HUGO GIOVANETTI VIOLA
EL
EVANGELIO SEGÚN EL TRAIDOR
(LA
MALDITA COMEDIA)
primera edición WEB
primera edición 2007: Caracol al Galope /
elMontevideano Laboratorio de Artes
TRIGÉSIMA ENTREGA
30
Isabelino
Pena se despertó arrancándose el vendaje y gritó:
-Rey
carajo.
Calculo
que no puedo haber dormido más de dos horas por la claridad plateada y los
gallos que se filtran en la sheol sin
cerrar, y que Esteban el Cagueta se nos acaba de escapar para siempre.
-Chau,
caripncho -levantó un brazo hacia el titilar que asomaba entre los botijos el
detective y subió la escalera con el manto púrpura al hombro.
El
asesor semiótico también dejó abierta la puerta del fondo, y la luna que ya se
clava en la muralla me desbarranca en la peor resaca cósmica que tuve en los
setentaiún años de todas mis vidas.
-Ahora
vos te borrás pero yo sigo creyendo -metió la cabeza en una gigantesca vasija
de piedra el viejito y se sacudió como un perro y se enjuagó la boca antes de
meterse en la letrina.
Entonces
me doy cuenta que desde que llegué a Jerusalén estoy condenado a vaciarme entre
el jedor del súcubo iscariótico y pienso que me lo merezco y repito con más
calma que asco:
-Ahora
vos te borrás pero yo sigo creyendo.
Isabelino
Pena rezó mucho rato agachado en el cagadero y se arrancó otro pedazo del saq para limpiarse y volvió cargando un
ánfora que lo hacía parecer un esclavo en los baños de Argel.
ALMÁ
15: La noche del prendimiento no pudiste dormir y cuando llegó Jesús con los
discípulos y les pidió a Pedro Juan y Santiago que lo esperaran despiertos
mientras él rezaba en la gruta del lagar porque sentía una tristeza de muerte
saliste con Nazareno y el ángel se echó a la sombra de un olivo y pudiste ver
la luna apoyada en la espalda del maestro cuando se arrodilló a pedir Padre mío para ti todo es posible Líbrame de
este trago pero que no se haga mi voluntad sino la tuya: y después volvió
dos veces a ordenarle a los discípulos que no se durmieran y se encorvaba con
todas las estrellas en la espalda y no se caía y volvía a rezar y el viento fue
trayendo el mismo olor de la sangre de los corderos en las canaletas del Templo
y de repente sentiste que el Rabí se había tragado la luna y rezongó a los
discípulos que seguían roncando y cuando llegó Judas con los guardias y lo besó
supiste que perdonar era lo más difícil del mundo pero que a los elegidos les
toca repartir el reino de lo imposible: Juan Marcos se despertó recién después
que Jesús le sanó la herida a Malco y ni siquiera había tenido tiempo de
vestirse y no se escapó junto con los discípulos y siguió al pelotón envuelto
en una sábana pero los levitas quisieron agarrarlo y salió corriendo desnudo y
entonces taloneaste al lobo y recogiste el pedazo de oreja que le había cortado
Pedro con una espada a Malco y lo enterraste al lado del primer gatito que
tuviste en la cabaña y Nazareno se fue a lamer la sangre de las rocas y te
abrigaste con la sábana y te quedaste rezando hasta el amanecer abajo del olivo
y entendiste que el brillo que siempre le habías visto al Rabí era el cielo que
terminó de tragarse esa noche.
Isabelino
Pena sondeó el amanecer escamado lechosamente sobre la muralla oeste y ordenó:
-Ahora
te vas vos, mamá. A descansar tranquila.
Y
el vaciamiento del ánfora me deja muy bronquítico pero me arrodillo a estudiar
la canaleta que se conecta con el albañal del Hinom y vuelvo a cargar agua en
la vasija grande.
-Que
te vayas, mamá -jadeó el viejito descargando otro chorro rabioso y volviendo a
arrodillarse para inspeccionar las piedras llenas de tábanos.
Y
como veo dos pelotones de mierda color uva chinche que no quieren zafar meto el
brazo entero y los arranco y ordeno:
-Fuera,
Satanás.
Después
el detective se desnudó para lavarse de pies a cabeza con un jabón amargo y
terminó usando un cuchillo para desembarrarse las uñas y se comió un jazmín y
le dijo a la cabra:
-Nunca
más vuelvo a tomar una gota de alcohol, hermana. Porque es igual que si me
tomara a mi madre y me matara con ella.
La
lechera me hace erizar con una sobrehumanidad idéntica a la de Nazareno y su
oro tiene toda la razón:
-Pero hay que perdonarla.
-¿A
Satanás también? -tiritó Isabelino Pena entre la transparencia primaveral.
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