ANGELA DAVIS: QUÉ SIGNIFICA SER RADICAL
EN EL SIGLO XXI
INSURGENTE.ORG
Angela Davis
(1944), legendaria activista afroamericana de los años 60 vinculada al
movimiento de derechos civiles, los Panteras Negras y el Partido Comunista
norteamericano, por el que fue candidata a la vicepresidencia en los años 80,
fue discípula de Herbert Marcuse. Su trabajo teórico se ha centrado, entre
otros temas, en el análisis de lo que denomina el “complejo penitenciario
industrial” en los Estados Unidos.
45 años después de que sus primeros bolos
académicos atrajesen la ira del gobernador [de California] Ronald Reagan,
Angela Y. Davis vuelve al campus este semestre como profesora del departamento
de estudios de género de la Universidad de California en Los Ángeles. Su
discurso del jueves pasado en el Royce Hall sobre feminismo y supresión de las
cárceles resume parte de su trabajo, pero no todo, una larga carrera académica
con su activismo radical en paralelo. El presidente Nixon la llamó “peligrosa
terrorista” cuando fue acusada de asesinato y conspiración tras un tiroteo
mortal en un juzgado en 1970. Fue absuelta y, desde entonces, esta mujer nacida
en el campo de minas de la segregación racial de Birmingham, en el estado de
Alabama, ha escrito, enseñado y dado clase por todo el mundo. Su emblemático
pelo “afro” se ha transformado desde su silueta de 1970; su intensidad, no.
El Congreso está trabajando en la reforma de las
penas de cárcel. Muchos estados han prohibido la pena capital. ¿No resulta esto
alentador?
Me he vinculado al
movimiento de supresión de las prisiones; eso no significa que me niegue a
respaldar reformas. Hay una campaña muy importante contra las celdas de
aislamiento, una reforma que es absolutamente necesaria. La diferencia reside
en si las reformas contribuyen a hacer la vida más habitable para la gente que
está en la cárcel o si apuntalan el complejo penitenciario-industrial. De modo
que no es una situación de blanco o negro.
¿Qué sería un sistema penal justo para usted?
Es complicado. La
mayoría de quienes estamos en el movimiento abolicionista del siglo XXI nos
fijamos en la crítica que hizo W.E.B. Du Bois respecto a la supresión de la
esclavitud: que no se trataba simplemente de arrojar las cadenas. La verdadera
meta consistía en volver a crear una sociedad democrática que permitiera la
incorporación de los antiguos esclavos. La supresión de las cárceles tendría
que ver con la construcción de una nueva democracia: derechos substanciales, a
la subsistencia económica, a la salud; un énfasis mayor en la educación que en
el encarcelamiento; crear nuevas instituciones que tenderían a hacer obsoletas
las cárceles.
¿Cree que llegará un día en que las cárceles
ya no sean necesarias?
Es posible, pero
aunque no suceda esto, podemos pasar a un tipo muy diferente de justicia que no
requiera un impulso retributivo cuando alguien hace algo terrible.
¿Ha visto la tragicomedia ‘Orange Is the New
Black’ [serie televisiva], de tema carcelario?
No sólo he visto la
serie sino que he leído las memorias [de Piper Kerman], que es un análisis
mucho más profundo que el que se ve en la serie, pero como persona que ha
analizado el papel de las cárceles de mujeres en la cultura visual, sobre todo
en el cine, creo que [la serie] no está mal. Hay tantos aspectos que con
frecuencia no aparecen en las representaciones de la gente en estas
circunstancias opresivas. Por ejemplo, en Doce
años de esclavitud, uno de las cosas
que eché de menos era cierto sentido de alegría, cierto sentido de placer,
cierto sentido de humanidad.
Este semestre vuelve usted a la UCLA
[Universidad de California en Los Ángeles], el campus del que el gobernador
Ronald Reagan hizo que le expulsaran.
Era una oferta que no
podía rechazar. Los estudiantes son muy diferentes de los estudiantes de 1969,
1970. Son mucho más sofisticados en el sentido de que tienen preguntas más
complicadas.
Cuando considera hoy el feminismo, ¿cree que
las mujeres han retrocedido, salvo, si acaso, cuando se trata de la sala de
juntas?
Se puede hablar de múltiples
feminismos; no se trata de un fenómeno unitario. Hay quienes asumen que el
feminismo significa ascender dentro de la jerarquía en puestos de poder, y eso
está bien, pero no es lo que mejor sabe hacer el feminismo. Si las mujeres que
están en la base se mueven hacia arriba, el conjunto de la estructura se mueve
hacia arriba.
La clase de feminismo
con el que me identifico es un método de investigación, pero también de
activismo.
Stokely Carmichael solía bromear diciendo que
la posición de las mujeres en el Student Nonviolent Coordinating Committee del
movimiento de derechos civiles era “boca abajo”. ¿Son las mujeres participantes
plenas de la política de hoy?
Tal vez no del todo,
pero hemos hecho muchos progresos. Respecto a cómo pensamos sobre los
movimientos del pasado, animo a la gente a mirar más allá de las heroicas
figuras masculinas. Si bien Martin Luther King es alguien a quien reverencio,
no me gusta dejar que lo que representa borre las aportaciones de la gente
corriente. El boicot de los autobuses de Montgomery en 1955 tuvo éxito porque
hubo mujeres negras, trabajadoras domésticas, que se negaron a tomar el
autobús. ¿Dónde estaríamos hoy si no hubieran actuado así?
¿Apoya usted el libre control de la natalidad
y el aborto, que se denuncia entre ciertos sectores como genocidio?
A veces en lo que
podrían parecer afirmaciones estrafalarias, descubrimos que puede haber un
grano de verdad. Aunque nunca sostendría que el control de la natalidad o el
derecho al aborto constituyen genocidio, he de tomar en consideración de qué
modo se ha impuesto la esterilización a la gente pobre, sobre todo a la gente
de color, y que alguien como Margaret Sanger [precursora de la planificación
familiar en los años 20] sostenía que [el control de natalidad] era un
privilegio para las mujeres acomodadas, pero un deber en el caso de las mujeres
más pobres.
¿Qué piensa del primer presidente negro del
país?
Hay momentos de
enormes posibilidades, y su elección fue uno de esos momentos. En todo el mundo
la gente tenía la impresión de que nos movíamos hacia un mundo nuevo. Por breve
que fuera esa sensación de euforia, se trata de algo que no olvidaremos. Eso
nos permite comprender qué posibilidades podría reservarnos el futuro. [Pero]
mucha gente ha tendido a depositar tantas aspiraciones en individuos singulares
que no han conseguido -no hemos conseguido- realizar esa labor de sacarle más
partido a ese momento. La gente fue a las urnas y dijo “Ya hemos hecho nuestro
parte” y le dejó el resto a Obama.
¿Es la democracia un buen chasis sobre el que
erigir un sistema político?
Creo profundamente en
las posibilidades de la democracia, pero la democracia necesita emanciparse del
capitalismo. Mientras vivamos en una democracia capitalista, se nos seguirá
escapando un futuro de igualdad racial, de igualdad de género, de igualdad
económica.
En 1980 y 1984 se presentó como candidata del
Partido Comunista a la vicepresidencia; ¿significaba eso que tenía fe en el
proceso democrático?
Se trataba de sugerir
que hay alternativas. Nadie creía que fuera posible ganar, pero en los años 80
se produjo el ascenso de la globalización del capital, del complejo
penitenciario-industrial, y era importante proporcionar algunos análisis políticos
alternativos.
¿Qué piensa ahora del comunismo?
Todavía mantengo un
vínculo, [pero] ya no soy militante. Abandoné el partido porque tenía la
impresión de que no estaba abierto al tipo de democratización que nos hacía
falta. Creo que el capitalismo sigue siendo el género de futuro más peligroso
que podamos imaginar.
¿Por qué falló el comunismo en lo que falló?
Eso exigiría una
larga conversación. Puede que haya habido democracia económica, que es lo que
nos falta en Occidente, pero sin democracia política y social, lo cierto es que
no funciona. No creo que tengamos que tirar el bebé con el agua del niño, sería
importante ver qué es lo que verdaderamente funcionaba y lo que no.
¿Como que no hubiera libertad de expresión?
Sí.
En 2016 se cumplirá el 50 aniversario del
partido de las Panteras Negras; fue usted miembro del mismo durante algún
tiempo.
El movimiento de
derechos civiles tendía a centrarse en la integración, pero había quienes
decían: “No queremos asimilarnos en un barco que se hunde, de modo que
cambiemos totalmente el barco”. El surgimiento del Partido de las Panteras
Negras marcó un momento de ruptura y todavía estamos en ese momento.
El partido tenía dos
tipos distintos de activismo: el activismo de base que contribuyó a crear
instituciones que todavía hoy funcionan, por ejemplo, el Departamento de
Agricultura dispone ahora de programas de desayunos gratuitos. Por otro lado,
está la posición de defensa propia y de control de la policía.
Si se le echa un
vistazo al programa de 10 puntos del partido, cada uno de sus puntos resulta
tanto o más pertinente 50 años más tarde. El punto décimo incluye el control
comunitario de la tecnología. Eso fue muy profético. Se trata de usar la
tecnología en vez de que permitir que nos use a nosotros.
Alguna gente todavía debe ver en usted a la
joven que apoyaba la violencia contra la policía, la violencia de los
movimientos políticos.
Es importante
comprender las diferencias entre esa época y ésta. Nuestra relación con las
armas era muy diferente y se centraba en buena medida en la defensa propia. Hoy
en día, cuando hay del orden de 300 millones de armas en el país y hemos
experimentado estos horrendos tiroteos, no podemos adoptar la misma postura.
Estoy completamente a favor del control de armas, de eliminar las armas no sólo
de los civiles sino también de la policía.
Se utilizaron pistolas de su propiedad en el
secuestro y el tiroteo del Marin County Civic Center en 1970. Fue absuelta de todas
las acusaciones. He leído que había comprado las pistolas para su propia
defensa.
Sí, y comenté la
circunstancia de que mi padre tenía armas cuando yo era pequeña; nuestras
familias tenían que protegerse del Ku Klux Klan. [Hoy en día] tenemos leyes contra
el odio, hacia las que tengo una actitud ambivalente, porque a veces acaban
usándose contra la gente que era inicialmente víctima. La legislación contra
linchamientos se dirige más hacia los niños negros y las llamadas pandillas. A
veces las herramientas contra el racismo se ponen al servicio de una especie de
racismo estructural.
El documental Free Angela and All
Political Prisoners destaca mucho su relación con George Jackson, el
activista de las cárceles muerto en la prisión de Soledad. ¿Demasiado?
Yo habría puesto el
énfasis en otra parte. Si hablas con la directora, Shola Lynch, comprobarás que
estaba trabajando dentro de géneros convencionales; ve la película como un
drama político, un thriller criminal y una historia de amor. Aun así, la investigación
que llevó a cabo fue realmente asombrosa. Entrevistó a uno de los agentes del
FBI que me detuvieron y gracias a esa entrevista descubrí cómo me atraparon. Me
impresiona cómo ha afectado la película a la gente joven. Puede ayudar a
conversaciones entre generaciones de las que aprenda yo algo y aprenda algo la
gente más joven.
¿Qué pasó con la forma de escribir radical,
personal, de enfrentamiento de la década de los 60 y 70?
Es una pregunta
interesante. En muchas cosas dependíamos de nosotros mismos. Esos experimentos
son importantes, porque sin movernos a terrenos de los que uno no sabe nada,
nunca habrá ningún cambio.
Supongo que hay gente que le dice: “Si no le
gusta Norteamérica, ¿por qué se queda?”
He vivido en otros
países, pero este es mi hogar, y me siento comprometida con la transformación
de este país. Así lo he sentido desde que era niña. Mi madre era una activista
que creía en las posibilidades de transformar el mundo. Y eso es algo a lo que
todavía no he renunciado.
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