ANÓNIMO
INGLÉS DEL SIGLO XIV
LA
NUBE DEL NO-SABER
Franciscus hanc editionem fecit
VIGESIMOSEGUNDA ENTREGA
16 / Que un pecador verdaderamente
convertido y llamado a la contemplación llega a la perfección del modo más
rápido a través de la contemplación; que este es el camino más seguro para
obtener de Dios el perdón del pecado
No
importa que el hombre haya pecado mucho, ya que puede arrepentirse y enmendar
su vida. Y si siente que la gracia de Dios le arrastra a la vida contemplativa
(habiendo seguido fielmente la dirección de su padre y consejero espiritual), que
nadie se atreva a llamarle presuntoso por querer alcanzar a Dios en la
oscuridad de esa nube del no-saber con el humilde deseo de su amor. ¿No dijo
nuestro Señor a María, que representa a todos los pecadores arrepentidos
llamados a la contemplación “tus pecados te son perdonados”? ¿Piensas que dijo
esto sólo porque ella se acordaba siempre de sus pecados pasados? ¿O por la
humildad que sentía a la vista de su miseria? ¿O porque su dolor era grande?
No, fue porque “amó mucho”.
Graba
bien esto. Pues en ello puedes ver lo poderoso que es con la ayuda de Dios ese
secreto amor contemplativo. Es más poderoso, te lo aseguro, que cualquier otra
cosa. Pero, al mismo tiempo, María estaba llena de remordimiento, lloró mucho
sus pecados pasados y estaba profundamente humillada ante el pensamiento de su
vileza. En el mismo sentido, nosotros que hemos sido tan miserables y habituales
pecadores durante toda nuestra vida deberíamos lamentar nuestro pasado y ser
totalmente humildes al recordar nuestro infeliz estado.
Pero,
¿cómo? Sin duda el camino de María es el mejor. Ciertamente nunca dejó de
sentir un constante dolor por sus pecados y durante toda su vida los llevó como
una gran carga secreta en su corazón. Sin embargo, la Escritura testifica que
su más hondo dolor no fue tanto por sus malas obras sino por su falta de amor.
Sí, y por esto desfallecía con un ansia y tristeza transidas de dolor que le llevaban
casi al trance de la muerte, pues aunque su amor era muy grande a ella le
parecía muy pequeño. No has de sorprenderte por esto. Es el estilo de todos los
verdaderos amantes. Cuanto más aman, más desean amar. En su corazón conocía con
toda certeza que era el más miserable de todos los pecadores. Se daba cuenta de
que sus malas obras le habían separado del Dios a quien tanto amaba y por eso
mismo desfallecía ahora, enferma como estaba por su falta de amor. ¿Y qué hizo?
¿Piensas que entonces bajó desde las alturas de su gran deseo a lo hondo de su
mala vida buceando en ese fétido cieno y en el lodazal de sus pecados, examinándolos
uno a uno en sus detalles a fin de medir su dolor y sus lágrimas más
eficazmente? No, ciertamente. ¿Por qué? Porque Dios mismo, en las profundidades
de su espíritu, le enseño con su gracia la inutilidad de esta actitud. Con las
solas lágrimas podría haberse despertado más pronto a nuevos pecados que a un
perdón seguro de su pasado.
Por
eso, dirigió apresuradamente su amor y deseo hacia esa nube del no-saber y
aprendió a amarle, sin verle a la clara luz de a razón ni sentir su presencia
en el goce sensible de la devoción. Tan absorta estaba en el amor que con
frecuencia olvidaba si había sido pecadora o inocente. Sí, pienso que se
enamoró tanto de la divinidad del Señor que apenas se daba cuenta de la
presencia de la belleza humana cuando estaba sentado junto a ella, hablando y
enseñando. Por el relato evangélico se diría que llegó a olvidarse de todo,
tanto de lo material como de lo espiritual.
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