G.
K. CHESTERTON (1874 – 1936)
EL
HOMBRE QUE FUE JUEVES
(PESADILLA)
Traducción
y prólogo de ALFONSO REYES
TRIGESIMOCTAVA ENTREGA
CAPÍTULO
DÉCIMO
EL
DUELO (6)
El segundo padrino del
Marqués, un joven de pequeña estatura y bigotes negros, se inclinó cortésmente,
y dijo:
-Acepto desde luego las
excusas que usted tan amablemente nos ofrece; pero, a mi vez, pido a ustedes
que me dispensen de seguirles más adelante en sus difíciles trabajos, y me
permitan desearles aquí mismo muy buena suerte. El espectáculo de ver por el
aire los fragmentos de un conciudadano conocido y particularmente eminente,
como éste, es muy desusado para mí y, en suma, es mucho para un solo día.
Coronel Ducroix: no quiero influir en sus decisiones, pero si usted opina, como
yo, que nos encontramos en un ambiente algo anormal, le advierto que regreso
ahora mismo a la ciudad.
El Coronel Ducroix se
volvió mecánicamente: pero de pronto atusó sus bigotes canos y exclamó:
-¡No, por San Jorge!
¡No quiero! Si realmente estos caballeros están en lucha con esa pandilla de
bribones que dicen, quiero acompañarlos hasta el fin. Yo he combatido ya por
Francia; no sé qué pueda impedirme combatir por la civilización.
El Dr. Bull se
descubrió y agitó el sombrero, gritando como en un mitin.
-No haga usted mucho
ruido -dijo el inspector Ratcliffe-. El Domingo puede oírle.
-¿Domingo? -exclamó
Bull dejando caer el sombrero.
-Sí -replicó Ratcliffe-.
Puede venir con los otros.
-¿Con quiénes? -preguntó
Syme.
-Con los que bajen de
ese tren -dijo el otro.
-Es desconcertante lo
que usted dice -confesó Syme-. Pero vamos a los hechos... -Y de pronto, como el
que presencia de lejos una explosión-: Pero ¡Dios mío! ¿De modo que todo el
Consejo Anarquista estaba contra la anarquía? Todos éramos detectives menos el
Presidente y su Secretario personal. ¿Qué significa esto?
-¿Qué significa? -dijo
el descubierto policía con increíble violencia-. Significa que somos hombres
muertos. ¿Acaso no conoce usted al Domingo? ¿No sabe usted que sus golpes son
siempre tan sencillos y enormes que nunca se los espera? ¿Hay nada más conforme
a la táctica de Domingo que el poner a sus enemigos más poderosos en el Supremo
Consejo, y después cuidarse de que este consejo no pueda ser supremo? Les
aseguro a ustedes que ha comprado todas las confianzas, ha cortado todos los
cables, tiene en su mano todas las líneas del ferrocarril, y ésta
especialmente.
Y señalaba con
tembloroso índice a la pequeña estación.
-Todo el movimiento
está regido por él. Medio mundo está dispuesto a levantarse en su nombre. Pero
quedaban cinco desdichados que podían habérsele resistido... Y el demonio del
viejo los metió en su Consejo Supremo para que se pasaran el tiempo acechándose
mutuamente. ¡Somos unos imbéciles, y nuestra imbecilidad se conduce de acuerdo
con las previsiones de ese hombre! Domingo comprendía que al Profesor se le
había de ocurrir perseguir a Syme en Londres, y a Syme batirse conmigo en
Francia. Y en tanto que él combinaba grandes masas de capitales y se apoderaba
de las líneas telegráficas, nosotros, como buenos idiotas, andábamos uno tras
otro como los nenes jugando al escondite.
-¿Y bien? -dijo Syme
con cierta calma.
-Y bien, nada -dijo el
otro tranquilizándose como por encanto-. Que ahora el Domingo nos encuentra jugando al escondite en un campo
lleno de belleza rústica y de extremada soledad. Tal vez es dueño ya del mundo:
sólo le falta apoderarse de este campo y de los locos que quedan en él. Y para
que ustedes sepan cuál era mi temor respecto a la llegada del tren, helo aquí:
a estas horas, Domingo o su Secretario acaban de bajar de ese tren.
Syme lanzó un grito
involuntario, y todos volvieron la vista a la estación. Parecía que estaba
bajando mucha gente, y que comenzaba a moverse en dirección a ellos. Pero no
era fácil darse cuenta: estaban todavía muy lejos.
-El difunto Marqués de
San Eustaquio -dijo el Inspector sacando un estuche de cuero- tenía la
costumbre de llevar siempre consigo unos gemelos de teatro. A la cabeza de esa
muchedumbre, es seguro que viene el Presidente o el Secretario. En buen sitio
nos cogen: aquí no hay riesgo de que caigamos en tentación de romper nuestras
promesas llamando a la policía. Dr. Bull: se me figura que verá usted mejor con
estos gemelos que con esas decorativas gafas negras.
Y le alargó los
gemelos. El Doctor, quitándose las gafas, aplicó a sus ojos los gemelos.
-No, no hemos de tener
tan mala suerte -dijo el Profesor, no muy seguro de lo que hablaba-. Parece que
baja mucha gente, pero bien pueden ser turistas.
-Pero -preguntó Bull sin
dejar de ver con los gemelos- ¿acaso los turistas acostumbran a usar antifaces
negros?
Syme le arrancó los
gemelos y se puso a mirar. La mayoría de ellos recién venidos no tenía nada de
extraordinario; pero dos o tres de los que parecían conducirlos llevaban unos
antifaces negros casi hasta la boca. El disfraz, a esa distancia sobre todo,
era completo.
Syme no pudo
identificar aquellas mandíbulas, aquellas barbas afeitadas. Los disfrazados
hablaban entre sí y sonreían. Uno de ellos, sólo sonreía con media cara.
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