ALBERTO METHOL FERRÉ
LOS ESTADOS CONTINENTALES Y EL
MERCOSUR
DECIMOQUINTA
ENTREGA
Antología (7)
21. Existe ya conciencia formada en torno a que ambos
nacionalismos tienen su razón de ser y que no son contradictorios, sino que más
bien son complementarios. Aquí tal vez conviene recordar las citas de Ortega y
Gasset quien, en su España invertebrada, explica ese concepto con
las siguientes reflexiones: “La historia de toda una nación, y sobre todo de la
nación latina, no es la dilatación de un grupo inicial, sino más bien la
organización de muchas unidades sociales preexistentes, en una nueva
estructura” (NRI, 192).
22. Tenemos que ser capaces de dar al nuevo concepto de
nacionalismo integrador una dimensión en profundidad que capacite al progreso
de integración para repercutir con un profundo impacto en las grandes masas
latinoamericanas, en el bienestar del hombre latinoamericano. Si no, la idea de
la integración será para esas masas mera lucubración teórica de gabinete, ajena
a su interés y a sus inquietudes (ER, 160).
La integración tiene que ser, simultáneamente, un proceso en
extensión y en profundidad. La mística del nacionalismo continental hermanará a
las masas latinoamericanas cuando ellas tengan conciencia de que la integración
no solo va a darles un mercado común, sino a ampliar sus horizontes hacia el
bienestar y la esperanza (ER, 161).
23. Una posición de exclusivo “desarrollismo económico”, como
fórmula para lograr la categoría o estatura a que América Latina aspira en el
mundo contemporáneo, es por naturaleza incompleta. Necesitamos del desarrollo
económico para el bienestar de nuestros pueblos; pero la sola fuerza derivada
del crecimiento de nuestra economía no nos va a dar gravitación en el mundo del
futuro, sino en la medida en que hagamos realidad las posibilidades de
constituir una comunidad cohesionada por una política con objetivos comunes
frente a otros bloques, regiones o grandes naciones.
Una América Latina integrada, que en el orden económico
posibilita el desarrollo de “economías de escala”, en el orden político hace
factible, por primera vez en nuestra historia, una “política de escala” que
haga realidad la efectiva estatura internacional a que somos acreedores (NRI,
119).
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