ALBERTO METHOL FERRÉ
LOS ESTADOS CONTINENTALES Y EL
MERCOSUR
DECIMOCUARTA
ENTREGA
Antología (6)
17. El rápido proceso de internacionalización de la economía, la
emancipación de los pueblos coloniales, el predominio de los grandes bloques y
de los “pueblos-continente”, ha determinado en América Latina un renacimiento
del concepto de cohesión. Las fuerzas del desarrollo económico, imposibilitadas
de tener hoy en día una dinámica propia en estrechos departamentos estancos,
han irrumpido como la primera ola de este proceso irreversible, y han
estimulado el pensamiento y la acción política. América Latina se reencuentra
así en sus esencias, y se incorpora con vigor a la tendencia mundial hacia la
regionalización que da fisonomía característica a las relaciones
internacionales de nuestros días.
Más del 80% de la población del mundo responde hoy en día a esta
tendencia. Los Estados Unidos, la Unión Soviética, China continental, India,
Indonesia, son ejemplos de “pueblos-continente”, formados por la aglutinación y
ampliación de espacios. El Mercado Común Europeo demuestra la superación de los
viejos esquemas del nacionalismo tradicional que ceden paso a un nuevo tipo de
nacionalismo, el continental. Los esfuerzos de reconstrucción del mundo árabe y
de asociación de las nuevas naciones africanas añaden a este cuadro la
significación que este diferente concepto de nacionalismo tiene hoy para los
pueblos que emergen con voz propia a la vida internacional.
Y es que la integración significa en el mundo contemporáneo el
medio con que los pueblos en vías de desarrollo pueden acelerar su proceso de
crecimiento y disminuir la amplia brecha que hoy les separa de las naciones
industrializadas que, a su vez, ya están integradas o integrándose... También,
en espacios mayores, las fuerzas sociológicas que empujan el progreso pueden
movilizarse, conjugarse y proyectarse con todo su vigor. La integración así
deviene en desarrollo interno de las naciones integradas. Ese es el proceso que
América Latina aspira hoy a realizar, (NRI, 95).
18. Vigencia de los “pueblos-continente”. El nacionalismo
regional o pannacionalismo o “nacionalismo continental” —que con todos esos
nombres se puede designar o se designa a este proceso de constitución de
grandes esquemas regionales— no ha surgido, sin embargo, por generación
espontánea ni ha aparecido abruptamente. En buena cuenta, ese proceso se ha
iniciado ya en la constitución de los países que tienen mayor gravitación
político-económica en el mundo de hoy.
Cuando hablamos de economías nacionales y nos referimos por
ejemplo a la de Colombia o a la de Portugal, ese concepto, por cierto, no tiene
la misma connotación que cuando hablamos de economía nacional de Estados Unidos
o de la Unión Soviética. Lo mismo podríamos decir de la economía uruguaya o
peruana con respecto a la de China continental. Y es que, en verdad, en esos
grandes Estados el proceso de integración o de aglutinación regional ya se ha
producido.
Estados Unidos, Rusia o China son prácticamente
pueblos-continente, es decir el producto de integración de vastas zonas
geográficas en las que, sobre todo en los casos de Rusia y China, se aglutinan
y engloban, como también en la India, varias y hasta muy diferentes naciones. O
sea, el antecedente inmediato de esta etapa de nacionalismo regional cuyas
manifestaciones son materia de nuestra experiencia diaria.
La constitución del Mercado Común Europeo bastaría para ilustrar
cuanto y cuan rápidamente se avanza en la definición de esta etapa de
organización político-económica. No debemos olvidar que el proceso de
unificación de Alemania e Italia culminó hace menos de un siglo y que el viejo
nacionalismo de fronteras estrechas —característico hasta ayer de esos y otros
países europeos— y la confrontación de sus intereses, han determinado la
historia muy reciente de las grandes guerras contemporáneas (ER, 181).
Frente a este proceso resulta paradójico que todavía haya en
América Latina quienes miran con escepticismo, reticencia o simple indiferencia
la necesidad de nuestra integración regional. Lo es más todavía si se considera
que, hace siglo y medio, la concepción de la integración regional tuvo en América
Latina la más alta expresión universal en el genio y la idea del Libertador
Bolívar. Por eso, cuando al analizar este proceso he dicho en otras ocasiones,
que lejos de haber realizado esa idea América Latina es hoy una “gran nación
deshecha”, más que formular una crítica por los errores del pasado he hecho
presente una real preocupación por lo que estamos dejando de hacer hoy para
superarlos (ER, 182).
19. El proceso de la integración económica en América Latina es,
básicamente, un movimiento solidario de naciones pequeñas y medianas, que
sienten que están en desventaja en el esquema de la coexistencia internacional.
Solo en años recientes ha sido reconocida la importancia que proyecta la
tendencia hacia la regionalización en lo económico y en lo político. Podemos
llamar a esta tendencia nacionalismo regional. Un movimiento en el cual las
naciones, anteriormente dependientes, alcanzan la independencia, y al mismo
tiempo realizan esfuerzos para integrarse en bloques propios. Esto es lo que se
conoce como tendencia pluralista en relaciones internacionales. Las naciones
subdesarrolladas que cuentan con historia, cultura y geografía similares,
comprenden la necesidad de integrarse para poder participar con mayor
ponderación en un mundo que se está moviendo hacia lo que el profesor Hans Kohn
llamó, en su libro La edad del nacionalismo, una época de
“pannacionalismos” o “nacionalismos trascendentales” (NRI, 184).
20. Existen realmente dos significados de nacionalismo en este
momento en América Latina. Uno es la connotación convencional de la palabra y
que yo definiría básicamente como la “afirmación de cada nación para mantener
su propia identidad y propósitos”. El otro significado tiene que ver con su
connotación “regional” y es más amplia —Nacionalismo con mayúscula— que
representa el renacimiento del movimiento hacia la unión que emergió, sin
llegar a consolidarse, en los primeros años del siglo xix, al mismo tiempo que
las provincias españolas del nuevo mundo iniciaban la búsqueda de su
independencia política respecto del imperio. Debemos recordar que en los 150
años que siguieron a la independencia de nuestras naciones, diversos
movimientos buscaron revivir esa tendencia hacia la unión, en muchos casos como
un mecanismo compensatorio frente a otros centros de poder.
El nacionalismo convencional en América Latina ha sido una
fuerza vital al otorgar expresión propia e identidad a la relación del hombre y
su territorio, su propia historia y sus aspiraciones de progreso. Sin embargo,
en muchas ocasiones se ha convertido en un elemento negativo, particularmente
desde un punto de vista social, ya que durante muchas décadas las clases
dirigentes, en algunos países de la región han especulado con este concepto
para mantener el status quo.
Y esto lleva mi pensamiento al segundo tipo de Nacionalismo,
aquel con mayúscula, que yo llamaría “nacionalismo regional”, y respecto del
cual creo, personalmente, que representa una de las pocas salidas que tiene
América Latina hacia el mundo del futuro (NRI, 191).
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