PAULO
FREIRE
PEDAGOGÍA
DEL OPRIMIDO
SÉPTIMA ENTREGA
PRIMERAS
PALABRAS (1)
Las
páginas que aparecen a continuación y que presuponemos como una introducción a
la pedagogía del oprimido son el resultado de nuestras observaciones en estos
tres años de exilio. Observaciones que se unen a las que hiciéramos en Brasil,
en los varios sectores en que tuvimos la oportunidad de desarrollar actividades
educativas.
Uno
de los aspectos que observamos, sea en los cursos de capacitación que hemos
realizado y en los cuales analizamos el papel de la concienciación, sea en la aplicación
misma de una educación liberadora es el del “miedo a la libertad”, al que haremos referencia en el
primer capítulo de este ensayo.
No
son pocas las veces en que los participantes de estos cursos, en una actitud
con la que manifiestan su “miedo a la libertad”, se refieren a lo que denominan
el “peligro de la concienciación”. “La conciencia crítica, señalan, es
anárquica.” A lo que otros añaden: “¿No podrá la conciencia crítica conducir al
desorden? Por otra parte, existen quienes señalan: “¿Por qué negarlo? Yo temía
a la libertad. Ya no la temo.”
En
una oportunidad en que participaba un hombre que había sido obrero durante
largo tiempo, se estableció una de esas discusiones en la que se afirmaba lo “peligroso
de la conciencia crítica”. En lo más arduo de la discusión, este hombre señaló:
“Quizás sea yo, entre los señores, el único de origen obrero. No puedo decir
que haya entendido todas las palabras que aquí fueron expresadas, pero sí hay
una cosa que puedo afirmar: llegué a este curso como un ser ingenuo y,
descubriéndome como tal, empecé a tornarme crítico.
Sin embargo, este descubrimiento ni me hizo fanático ni me da tampoco la
sensación de desmoronamiento”. En esa oportunidad, se discutía sobre la
posibilidad de que una situación de injusticia existencial, concreta, pudiera
conducir a los hombres concienciados por ella a un “fanatismo destructivo”, o a
una sensación de desmoronamiento total del mundo en que estos se encontraban.
La
duda, así definida, lleva implícita una afirmación que no siempre explica quién
teme a la libertad: “Es mejor que la situación concreta de injusticia no se
transforme en un ‘percibido’ claro en la conciencia de quienes la padecen”.
Sin
embargo, la verdad es que no es la concienciación la que puede conducir al
pueblo a “fanatismos destructivos”. Por el contrario, al posibilitar esta la
inserción de los hombres en el proceso histórico, como sujetos, evita los
fanatismos y los inscribe en la búsqueda de su afirmación.
“Si
la toma de conciencia abre camino a la expresión de las insatisfacciones
sociales, se debe a que estas son componentes reales de una situación de
opresión.” (2)
El
miedo a la libertad, del que, necesariamente, no tiene conciencia quien lo
padece, lo lleva a ver lo que no existe. En el fondo, quien teme a la libertad
se refugia en la “seguridad vital”, para usar la expresión de Hegel,
prefiriéndola a la “libertad arriesgada” (3)
Son
pocos, sin embargo, quienes manifiestan explícitamente este recelo a la libertad.
Su tendencia es camuflarlo en un juego mañoso aunque a veces inconsciente. Un
juego engañoso de palabras en el que aparece o pretende aparecer como quien
defiende la libertad y no como quien la teme.
Sus
dudas y preocupaciones adquieren, así, un aire de profunda seriedad. Seriedad
de quien fuese celador de la libertad. Libertad que se confunde con el
mantenimiento del statu quo. De ahí
que, si la concienciación implica poner en tela de juicio el statu quo, amenaza entonces la libertad.
Las
afirmaciones sostenidas a lo largo de este ensayo, desposeídas de todo carácter
dogmático, no son fruto de meros devaneos intelectuales ni el solo resultado de
lecturas, por interesantes que estas fueran. Nuestras afirmaciones se sustentan
siempre sobre situaciones concretas. Expresan las reacciones de proletarios
urbanos, campesinos y hombres de clase media a los que hemos venido observando,
directa o indirectamente, a lo largo de nuestro trabajo educativo. Nuestra
intención es la de continuar con dichas observaciones a fin de ratificar o
rectificar, en estudios posteriores, puntos analizados en este ensayo
introductorio.
Ensayo
que probablemente provocará en algunos de sus posibles lectores, reacciones
sectarias.
Entre
ellos habrá muchos que no traspasarán, tal vez, las primeras páginas. Unos, por
considerar nuestra posición frente al problema de la liberación de los hombres
como una posición más, de carácter verbalista, cuando no un verbalismo
reaccionario.
Verbalismo
de quien se “pierde” hablando de vocación ontológica, amor, diálogo, esperanza,
humildad o simpatía. Otros por no querer o no poder aceptar las críticas y la
denuncia de la situación opresora en la que los opresores se “gratifican”.
De
ahí que este sea, aun con las deficiencias propias de un ensayo aproximativo,
un trabajo para hombres radicales. Estos, aunque discordando en parte o en su
totalidad de nuestras posiciones, podrán llegar al fin de este ensayo.
Sin
embargo, en la medida en que asuman, sectariamente, posiciones cerradas, “irracionales”,
rechazarán el diálogo que pretendemos establecer a través de este libro.
Notas
(2)
Francisco Weffor, Prefacio a La educación
como práctica de la libertad, ICIRA, Santiago de Chile, 1969.
(3)
“Solamente arriesgando la vida se mantiene la libertad… El individuo que no ha
arriesgado la vida puede sin duda ser reconocido como persona que no ha
alcanzado la verdad de este reconocimiento como autoconciencia independiente.” Fenomenología del espíritu, Fondo de
Cultura Económica, México, 1966, p. 116.
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