23/7/14
JOHN SANFORD
LO QUE SABE LA SOMBRA
por Patrick Miller
SEGUNDA ENTREGA
La sombra se convierte en algo dañino porque el ego
proyecta su propio mal sobre ella.
Exactamente.
Si volvemos a ese documento psicológico que se conoce con el nombre de Nuevo
Testamento descubriremos que ahí se dice que el diablo es “el padre de la
mentira”. Ahora bien, la sombra nunca miente sobre sus motivaciones reales. Es
el ego el que lo hace. Es por ello que el éxito de cualquier psicoterapia o
confesión religiosa auténtica depende de ser totalmente sinceros con nosotros
mismos.
Según la analista junguiana Marie-Louise Von Franz
“La sombra sumerge al hombre en la inmediatez del aquí y del ahora y de este
modo va constelando toda su biografía. Por consiguiente, nuestra inclinación a
creer que somos lo que creemos ser es errónea. En realidad es la biografía de
la sombra lo que cuenta”. Esta cita siempre me hace pensar en el desencanto
político de nuestra sociedad ya que la biografía que nos muestran los políticos
mientras están en campaña nunca es su biografía real.
La
biografía que los políticos nos muestran -una biografía laboriosamente
elaborada por sus asesores de imagen- es la persona, la máscara. Tras ella se
oculta la verdadera realidad de los políticos, una realidad con la que -si nos
lo permitiéramos- podríamos convivir perfectamente. A la larga, el hecho de asumir
la sombra resulta menos dañino que seguir negándola. Lo que arruinó la carrera
política de Gray Hart, por ejemplo, no fue haber tenido alguna que otra
aventura amorosa sino más bien el hecho de seguir negándolo cuando la verdad
era ya incuestionable. Personalmente hablando, eso me hace pensar que en realidad
no quería ser tan brillante.
Vivimos
en una época en que las elecciones se ganan o se pierden exclusivamente en base
de la fortaleza de la persona. Reagan es el ejemplo por excelencia porque jamás
dará un paso o dirá una palabra que se salga del guión. Apruebe o no sus
decisiones me parece mucho más honesto el presidente Bush porque con él tengo
la sensación de que detrás de la persona se halla un ser humano.
En mi
opinión, la jornada de reflexión preelectoral constituye el único momento en el
que realmente estamos en contacto con los políticos. La forma en que los medios
de comunicación de masas encumbran a la persona nos muestra una faceta
monstruosa y peligrosa de la tecnología.
En esta época la sombra parece estar realmente muy
presente en nuestros espectáculos -desde los relatos de Stephen King y Clive
Barker hasta las películas de terror pasando por el abierto satanismo de
ciertos grupos de rock duro. Me pregunto si todo ello supondrá una aproximación
al reconocimiento e integración de la sombra o si -como parecen pensar ciertos
críticos sociales- significará, por el contrario, un descenso por la pendiente
de la degradación.
Usted
pregunta por el momento en el que se atraviesa la línea que separa a la sombra
-que es un elemento complejo pero todavía humano- y encontramos el territorio
de lo demoníaco, en el dominio del mal arquetípico
(si es que realmente existe la maldad más allá del ser humano). El tema del
diablo no sólo ha preocupado a los cristianos ya que también los primitivos
persas creían en la existencia de una maldad sobrenatural.
El
holocausto de la Alemania nazi y los pogroms de Stalin no han sido el resultado
de la sombra personal del ser humano sino que se han debido a una entidad siniestra
y verdaderamente temible del psiquismo colectivo. Hay muchas personas que
justifican la existencia de ese mal afirmando que los asesinos han padecido
infancias muy desgraciadas y han sido víctimas de todo tipo de abusos
parentales pero yo pero yo, por el contrario, creo en la existencia de una
entidad arquetípica maligna.
En mi
opinión, quienes censuran algunas letras de las canciones rock y similares no
andan del todo errados. Francamente hablando, ese tipo de música me desagrada
profundamente. Hay algo en todo ello quema parece siniestro. Con esto no estoy
afirmando, no obstante, que crea que quienes moralizan sobre la maldad
arquetípica estén libres de pecado ya que, en realidad, el hecho de moralizar
sobre el mal es, en sí mismo, una forma sutil de sucumbir a él. Si usted está
atacando el mal como defensa para no ver su propio Yo está cometiendo el mismo
error en que incurrió el Dr. Jekyll.
Pero ¿cómo podríamos especificar la diferencia
existente entre lo que nos parece siniestro y lo que realmente es siniestro?
Aunque
su pregunta es muy clara no resulta fácil de responder ya que depende mucho del
psiquismo de la persona en cuestión. Cuanto más rígido sea su marco psicológico
más cosas le parecerán siniestras. Sólo puedo decir que la expresión de la
maldad arquetípica es profundamente perturbadora y conmueve a todo el mundo
aunque no consigamos encontrar la respuesta adecuada en el momento oportuno. El
mundo, por ejemplo, reaccionó muy lentamente ante las atrocidades cometidas por
la Alemania nazi.
La
función que Jung denominaba sensación -la aptitud interna que nos capacita para
atribuir valor a algo- puede ayudarnos a establecer claramente la diferencia.
Esta función -que opera al margen del ego- nos dice lo que es deseable y lo que
no lo es. El ego determina lo que está bien y lo que está mal desde el punto de
vista de sus propios intereses. Así, lo que tiende a reafirmar nuestro sistema
de defensas egocéntrico es bueno y lo que tiende a refutarle es malo. Los
puritanos, por ejemplo, consideraban que las enfermedades que contagiaron y
diezmaron a los nativos eran buenas e interpretaron ese hecho como una señal
divina que les allanaba el camino para la conquista. Obviamente, los indios que
perecieron a causa de la viruela tendrían una opinión muy diferente sobre lo
que estaba bien y lo que estaba mal.
La
sensación es una evaluación pura libre de toda contaminación egocéntrica pero
que no siempre funciona. Gracias a esta función el público norteamericano se
dio cuenta de que la guerra de Vietnam, aunque supuestamente sirviera a
nuestros intereses políticos, constituía una terrible calamidad y terminó
oponiéndose a ella. Y por supuesto estaban en lo cierto. Los juicios de valor
que establece esta función son determinaciones fiables que requieren disponer
de una información adecuada sobre lo que está bien y lo que está mal en una
determinada situación. Si carece de ella o si sólo opera con información
fragmentaria e incompleta la sensación puede llegar perfectamente a
conclusiones muy equivocadas.
¿Cuál es, en su trabajo práctico, el proceso de
integración de la sombra?
La
primera vez que vemos claramente a la sombra nos quedamos espantados. Entonces
algunos de nuestros sistemas de defensa egocéntricos pueden saltar en pedazos o
disolverse por completo. El resultado puede ser una depresión temporal o un
enturbiamiento de la conciencia. Jung equiparaba el proceso de integración -al
que llamaba individuación- al proceso
alquímico, uno de cuyos estadios, metanosis,
implica el ennegrecimiento e todos los componentes alquímicos del crisol. Este
estadio, considerado habitualmente por el ser humano como una especie de
fracaso, resulta absolutamente esencial y representa, según Jung, el primer
contacto con el inconsciente y, por consiguiente, con la sombra.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario