Antes de entrar en la hipnosis, repite tres veces: "Quiero permanecer
célibe", eso será suficiente.»
A los seis meses volví a encontrarme con él en Madrás y le pregunté:
«¿Qué tal tu celibato?»
Él dijo:
«Esto es una maravilla. Sin voto, sin tener que ir a un director espiritual,
sin confesarme, simplemente ha desaparecido. Me pregunto por qué el sexo me
dominaba de tal manera. Ya ni lo recuerdo.»
Te
sorprenderá saber que incluso se pueden hacer operaciones bajo hipnosis; se
pueden hacer grandes y peligrosas operaciones sin anestesia.
Es una ciencia inexplorada, condenada innecesariamente porque unos
pocos idiotas han hecho de ella un entretenimiento.
Para empezar, la base fundamental es la confianza. Incluso puedes
empezar por la autohipnosis, pero el problema es que no confías en ti mismo; no
hay otro problema, no es necesario que ninguna otra persona te hipnotice.
Puedes hipnotizarte a ti mismo.
Pero ese es
el problema: nadie confía en sí mismo.
Te conoces a
ti mismo, sabes lo falso que eres, sabes lo artero que eres, sabes que dices
cosas que en realidad no quieres decir. Sabes que decides levantarte temprano
por la mañana e incluso en ese momento, mientras lo estás decidiendo, sabes
perfectamente que no va a suceder.
Por eso no
puedes confiar en ti mismo. Hace falta otra persona, alguien en quien puedas
confiar y ponerte en sus manos sin ningún miedo. Y la persona que te hipnotiza,
si realmente te quiere, querrá que pases a la autohipnosis lo antes posible,
porque entonces serás totalmente libre. Entonces podrás hacer con la hipnosis
lo que desees.
Si quieres
dejar de fumar podrás hacerlo fácilmente. Si deseas cambiar en ti cualquier
hábito y te parece imposible, puedes intentarlo: no hay nada imposible. Muchas
veces has decidido cambiar esto o aquello, pero siempre has fracasado porque la
decisión se hace en el consciente y la acción proviene del inconsciente; no hay
punto de encuentro.
El
inconsciente nunca oye ninguna decisión del consciente y el consciente no puede
controlar el inconsciente; es tan vasto.
El secreto
de la hipnosis es que te lleva al inconsciente, entonces puedes poner en él la
semilla de cualquier cosa, y crecerá, florecerá. El florecimiento ocurrirá en
el consciente; pero las raíces estarán en el inconsciente.
En lo que a
mí respecta, la hipnosis va a ser uno de los componentes más importantes de la
escuela de misterios. Es un método tan simple que sólo requiere un poco de
confianza, un poco de inocencia, y puede producir cambios maravillosos en tu
vida; y no sólo en las cosas
ordinarias. Poco a poco puede convertirse en tu camino de meditación.
Meditas pero
no tienes éxito. No consigues observar; te pierdes en tus pensamientos, te
olvidas de observar. A continuación, recuerdas: «iba a observar, pero ya estoy
pensando.» La hipnosis puede ayudarte; puede separar el observador de los
pensamientos.
No creo que
haya nada más importante que la hipnosis para el crecimiento espiritual.
Amado Osho,
A medida que has ido anunciando cada nueva fase de tu
trabajo, me he sentido muy animado y me he dicho a mí mismo: «¡Genial! Ahora
realmente vamos a empezar el trabajo.» Y a su vez, cada fase ha sido más
sorprendente que la anterior.
Ahora hablas de una escuela de misterios. Mi mente grita:
«Eso suena esotérico y Osho siempre insiste en que la verdad no es esotérica,
sino absolutamente pragmática, un secreto abierto.» Eso es lo que dice mi
mente.
Sin embargo, aunque cambien
las cosas, cuenta conmigo. Voy a hacer todo el recorrido contigo.
Además, la escuela de
misterios ya ha empezado, ¿no es así?
Ya ha
empezado. Y la verdad es ambas cosas: es pragmática y es esotérica.
He resaltado
que es pragmática, porque en esas fases no quería que mi gente hiciera ningún
trabajo esotérico. La base adecuada es el trabajo pragmático. Sin esa base, el
trabajo esotérico sólo es un sueño. Por eso hablaba continuamente en contra del
trabajo esotérico.
Soy una
persona muy matemática, en el sentido de que cuando se están poniendo los
cimientos, no se debe hablar del templo que se va a construir sobre ellos, de
cómo va a ser, qué tipo de arquitectura... porque todo eso alterará el trabajo
en los cimientos. He querido que sólo os ocuparais de los cimientos para que
más adelante nos podamos olvidar de ellos y empecemos a construir el templo.
La verdad es
un misterio y sólo puede ser descubierta en una escuela de misterios. Y esta
fase será la más valiosa. Todo lo que hemos hecho anteriormente era una
preparación. La escuela de misterios va a llevar a cabo la labor de
purificación, y el resultado será la perfección.
Por eso la
gente que sólo me juzga a nivel intelectual encuentra contradicciones en mí.
Pero los que tienen una visión más comprensiva de la vida no encontrarán
ninguna contradicción. Yo he negado el trabajo esotérico sabiendo perfectamente
que un día tendría que introduciros a él. Pero todo a su tiempo, no antes; si no
se puede crear confusión. Y si se os introduce al trabajo esotérico sin ninguna
base, no trabajaríais la base porque no es interesante. El trabajo esotérico es
realmente interesante, pero no quiero que construyáis un templo sin cimientos.
Ya ha ocurrido muchas veces; entonces el templo se cae y destruye a los que lo
estaban construyendo.
La palabra
«esotérico» simplemente significa que no puedes expresarlo objetivamente,
científicamente. Es algo interno, algo subjetivo, algo tan misterioso, tan milagroso
que puedes experimentarlo pero no explicarlo. Puedes tenerlo, pero aún así no
puedes explicarlo. Sigue estando más allá de la explicación. Y es bueno que
haya algo en la vida que no pueda ser puesto en palabras, que no puedas hacer
descender al mundo objetivo... algo que siempre sigue estando más allá. Puedes
hacerte uno con ello: ese será el trabajo de la escuela.
Yo he sido
espontáneo en mi trabajo, pero así son los misterios de
la vida, la existencia misma se encarga de
todo. Yo se lo he dejado a la existencia: «Haré lo que quieras que haga.» No
soy el que hace; sólo soy un pasaje para que la existencia llegue a la gente.
Por eso nunca he planeado, pero la existencia funciona de una manera muy
planificada. Todas las fases por las que hemos pasado eran necesarias, y ahora
estamos listos para entrar en la última fase: el último éxtasis.
El éxtasis
no puede ser pragmático. El amor no puede ser pragmático. La confianza no puede
ser pragmática. Todo lo valioso es esotérico.
Amado Osho,
En el discurso de ayer por la noche, al escucharte, entré
en un estado eh el que Tus palabras eran sonidos, Tu voz era música, y en los
espacios entre Tus palabras, me sentía elevarme al cielo. Al principio pensé
que me quedaría dormido, pero acabó no siendo así.
¿Por favor, me ayudarías a entenderlo?
Os he
contado la historia del místico sufí del que se pensaba que era un poco
excéntrico. Hasta sus discípulos tenían miedo de que creara situaciones
embarazosas.
En una ocasión ocurrió que... Estaba yendo hacia la mezquita a dar un
discurso religioso y se sentó en su burro de tal manera que hizo reír a toda la
ciudad; los discípulos se sentían avergonzados. Su cara no miraba en la
dirección en que se movía el burro; se sentó de espaldas a la mezquita hacia
donde se dirigía el burro y mirando hacia los estudiantes que iban detrás de
él.
Naturalmente
la gente salió de las tiendas, de sus casas, y riéndose, decían: «Este hombre
está realmente loco. Es muy extraño que algunos piensen que es un maestro. Mira
que tonterías está haciendo. ¿Es esa la forma de sentarse encima de un burro?»
Todos los
estudiantes se sentían muy mal: ir con el maestro a cualquier lugar era un
problema. Cuando llegaron a la mezquita los estudiantes preguntaron: «Antes de
entrar necesitamos una explicación: ¿Por qué has hecho esto?»
Él dijo: «Lo
he pensado repetidamente, he meditado sobre ello. Si me sentara tal como la
gente se sienta sobre sus animales entonces os daría la espalda, y eso sería
insultaros; no sería respetuoso con vosotros.»
Un
estudiante dijo: «Entonces deberías haberlo dicho. Podríamos haber ido delante
de ti.»
Él
respondió: «Eso habría sido insultante para mí. ¿Vuestras espaldas hacia mí?
Eso habría sido aún peor. Por eso finalmente he pensado que lo mejor sería
sentarme dándoos la cara y que vosotros me siguierais. No hay ninguna escritura
religiosa que diga que tienes que sentarte en el burro de una manera o de
otra. No es algo irreligioso. No hay ningún libro sobre buenas maneras que diga
cómo sentarse en el burro.
«Es nuestro
burro y nadie tiene derecho a sentirse molesto por ello. He encontrado una
forma de trasladarme que es absolutamente correcta: estoy de cara a vosotros,
vosotros también estáis de cara a mí; nadie está siendo irrespetuoso hacia
nadie. ¿Cuál es el problema?»
Este maestro
se quedaba en casa de uno de sus devotos que se sentía muy preocupado de que
pudiera hacer algo... «Seguro que monta una escena y reúne a todo el
vecindario. Menos mal que ha llegado de noche. Deberíamos ponerlo en el sótano
y encerrarlo para que no haya ningún problema -al menos de noche-, para que
podamos dormir en silencio y el vecindario también.»
Pero entrada
la noche oyeron una risa estentórea que procedía del tejado. Dijeron: «Dios
mío, ¿cómo se las ha arreglado para subir al tejado?»
Fueron corriendo, le encontraron riéndose y dando vueltas, y dijo: «Es
una experiencia tan genial. Habéis hecho muy bien de ponerme en el sótano, de
otro modo me lo habría perdido.»
Dijeron: «Por favor, dinos qué ha sucedido.»
Él dijo:
«Empecé a caerme hacia arriba. Y gracias al tejado; de alguna manera he podido
agarrarme al tejado, si no es por él ni me habríais encontrado. Me caía hacia
arriba tan rápido. Había oído que las cosas sólo se caen hacía abajo; ésta es
una nueva experiencia, la de caerse hacia arriba.»
Se acercó todo el vecindario; venían con sus lámparas y empezaron a preguntar:
«¿Qué ha pasado?» La gente de la casa no podía explicárselo.
El maestro dijo: «No os preocupéis, yo os lo explicaré; esta gente no puede
explicarlo. Empecé a caerme hacia arriba.»
Todos se
pusieron a reírse y dijeron: «Le hemos dicho muchas veces a este vecino:
"No te mezcles con ese loco. Puede montarte cualquier escena y acabarás
pareciendo un estúpido."»
Esta es una famosa máxima sufí, que uno se puede caer hacia arriba. El
estado por el que preguntas, en el que mis palabras se convirtieron en sonido
y mi voz en música, y en los silencios entre palabras sentías que te elevabas,
eso es a lo que los sufíes llaman caerse hacia arriba. La historia es simbólica -nadie se puede caer del sótano al tejado-,
pero dice mucho.
Simplemente observa cómo te sientes: mis palabras se convierten en
sonido. El sonido es la fuente. El sonido no tiene significado; cuando a un
sonido se le da significado entonces se convierte en una palabra. Las palabras son
secundarias; el origen es el sonido.
Por eso he
criticado la historia bíblica de que al principio fue la palabra. Eso es
imposible, la palabra no puede ser el principio. Para ser palabra tiene que
tener un significado. ¿Quién le dio ese significado? No había nadie más.
En Oriente son mucho más profundos. Cada una de las antiguas escrituras
hindúes empieza con un om. Es un sonido, no una palabra. Om no
significa nada. Habría sido mejor decir: «En el principio fue el sonido.»
Dices:
«Entonces tu voz se convirtió en música.» Eso significa que estás escuchando
totalmente, tan totalmente que ni siquiera piensas en lo que se está diciendo.
Naturalmente el significado desaparecerá, las palabras se convertirán en
sonido. Y si el significado desaparece, la voz se convertirá en música. Y en
los silencios entre la voz y la música, en esos espacios silenciosos, sientes
que te elevas.
En Oriente
tenemos, y la ciencia lo tendrá que aceptar antes o después, un concepto
opuesto a la gravitación. Se llama levitación: de la misma forma que las cosas
se caen hacia abajo, también se pueden elevar. La gravitación es el camino
descendente; la levitación es el camino ascendente. En el silencio total ya no
estás confinado en tu cuerpo. Tu cuerpo está bajo el impacto de la gravitación;
no puede caer hacia arriba.
Pero no eres
el cuerpo, eres pura consciencia. De hecho, es un milagro que estés en un
cuerpo. Permaneces vinculado con la tierra porque la gravitación afecta a tu
cuerpo. Pero en el silencio absoluto, de repente todo apego al cuerpo
desaparece y el apego a la mente también desaparece, porque ahora las palabras
se han convertido en sonido. La mente no puede concebirlo. La voz se ha
convertido en música. La mente no puede descifrarlo, y como la mente está en un
estado que no puede controlar, sus conexiones con el cuerpo se aflojan.
La conexión
con el cuerpo se hace a través de la mente, y en esa flojera puedes sentir
como si flotaras hacia arriba. Pero tu cuerpo sigue apoyado en el suelo; por eso,
si abres los ojos, te sentirás confuso. Lo que has experimentado no es
imaginario; es tan verdad como la gravitación, sólo que es invisible. Puedes
sentirlo, pero no puedes verlo. No le tengas miedo. Deja que ocurra cada vez
más. De repente un día te darás cuenta de que estás más cerca de las estrellas
que de la Tierra.
Se puede
hacer lo mismo a través de la hipnosis. Si una persona está profundamente
hipnotizada, eso significa que ha sido hipnotizada muchas veces y se ha vuelto
muy confiada... Y hay formas de ver si la persona ha llegado al punto en el que
puedes experimentar. Simplemente le puedes decir: «Sal del cuerpo. Podrás
recordar todo lo que veas.»
Tu consciencia, tu alma, o como lo llames, flotará por encima de ti como
un globo, todavía vinculada con tu ombligo por un cordón muy brillante que
parece de plata. Y podrás ver tu cuerpo tumbado en la cama.
En la escuela de misterios necesitaremos lugares en los que nadie moleste.
Cuando se está haciendo este experimento, cualquier alteración es peligrosa. El
cordón puede romperse, entonces el alma no puede volver a entrar en el cuerpo
y la persona muere. El alma no sufre ningún daño, pero para el mundo has matado
a una persona. No debe existir ninguna alteración de ningún tipo.
El alma
puede verlo todo desde arriba, y entonces puedes decir: “Ahora vuelve
lentamente al cuerpo.” Y puedes sentir como te vas asentado de vuelta en el
cuerpo, extendiéndote lentamente por sus distintas partes. Como se te ha dicho
que lo recordarás todo, podrás contarlo cuando te despierten y te pregunten,
podrás contar todo lo ocurrido.
Esto ha sido
experimentado durante al menos diez mil años y el resultado siempre ha sido el
mismo. Por eso digo que es la ciencia del interior, de tu ser interno, porque
no conoce excepciones. Todos los informes de la gente que ha salido del cuerpo
son exactamente iguales. Por ejemplo, todos se sienten conectados con el
ombligo por un cordón de plata.
Los
científicos que no conocen esta experiencia pueden pensar que la vida está
centrada en el corazón; que si el corazón se detiene estás muerto. No es
verdad. Ha habido experimentos que prueban que el corazón puede detenerse y no
te mueres. A los diez minutos la persona vuelve y el corazón empieza a latir de
nuevo. Según la ciencia espiritual, la vida está unos centímetros por debajo
del ombligo. El niño estaba unido a la madre por el ombligo. Y el ombligo
alimentaba su fuente interna, unos centímetros más abajo... El niño se separa de
la vida de la madre, pero sigue estando conectado con el Universo desde el
mismo lugar. No es el corazón, sino unos centímetros por debajo del ombligo.
Y debido a
esto, en Japón desarrollaron cierta práctica llamada harakiri. El harakiri es un tipo especial de suicidio. Hara
es el nombre
de ese centro debajo del
ombligo, donde reside la vida. Sólo en Japón han podido localizarlo
exactamente. Cierto desarrollo de la tradición japonesa llevó a este punto: si
quieres matarte, la forma mejor, la más rápida y cómoda es clavarte un cuchillo
en el centro del hara, para cortar el cordón. Ocurre en segundos y la
persona muere, pero no sufre una agonía.
La ciencia
de la salud, la medicina, tiene que tomar nota de ello, porque ese es el
verdadero centro de la vida que debería ser alimentado cuando la persona esté
enferma o se esté muriendo. En lugar de trabajar en otros lugares secundarios, trabaja en el centro. Quizá
puede salir de ello toda una nueva ciencia de la medicina y de la salud.
El hara no
ha sido reconocido en ningún lugar excepto en Japón. Pero Japón lo ha probado y
ese es el centro de la vida, porque la persona muere en un segundo; y sin
agonía, sin angustia. Su cara se queda como cuando estaba viva, ni siquiera una
tensión.
El harakiri
se desarrolló por una extraña razón. Es parte de la formación del samurai
japonés. El samurai es un tipo de guerrero muy especial. Es un
guerrero meditativo. La vida y la muerte son iguales para él, pero el honor, la
respetabilidad, la dignidad, están por encima de todo lo demás. Por eso si pasa
algo por lo que se sienta humillado, ya no merece la pena vivir y se hace el harakiri.
Suicidio no es una buena traducción, pero no hay otra.
Miles de samurais
se han hecho el harakiri. No puedes dañar la integridad de un samurai.
Es peligroso; no te matará a ti, se suicidará. La vida pierde el sentido:
si la gente no puede respetarle, ya no tiene una razón para vivir. El samurai
vive con dignidad, es un desarrollo especial de la individualidad humana y
está totalmente dedicado a la libertad. Cualquier cosa que le hiera, cualquier
cosa que destruya su libertad o su honor.
En la Segunda Guerra
Mundial había un peligro: podías destruir Japón, pero no podías vencerle. La
bomba atómica cambió la situación, pero si hubiera sido una guerra ordinaria...
Hace unos
años, trece años después de la segunda guerra mundial, se encontró a un hombre
oculto en el bosque que seguía combatiendo. Cuando podía, salía a matar a un
americano y regresaba al bosque. Fue atrapado trece años después de la Segunda Guerra
Mundial y cuando le dijeron que Japón había sido derrotado, no podía creérselo.
Dijo: «Eso
es imposible. Japón puede ser destruido pero no puede ser vencido. Es la tierra
de los samurais. Vivimos con dignidad y morirás con dignidad.» No podía
creérselo; habían pasado trece años y seguía luchando por Japón, en solitario.
En Japón han
unido la meditación con el arte de la espada, con el tiro al arco, y con otras
prácticas guerreras. A nosotros nos parece mucho que una persona se suicide,
pero no es así para los miles que se han hecho el harakiri. No se están
destruyendo a sí mismos, simplemente están dejando atrás esta vida; no merece
la pena ser vivida, algo ha ido mal. Seguir aquí contradice su sentido del
honor.
Por medio de
la hipnosis podemos hacer consciente a la persona de cómo sucede esa elevación
y de cómo volver a entrar en el cuerpo. Y una vez hecho, se te puede dar una
sugestión posthipnótica para poder hacerlo cuando estés sólo, en cualquier
momento. Es una experiencia tremendamente hermosa, porque por primera vez te
das cuenta de que no eres la prisión. Tu cuerpo es una cosa; tú eres
completamente diferente: eres eterno, inmortal.
Los cuerpos
han ido y venido; tú has estado aquí desde la eternidad y estarás aquí hasta la
eternidad.
El Autor
La mayoría de nosotros vivimos nuestras vidas en el mundo
del tiempo, entre recuerdos del pasado y esperanzas del futuro. Sólo rara vez tocamos la dimensión intemporal
del presente, en momentos de belleza repentina, o de peligro repentino, al
encontrarnos con una persona amada o con la sorpresa de lo inesperado. Muy pocas personas salen del mundo del tiempo
y de la mente, de sus ambiciones y de su competitividad, y se ponen a vivir en
el mundo de lo intemporal. Y muy pocas
de las que así lo hacen han intentado compartir su experiencia con los
demás. La Tse , Gautama Buda, Bodhidharma… o, más
recientemente, George Gurdjieff, Ramana Maharshi, J. Krishnamurti: sus
contemporáneos los toman por excéntricos o por locos; después de su muerte, los
llaman “filósofos”. Y con el tiempo se
hacen legendarios: dejan de ser seres humanos de carne y hueso para convertirse
quizás en representaciones mitológicas de nuestro deseo colectivo de
desarrollarnos dejando atrás las cosas pequeñas y lo anecdótico, el absurdo de
nuestras vidas diarias.
Osho ha descubierto la puerta que le ha dado acceso a vivir
su vida en la dimensión intemporal del presente, ha dicho que es “un
existencialista verdadero”, y ha dedicado su vida a incitar a los demás a que
encuentren esta misma puerta, a que salgan de este mundo del pasado y del
futuro y a que descubran por sí mismos el mundo de la eternidad.
Osho nació en Kuchwada, Madhya Pradesh, en la India , el 11 de diciembre de
1931. Desde su primera infancia, el suyo
fue un espíritu rebelde e independiente que insistió en conocer la verdad por
sí mismo en vez de adquirir el conocimiento y las creencias que le transmitían
los demás.
Después de su iluminación a los veintiún años de edad, Osho
terminó sus estudios académicos y pasó varios años enseñando filosofía en la Universidad de
Jabalpur. Al mismo tiempo, viajaba por
toda la India
pronunciando conferencias, desafiando a los líderes religiosos a mantener
debates públicos, discutiendo las creencias tradicionales y conociendo a
personas de todas las clases sociales. Leía mucho, todo lo que llegaba a sus
manos, para ampliar su comprensión de los sistemas de creencias y de la
psicología del hombre contemporáneo. A
finales de la década de los 60, Osho había empezado a desarrollar sus técnicas
singulares de meditación dinámica. Dice que el hombre moderno está tan cargado
de las tradiciones desfasadas del pasado y de las angustias de la vida moderna
que debe pasar un proceso de limpieza profunda antes de tener la esperanza de
descubrir el estado relajado, libre de pensamientos, de la meditación.
A lo largo de su labor, Osho ha hablado de casi todos los
aspectos del desarrollo de la conciencia humana. Ha destilado la esencia de
todo lo que es significativo para la búsqueda espiritual del hombre
contemporáneo, sin basarse en el análisis intelectual sino en su propia
experiencia vital.
No pertenece a ninguna tradición: “Soy el comienzo de una
conciencia religiosa totalmente nueva”, dice. “Os ruego que no me conectéis con
el pasado: ni siquiera vale la pena recordarlo”.
Sus charlas dirigidas a discípulos y a buscadores
espirituales de todo el mundo se han publicado en más de seiscientos volúmenes
y se han traducido a más de treinta idiomas. Y él dice: “Mi mensaje no es una doctrina,
no es una filosofía. Mi mensaje es una
cierta alquimia, una ciencia de la transformación, de modo que sólo los que
están dispuestos a morir tal como son y a nacer de nuevo a algo tan nuevo que
ahora ni siquiera se lo pueden imaginar… sólo esas pocas personas valientes
estarán dispuestas a escuchar, porque escuchar será arriesgado.
“Al haber escuchado, habéis dado el primer paso hacia el
renacer. De manera que esta filosofía no
podéis echárosla por encima como un abrigo para presumir. No es una doctrina en
la que podráis encontrar el consuelo ante las dudas que os atormenta. No, mi
mensaje no es ninguna comunicación oral. Es algo mucho más arriesgado. Trata
nada menos que de la muerte y del renacer”.
Osho abandonó su cuerpo el 19 de enero de 1990. Su enorme comuna en la India sigue siendo el mayor
centro de desarrollo espiritual del orbe y atrae a millares de visitantes de
todo el mundo que acuden para participar en sus programas de meditación, de
terapia, de trabajo con el cuerpo, o simplemente para conocer la experiencia de
estar en un espacio búdico.
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