ANÓNIMO
INGLÉS DEL SIGLO XIV
LA
NUBE DEL NO-SABER
Franciscus hanc editionem fecit
DECIMOCUARTA
ENTREGA
7
/ Cómo se ha de conducir una persona durante la oración respecto a los
pensamientos, especialmente respecto a los que nacen de la curiosidad e
inteligencia natural
Es
inevitable que las ideas surjan en tu mente y traten de distraerte de mil
maneras. Te preguntarán diciendo: “¿Qué es lo que buscas?, ¿qué quieres?”. A
todas ellas debes responder: “A Dios solo busco y deseo, a Él solo”.
Y
si te preguntan: “¿Quién es este Dios?”, dices que es el Dios que te creó, que
te redimió y te trajo a esta obra. Di a tus pensamientos: “Sois incapaces de
captarle. Dejadme”. Dispérsalos volviéndote a Jesús con amoroso deseo. No te
sorprendas si tus pensamientos parecen santos y valiosos para la oración. Con
toda probabilidad te encontrarás a ti mismo pensando en las maravillosas cualidades
de Jesús, su dulzura, su amor, su gracia, su misericordia. Pero si prestas
atención a estas ideas, verás que has conseguido lo que deseaban a de ti, y
continuarán hablándote hasta inclinarte hacia el pensamiento de la Pasión. Vendrán
después ideas sobre su gran bondad y si continúas atento, estarán complacidas.
Pronto te encontrarás pensando en tu vida pecadora y quizá con este motivo te
podrás acordar de algún lugar en que viviste en tu vida pasada, hasta que de
repente, antes de que te des cuenta, tu mente se habrá disipado por completo.
Y,
sin embargo, no eran malos pensamientos. En realidad eran pensamientos buenos y
santos, tan valiosos que todo el que desee avanzar sin haber meditado con
frecuencia en sus propios pecados, en la Pasión de Cristo, la mansedumbre,
bondad y dignidad de Dios, se extraviará y fracasará en su intento. Pero una
persona que ha meditado largamente estas cosas ha de dejarlas atrás, bajo la
nube del olvido, si es que quiere penetrar la nube del no-saber que está entre
él y su Dios.
Por
eso siempre que te sientas movido por la gracia a la actividad contemplativa y
estés determinado a realizarla, eleva con sencillez tu corazón a Dios con un
suave movimiento de amor. Piensa solamente en Dios que te creó, que te redimió
y te guió a esta obra. No dejes que otras ideas sobre Dios entren en tu mente.
Incluso esto es demasiado. Basta con un puro impulso hacia Dios, el deseo de Él
solo. Si quieres centrar todo tu deseo en una simple palabra que tu mente pueda
retener fácilmente, elige una palabra breve mejor que una larga. Palabras tan
sencillas como “Dios” o “Amor” resultan muy adecuadas. Pero has de elegir una
que tenga significado para ti. Fíjala luego en tu mente, de manera que
permanezca allí suceda lo que suceda. Esta palabra será tu defensa tanto en la
guerra como en la paz. Sírvete de ella para golpear la nube de la oscuridad que
está sobre ti y para dominar todas las distracciones, fijándolas en la nube del
olvido, que tienes debajo de ti. Si algún pensamiento te siguiera molestando
queriendo saber lo que haces, respóndele con esta única palabra. Si tu mente
comienza a intelectualizar el sentido y las connotaciones de esta “palabrita”, acuérdate
de que su valor estriba en su sencillez. Haz esto y te aseguro que tales
pensamientos desaparecerán. ¿Por qué? Porque te has negado a desarrollarlos
discutiendo con ellos.
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