CLARISSA PINKOLA
ESTÉS
MUJERES QUE CORREN
CON LOS LOBOS
SEPTUAGÉSIMONOVENA ENTREGA
CAPÍTULO 8
El instinto de
conservación
La identificación de
las trampas, las jaulas y los cebos envenenados
La mujer fiera (5)
Las trampas
El tardío intento de
quitarse los zapatos
En la casa del verdugo
Trampa 8: La danza
descontrolada, la obsesión y la adicción
Cuando, en los casos más extremos, la naturaleza salvaje ha sido
prácticamente aniquilada, cabe la posibilidad de que se produzca en la mujer un
deterioro y / o una psicosis esquizoide (22). Puede que de pronto se quede en
la cama, se niegue a levantarse o se dedique a pasear en bata por la casa, deje
tres cigarrillos encendidos en un cenicero, se ponga a llorar sin poder
contenerse, vague sin rumbo por las calles con el cabello enmarañado, abandone
bruscamente a su familia.
Es posible que experimente tentaciones suicidas y que se mate
accidentalmente o de manera deliberada. Pero lo más probable es que la mujer se
sienta muerta. Que no se sienta ni bien ni mal; simplemente que no sienta nada.
¿Qué ocurre por tanto con las mujeres cuando sus vibrantes colores psíquicos se
confunden? ¿Qué ocurre cuando se mezclan el escarlata con el zafiro y el
topacio? Los artistas lo saben. Cuando se mezclan los colores vibrantes se
obtiene un color terroso. Pero no de tierra fértil sino de una tierra estéril,
incolora y extrañamente muerta que no emite luz. Cuando a los pintores les sale
un color terroso en la tela tienen que volver a empezar desde el principio.
Esta es la parte más difícil; es el momento en que se tienen que cortar
los zapatos. Duele separarse de una adicción a la autodestrucción. Nadie sabe
por qué. Cabría suponer que una persona capturada tendría que lanzar un suspiro
de alivio tras haber doblado esta esquina. Lo más lógico sería pensar que se ha
sentido salvada justo en el momento preciso. Cabría pensar que se alegra, pero no
es así. En su lugar, se acobarda, oye un rechinar de dientes y descubre que es ella
la que hace aquel ruido. Tiene la sensación de que está sangrando, aunque no
haya sangre. Pero sí hay dolor, esta separación, este "no tener un pie en
el que apoyarte" por así decirlo, este no tener un hogar al que regresar
es justo lo que se necesita para empezar de nuevo, para empezar de cero, para
regresar a la vida hecha a mano, esa que creamos con conciente cuidado cada
día.
Sí, el hecho de que le corten a una los zapatos rojos es muy doloroso,
pero la única esperanza que le queda a la mujer es la de separarse de golpe de
su adicción. Esta separación está llena de beneficios. Los pies volverán a crecer,
nos recuperaremos, correremos, saltaremos y volveremos a brincar algún día.
Para entonces nuestra vida hecha a mano ya estará preparada. Nos deslizaremos hacía
ella y nos asombraremos de haber tenido la suerte de que se nos ofreciera una
segunda oportunidad.
El regreso a la vida
hecha a mano, la curación de los instintos dañados
Cuando un cuento de hadas termina como éste, con la muerte o el
descuartizamiento del protagonista, nos preguntamos: ¿de qué otra forma hubiera
podido terminar?
Desde un punto de vista psíquico, es bueno hacer un alto en el camino, crearse
un lugar donde descansar y recuperarse tras haber escapado de una carestía alimenticia.
No es demasiado tomarse uno o dos años para examinar las propias heridas,
buscar una guía, aplicar medicinas y pensar en el futuro. Uno o dos años son
muy poco tiempo. La fiera es una mujer que regresa. Está aprendiendo a
despertar, a prestar atención, a dejar de ser ingenua y desinformada.
Asume la responsabilidad de su propia vida. Para reaprender los
profundos instintos femeninos reviste vital importancia comprender ante todo de
qué manera éstos fueron decomisados. Tanto si las lesiones se infligieron al
arte, las palabras, los estilos de vida, los pensamientos o las ideas, y aunque la mujer se haya metido a sí
misma en un enredo, conviene que se abra paso a través de la maraña y siga
adelante. Más allá del deseo y del anhelo, más allá de los métodos
cuidadosamente razonados acerca de los cuales nos gusta hablar y hacer
proyectos, una simple puerta está esperando que la crucemos. Al otro lado están
los nuevos pies. Crúzala. A rastras, en caso necesario. Deja de hablar y de
obsesionarte. Limítate a hacerlo.
No podemos controlar quién nos trae a este mundo. No podemos influir en la
educación que nos han dado; no podemos obligar a la cultura a convertirse instantáneamente
en hospitalaria. Pero la buena noticia es que, incluso tras haber sido heridas,
incluso en nuestro estado de fieras e incluso cuando nos encontramos todavía en
situación de cautividad, podemos recuperar nuestra vida.
El plan psicológico del alma para regresar al propio interior es el
siguiente: tomar medidas especiales de precaución y perderse poco a poco en lo
salvaje, creando estructuras éticas y protectoras que nos ayuden a conseguir
las herramientas necesarias para medir en qué momento algo es excesivo. (Por
regla general, la mujer ya es muy sensible al momento en que algo es demasiado
poco.)
Por consiguiente, el regreso a la psique libre y salvaje tiene que
llevarse a cabo con audacia pero también con reflexión. En psicoanálisis nos
gusta subrayar que para convertirnos en sanadores / ayudantes es tan importante
aprender lo que no hay que hacer como lo que hay que hacer. El regreso a lo
salvaje desde la cautividad tiene que hacerse con las mismas precauciones.
Vamos a examinarlo con más detenimiento.
Los peligros, las trampas y los cebos envenenados que acechan a la mujer
salvaje son los propios de su cultura. Aquí he enumerado los que son comunes a la
mayoría de las culturas. Las mujeres pertenecientes a distintas etnias y
religiones tendrán percepciones específicas adicionales. Estamos trazando en
sentido simbólico el mapa de los bosques en los que vivimos. Estamos señalando
dónde habitan los depredadores y describiendo su modus operandi. Dicen
que una loba conoce todas las criaturas de su territorio en varios kilómetros a
la redonda. Este conocimiento le permite vivir con la máxima libertad posible.
La recuperación del instinto perdido y la curación del instinto
lesionado está realmente al alcance de nuestra mano, pues éste regresa cuando
una mujer presta atención, escuchando, contemplando y percibiendo el mundo que
la rodea y actuando tal como ve actuar a las demás mujeres; con eficiencia,
eficacia y sensibilidad.
La ocasión de observar el comportamiento de las restantes mujeres que conservan
los instintos intactos es esencial para recobrar el instinto. Al final, el hecho
de prestar atención, observar y comportarse de una manera integral se convierte
en una pauta con un ritmo determinado que se practica y se aprende hasta que
vuelve a convertirse en automática.
Si nuestra naturaleza salvaje ha sido herida por algo o por alguien, nos
negarnos a echarnos al suelo y morir. Nos negamos a normalizar esta herida.
Recurrimos a nuestros instintos y hacemos lo que hay que hacer. La mujer
salvaje es por naturaleza vehemente y talentosa. Pero, como consecuencia de su
alejamiento de los instintos, es también ingenua, está acostumbrada a la
violencia y acepta sumisamente la expatriación y la exmatriación. Los amantes,
las drogas, la bebida, el dinero, la fama y el poder no pueden reparar
demasiado el daño que ha sufrido.
Pero sí puede hacerlo un gradual regreso a la vida instintiva. Para
ello, una mujer necesita a una madre, una madre salvaje "suficientemente
buena". ¿Y a que no saben quién está esperando convertirse en esta madre?
La Mujer Salvaje se pregunta por qué razón la mujer tarda tanto en estar con
ella, no simplemente algunas veces o cuando le interesa sino de manera
habitual.
Si te esfuerzas en hacer algo que merezca la pena, es importante que te
rodees de personas que apoyen inequívocamente tu labor. El hecho de tener
presuntas amigas que sufren las mismas heridas pero no experimentan el sincero deseo
de curarse es una trampa y un veneno. Esta clase de amigas suele animar a las
demás a comportarse de manera escandalosa fuera de sus ciclos naturales y sin
la menor sincronía con las necesidades de sus almas.
Una mujer fiera no puede permitirse el lujo de ser ingenua. Durante su
regreso a la vida innata tiene que contemplar los excesos con escepticismo y
ser muy conciente del precio que éstos suponen para el alma, la psique y el
instinto.
Como los lobeznos, nosotras nos aprendemos de memoria las trampas, cómo
están hechas y cómo están colocadas. De esta manera conservamos la libertad. De
todos modos, los instintos perdidos no retroceden sin dejar rastros y ecos de
sentimiento que nosotras podemos seguir para recuperarlos. Aunque una mujer se sienta
oprimida por el puño de terciopelo de la corrección y la severidad, tanto si se
encuentra a un paso de la destrucción a causa de los excesos como si acaba de
sumergirse en ellos, aún puede oír los susurros del dios salvaje que lleva en
la sangre. Incluso en las graves circunstancias que se describen en "Las
zapatillas rojas", los instintos heridos se pueden curar.
Para enderezar todas estas situaciones, resucitamos una y otra vez la
naturaleza salvaje y cada vez el equilibrio se desplaza excesivamente en una o
en otra dirección. Ya adivinaremos cuándo existen motivos de preocupación,
pues, por regla general, el equilibrio ensancha nuestras vidas mientras que el
desequilibrio las empequeñece.
Una de las cosas más importantes que podemos hacer es entender la vida, cualquier
manifestación de vida, como un cuerpo viviente en sí mismo, que respira, renueva
sus células, cambia de piel y se desembaraza de los materiales de desecho. Sería
una estupidez pensar que nuestros cuerpos no producen materiales de desecho más
de una vez cada cinco años.
Sería necio creer que, por el hecho de haber comido hoy, mañana no
estaremos hambrientos. Y también sería estúpido creer que, una vez resuelta una
cuestión, la habremos resuelto definitivamente, y, una vez aprendida una cosa,
siempre seremos concientes de ella. No, la vida es un gran cuerpo que crece y
disminuye en distintas zonas y a distintos ritmos. Cuando nos comportamos como
el cuerpo, trabajando con vistas al nuevo desarrollo, abriéndonos paso entre la
mierda, respirando o descansando, estamos muy vivas y nos encontramos en el
interior de los ciclos de la Mujer Salvaje. Si consiguiéramos comprender que nuestra
tarea consiste en seguir realizando la tarea, nos sentiríamos mucho
más orgullosas y estaríamos mucho más tranquilas.
Es posible que, a veces, para conservar la alegría tengamos que luchar
por ella, renovar nuestras fuerzas y combatir a tope en la forma que
consideremos más sagaz. Para preparar el asedio puede que tengamos que
prescindir de las comodidades durante algún tiempo. Podemos pasarnos sin la
mayoría de las cosas durante prolongados períodos de tiempo, podemos prescindir
prácticamente de todo menos de nuestra alegría, de nuestras zapatillas hechas a
mano.
El verdadero milagro de la individuación y la recuperación de la Mujer
Salvaje consiste en que todas iniciamos el proceso sin estar todavía
preparadas, sin haber cobrado la suficiente fuerza y sin saber 1o suficiente;
iniciamos un diálogo con los pensamientos y los sentimientos que nos
cosquillean y retumban como truenos en nuestro interior. Contestamos sin haber
aprendido el lenguaje y sin conocer todas las respuestas, sin saber exactamente
con quién estamos hablando.
Pero, como la loba que enseña a sus crías a cazar y a cuidar de sí
mismas, la Mujer Salvaje brota en nuestro interior y nosotras empezamos a
hablar con su voz y asumimos su visión y sus valores. Ella nos enseña a enviar
el mensaje de nuestro regreso a las que son como nosotras.
Conozco a varias escritoras que tienen grabada esta leyenda sobre su
escritorio. Una de ellas la lleva doblada dentro del zapato. Pertenece a un
poema de Charles Simic y es la información más útil que se nos puede dar a
todas: "El que no sabe aullar no encontrará su manada." (23)
Si deseas recuperar a la Mujer Salvaje, no permitas que te capturen
(24).
Con los instintos bien aguzados para no perder el equilibrio, salta
donde quieras, aúlla a tu gusto, toma lo que haya, averigua todo lo que puedas,
examínalo todo, contempla lo que puedas ver. Baila con zapatillas rojas pero
cerciórate de que son las que tú has hecho a mano. Te aseguro que te
convertirás en una mujer rebosante de vitalidad.
Notas
(22) El hambre, la fiereza o la adicción no son de
por sí una causa de psicosis sino un ataque primario y continuado a la fuerza
de la psique. Un complejo oportunista podría inundar teóricamente la psique
debilitada. Por eso es importante curar el instinto herido para que, en la
medida de lo posible, la persona no permanezca mucho tiempo en estado
vulnerable o de deterioro.
(23) Charles Simic, Selected Poems (Nueva
York, Braziller, 1985).
(24) "The Elements of Capture", © 1982, Dra. C. P. Estés, de
la tesis de posdoctorado. Tomar una niña prototipo. Domesticarla muy pronto, a
ser posible antes de que aprenda el lenguaje y la locomoción. Dejar que luche
por la recuperación de la persona de la "buena chica" y
alcance el triunfo, pero sólo de vez en cuando. Y, finalmente, dejar que se
entregue tanto psicológica como físicamente a unos excesos adictivos letales de
por sí o a otros abusos (alcohol, sexo, cólera, aquiescencia, poder, etc.) Ahora
la mujer ya está atrapada. Si invertimos el proceso, aprenderá de nuevo a ser
libre. Si reparamos sus instintos, volverá a ser fuerte. Socializarla al
máximo. Provocarle el hambre de su naturaleza salvaje. Aislarla de los
sufrimientos y las libertades de los demás para que no pueda comparar su vida
con nada. Enseñarle un solo punto de vista. Dejarla en la indigencia (o en la
aridez o el frío) y que todos lo vean pero nadie se lo diga. Separarla de su
cuerpo natural, privándola de su relación con este ser. Soltarla en un ambiente
en el que pueda matar en exceso las cosas que previamente se le habían negado,
tanto las emocionantes como las peligrosas. Darle amigos que también se mueran
de ham.bre y la animen a entregarse a los excesos. Dejar, por prudencia y afán
de protección, que sus instintos heridos no se curen. A causa de sus excesos
(poca comida, demasiada comida, droga, falta de sueño, sueño excesivo, etc.),
dejar que la Muerte se vaya acercando a ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario