JOHN DONNE (1572 – 1631)
DEVOCIONES
(versión y prólogo de Alberto Girri)
SÉPTIMA ENTREGA
VIII
Et Rexi ipsee suum mittit
El Rey envía a su propio médico
Todavía, cuando retornamos a esa meditación de que el hombre es un
mundo, realizamos nuevos descubrimientos. Que sea él un mundo, y él mismo será
la tierra, y la miseria el mar. Su miseria (puesto que la miseria es de él,
propia; de las dichas de este mundo él es sólo el inquilino, pero de la miseria
es el propietario; de la felicidad él es sólo el arrendatario, el
usufructuario, pero de la miseria es el señor, el amo), su miseria, como el
mar, se embravece hasta más arriba de las colinas y llega a las más remotas
partes de la tierra, el hombre, quien en sí mismo no es sino polvo, y coagulado
y amasado como tierra por las lágrimas; su materia es la tierra, su forma la
miseria. En este mundo, que es la humanidad, el territorio más elevado, las
colinas más eminentes, son reyes; ¿y poseen ellos hilo y plomo suficientes como
para sondear y decir: Esta profundidad no es sino mi miseria? Apenas si hay
alguna miseria comparable a la enfermedad; y a ella están sujetos por igual,
como el más humilde de sus súbditos. Un cristal no es menos frágil porque en él
esté representada la cara de un rey; ni un rey es menos frágil porque Dios se
represente en él. Los reyes tienen continuamente médicos alrededor de ellos, y,
en consecuencia, enfermedades, o la peor de las enfermedades: el miedo continuo
de ellas. ¿Son los reyes dioses? Quien así los llame no los lisonjeará. Son
dioses pero dioses enfermos; y Dios se nos presenta bajo muchas afecciones
humanas, en lo que tienen de enfermedades; Dios es denominado Colérico, y
pesaroso, y Fatigado, y Riguroso; pero nunca un Dios enfermo; porque entonces
podría morir como los hombres, como lo hacen nuestros dioses. Lo peor que
podría decirse como reproche, y escarnio de los dioses paganos, era que acaso
estaban dormidos, pero los dioses que están tan enfermos que no pueden morir se
hallan en una más enfermiza condición. ¿Un dios, y necesita un médico? ¿Un
Júpiter, y necesita un Esculapio? Que debe tomar ruibarbo para purgar su cólera,
o de lo contrario estará demasiado furioso, y agárico para purgar su flema, o
de lo contrario estará demasiado soñoliento, que, como decía Tertuliano de los
dioses egipcios de las plantas y las hierbas: “Dios obligó al hombre a la
gratitud para crecer en su jardín”, del mismo modo debemos decir de estos
dioses que su eternidad (una eternidad de setenta años) está en la tienda del
boticario, y no en la divinidad metafórica. Pero su divinidad está mejor
expresada en su humildad que en su elevación; cuando, abundando y desbordando,
como Dios, en medios para hacer el bien, los reyes descienden, como Dios, a una
participación de sus abundancias entre los hombres, de acuerdo con sus
necesidades, entonces son dioses. No hay hombre que hallándose bien no
comprenda, no valore su bienestar; no tenga en ello una dicha y un gozo; y
quienquiera tuviere esa dicha, tendrá el deseo de comunicarla, de difundir
aquello que ocasiona su felicidad, y su alegría, a otros; porque cada hombre ama
tener testigos de su felicidad; y los mejores testigos son los testigos por su
propia experiencia; los que han probado en sí mismos lo que a nosotros nos hace
dichosos. En consecuencia, completa y perfecciona la felicidad de los reyes el
otorgar, el transferir, honor, y riquezas, y (como pueden hacerlo) salud, a
aquellos que lo necesiten.
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