KAREL KOSIK (1926 – 2003): UN MARXISMO CON
VUELO
METAFÍSICA DE LA CULTURA
(fragmentos de Dialéctica de lo concreto)
QUINTA ENTREGA
Historicidad e historicismo (1)
El famoso fragmento de Marx sobre el arte antiguo ha compartido la
suerte de muchas concepciones geniales: su significado real ha quedado
oscurecido bajo una multitud de comentarios y la evidencia de las continuas
citas. (1) ¿Se planteó, efectivamente, Marx el problema del significado y la
supratemporalidad del arte antiguo? ¿Intentaba resolver la problemática del
arte y de la belleza? ¿Es el pensamiento citado una idea esporádica y aislada,
o tiene conexión con otras concepciones del autor? ¿Cuál es su auténtico
significado? ¿Por qué naufragan los comentarios que entienden la cita en un
sentido literal, como una invitación a buscar una explicación a la idealidad
del arte griego? ¿Por qué naufragan los intérpretes que consideran
satisfactoria la respuesta inmediata de Marx, sin detenerse en el hecho de que
el manuscrito se interrumpe precisamente en el desarrollo del pensamiento, sin
que la argumentación sea llevada a su término?
En el fragmento en el que se ocupa del método de la economía política,
de la metodología de las ciencias sociales y de los problemas de la concepción
materialista de la historia, las consideraciones relativas al arte tienen un
significado derivado: no se examina particularmente la epopeya griega, sino
que, con su ejemplo, se aborda una
problemática distinta, más general.
La atención no se concentra en el esclarecimiento general del arte antiguo,
sino en la expresión de los problemas de su génesis
y validez: la dependencia histórico-social
del arte no coincide con su validez.
Lo principal no es aquí la problemática del arte, sino la formulación de una de
las cuestiones cardinales de la dialéctica materialista: la relación entre
génesis y validez, entre la situación dada y la realidad, entre la historia y
la realidad humana, entre lo temporal y lo eterno, entre la verdad relativa y
la absoluta. Para que el problema pueda ser resuelto, debe ser antes formulado.
La delimitación del problema es, evidentemente, algo distinto de la limitación
del problema. Delimitar, y por tanto formular, el problema significa captar y
determinar su relación íntima con otros problemas. El problema principal no es
la idealidad del arte antiguo, sino una cuestión más general: ¿cómo y por qué
la obra artística sobrevive a las condiciones que la han originado? ¿En qué y
por qué las ideas de Heráclito sobreviven a la sociedad en que nacieron? ¿En
qué y por qué la filosofía de Hegel sobrevive a la clase, como ideología de la
cual fue formulada? En verdad sólo de esta forma general se plantea el
problema. Y sólo a la luz de esta formulación general puede comprenderse y ser
resuelto el problema particular. E inversamente: la problemática general de la
verdad absoluta y relativa, de la génesis y de la validez, puede ser
ejemplificada con la comprensión de la problemática particular del arte antiguo.
(2) La problemática de la obra de arte debe conducirnos a la problemática
filosófica de lo eterno y lo transitorio, de lo absoluto y lo relativo, de la
historia y la realidad. La obra de arte -y en cierto sentido cualquier obra en
general, y por tanto también la obra filosófica y científica, es una estructura
compleja, un todo estructurado, en el que se vinculan en unidad dialéctica
elementos de distinta naturaleza: ideológicos, temáticos, de composición, de
lenguaje. (3) De la relación de la obra con la realidad social no basta decir:
la obra es una estructura significativa, abierta a la confrontación con la
realidad social, y condicionada por
la propia realidad social, ya sea en su totalidad, ya sea en sus elementos
constitutivos particulares. Si la relación de la obra con la realidad se
entiende como relación de condicionamiento a condicionante, la realidad social,
con respecto a la obra, es reducida a
la situación social, es decir, a “cualquier cosa” que se encuentre en relación
con la obra sólo como premisa externa y
como condición exterior. (4) La obra de arte es parte integrante de la realidad
social y espiritual del hombre. Para comprender el carácter de la obra de arte
no basta, por tanto, que su carácter social y su relación con la sociedad sean
esclarecidos exhaustivamente por la “sociología del arte”, que indaga la
génesis histórico-social, la eficacia y la resonancia de la obra, o que examina
-mediante una indagación histórica- su carácter biográfico o biográfico-social.
Analicemos, en primer lugar, el sentido y el contenido de la tesis,
tantas veces repetida, de que la obra de arte se halla socialmente
condicionada. La reflexión acrítica transforma esa relación en una conexión
única entre realidad social y arte, desfigurando así tanto la naturaleza del
arte como de la realidad social. La tesis del condicionamiento social presupone
ante todo que la realidad social es algo que queda fuera de la obra. La obra se halla condicionada socialmente pero precisamente por eso se convierte en
algo no social, en algo que no constituye la realidad social y que, por tanto,
no mantiene una relación interna con
esta realidad. El condicionamiento social de la obra es algo que puede
establecerse en el curso del análisis de la obra, como introducción general o
como suplemento puesto entre paréntesis, pero sin que entre ni pertenezca a la
verdadera y propia estructura y, por
tanto, sin que corresponda tampoco al verdadero examen científico de la obra. Tanto la realidad social como la obra degeneran en esta relación
de recíproca exterioridad, pues si la obra como estructura significativa sui generis no entra en la investigación
ni en el análisis de la realidad social, la propia realidad social se
transforma en un simple esquema abstracto o en un condicionamiento social
general: la totalidad concreta se convierte en falsa totalidad. Si la obra se
analiza como estructura significativa cuya concreción se basa en su existencia como
elemento de la realidad social y si el condicionamiento social es considerado
como única forma de “vinculación” de la obra con la realidad social, la obra se
transforma entonces de estructura significativa relativamente autónoma en una
estructura absolutamente autónoma: la totalidad concreta se vuelve falsa totalidad.
En la tesis del condicionamiento social de la obra se ocultan dos significados
diversos. En primer lugar, el condicionamiento social -con respecto a la obra-
en posición del Dios de los ilustrados que imprime el movimiento, que da así el
primer impulso, pero que apenas concluye su obra se transforma en un espectador
que contempla el desenvolvimiento autónomo de su creación, sin influir para
nada en su destino ulterior. En segundo lugar, el condicionamiento social
significa que la obra es algo secundario, derivado, reflejo, cuya verdad no
está en sí mismo, sino sólo fuera de ella. Desde el momento en que la verdad de
la obra no se encuentra en la obra misma, sino en la situación objetiva, sólo
aquellos que conocen y comprenden esta situación pueden comprender la verdad de
la obra de arte. La situación debe constituir la realidad de la que es reflejo
la obra. Pero, la situación por sí misma no es la realidad; sólo lo es en la
medida en que se concibe como realización, fijación y desarrollo de la praxis
objetiva del hombre y de su historia. La verdad de la obra (y para nosotros la
obra es siempre una “auténtica” producción artística o literaria, a diferencia
de los documentos) no radica en la situación del momento, en el
condicionamiento social ni en la reducción historizante a la situación dada,
sino en la realidad histórico-social como unidad de génesis y repetición, en el
desarrollo y realización de la relación sujeto y objeto como carácter
específico de la existencia humana. El reconocimiento de la historicidad de la realidad social, no equivale a la reducción
historizante a la situación dada.
Notas
1) La dificultad no estriba en comprender que el “arte
y la epopeya griegos estén vinculados a
determinadas formas de desarrollo social. La dificultad está en que aun siguen
proporcionándonos un goce estético y, en
cierto sentido, valen como norma y modelo inalcanzable”. Marx, Contribución a la crítica de la economía
política (cursivas del autor).
2) Sólo a esta luz se muestra la conexión del
fragmento citado con las demás concepciones y obras de Marx. Un problema
semejante fue resuelto por él al valorar la aportación de algunos
representantes de la economía política clásica, y al abordar el problema de la
verdad objetiva en la ciencia. “Toda ciencia, y por consiguiente también la
economía política y la filosofía, es una entidad objetiva que tiene sus propias
leyes internas, de acuerdo con las cuales se desarrolla, leyes que son independientes
de los caprichos subjetivos de los individuos, y que se imponen incluso a
despecho de las intenciones y antipatías de estos. Poniendo de ejemplo a Richard
Jones, seguidor de Nalthus y presbítero de la Iglesia anglicana, Marx demuestra
este carácter objetivo de las leyes de la
ciencia, cuya observación lleva a determinados resultados, independientemente
de las posiciones subjetivas del científico”. K. Kosik, La historia de la filosofía como filosofía (La filosofía en la historia
del pueblo checo), Praga, 1958, pág. 15 (en checo).
3) Véase Roman Ingarden, Das literarische Kunswerk, Halle, 1931, y también Vinogradov, Problema avtorsva y teoriia stilej, (El
problema del autor y la teoría del estilo) Moscú, 1961, pág. 197, L. Dolezel, O stylu moderni ceské prózy, (Sobre el
estilo de la moderna prosa checa), Praga, 1960, pág. 183.
4) De nuevo se demuestra que un método falso da origen
a involuntarias equivocaciones que los verdaderos investigadores tratan de
evitar: el científico habla de “realidad”, pero su método erróneo ha
transformado la realidad en algo distinto: es decir, la ha reducido a la “situación
dada”.
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