ED HARRIS: INTENSIDAD Y ECONOMÍA DE RECURSOS
Por Amilcar Nochetti. Miembro de la Asociación de Críticos de Cine
de Uruguay (filial Fipresci)
(METRÓPOLIS / 29-11-2020)
El sábado 28 de noviembre cumplió 70 años uno de los mejores actores del
actual cine estadounidense. También uno de los que más bajo perfil cultiva. Ed
Harris es un modelo en todo lo que tiene que ver con economía de recursos,
aunque de tanto en tanto no pueda evitar exhibir ciertos ramalazos de fuerte
intensidad.
MÉTODO. El lector se preguntará qué será la economía de recursos, y como
pueden convivir “economía” e “intensidad”. No es difícil explicarlo, sobre todo
para quien tenga buena memoria o haya visto cine clásico. Dos modelos de
economía de recursos han sido Spencer Tracy y Henry Fonda, pero no debe
confundirse ese concepto con cortedad dramática. Son cosas muy distintas. Tracy
y Fonda era maestros en economía de recursos. Gary Cooper o Humphrey Bogart, en
cambio, tenían cortedad dramática. Hoy son figuras legendarias. ¿Quién puede
negar el máximo sitial de cowboy a Gary Cooper, o arrebatar a Bogart el puesto
de arquetipo de investigador privado en la serie negra? Son iconos
indiscutibles, pero eso no los convierte en grandes actores, sino en divos que
han marcado el inconsciente colectivo de generaciones enteras: Cooper caminando
solo ante el peligro al mediodía por las calles vacías de un pueblo de
cobardes, para enfrentar a la pandilla de A la hora señalada.
Bogart encaramado en el tren que se va del lluvioso París, enfundado en su
gabardina y esperando en vano la llegada de Ingrid Bergman en Casablanca.
Son figuras imborrables, pero tenían una marca de fábrica, y no podían (o no
sabían, o no los dejaron) variar. Habían patentado un “tipo” y lo repetían. Lo
hacían bien, pero no salían de ese arco dramático, y al pasar los años sus
labores fueron eficientes, pero mecánicas.
Lo de Tracy y Fonda era diferente, como lo de muchos actores europeos:
los suecos Max von Sydow y Erland Josephson, el italiano Marcello Mastroianni,
el español Fernando Rey, el francés Jean Gabin, los polacos Daniel Olbrychski,
Zbigniew Zapasiewicz y Wojciech Pszoniak, el inglés Ralph Richardson. Esta
gente tenía economía de recursos, construían para cada película un personaje
diferente, no un prototipo, y lo hacían desde adentro, con mínimos gestos
visibles, pero con verdadera comprensión del alcance y los límites de cada
personaje. Eran actores introvertidos que terminaron edificando un nicho
aparte, porque se distinguían del prototipo marcado por el star system de la
era de oro de Hollywood, y también del psicologismo exagerado que el Actor’s
Studio impuso a sus figuras. Ellos no necesitaban estar un mes en un
psiquiátrico para actuar en Atrapado sin salida, ni renguear dos
meses para emocionarnos en Perdidos en la noche. Simplemente
estudiaban el libreto, investigaban en libros cuando sus personajes eran
históricos, hacían caso a sus directores y se lanzaban a actuar desde el alma.
Eso no es parquedad dramática, sino comprensión íntima de la labor a ejecutar.
Ejemplos: la sobriedad de Tracy como juez, en medio del disímil elenco de El
juicio de Nuremberg, la cálida estampa de Fonda en Viñas de
ira o su gélida villanía para Érase una vez en el Oeste,
la sutileza de Pszoniak como Robespierre en Danton, la melancolía
oculta debajo de cada rudo gangster que compuso Gabin en su carrera, todo lo
que Sydow y Josephson hicieron para Bergman, las visibles diferencias de
Richardson con sus compañeros de generación, Laurence Olivier y John Gielgud.
Es verdad que a veces estallaban: Tracy buscando venganza al final de Furia de
Fritz Lang es un ejemplo de ello. Pero aun esos estallidos parecían signados
por una oculta contención.
De esas aguas bebió siempre Ed Harris, el actor más introvertido que
Hollywood nos ha brindado en las últimas décadas. Él también de tanto en tanto
estalla, como en algún momento de Pollock o Las horas,
pero lo ha hecho siguiendo la lección de Tracy, Fonda y los europeos: ese
desborde era lo que requería el personaje, no su divismo personal. Por eso
aquellas palabras que parecen reñidas (economía e intensidad) se pueden dar la
mano y edificar una de las carreras más notables de los últimos tiempos. Claro:
ese método de actuación no es vistoso, y quizás por eso la figura de Harris no
sea todo lo mediática que merece. Pero eso también tiene que ver con la propia
manera de ser del actor, que en cierta medida conjuga en su vida real muchas
características de sus propios personajes.
JUVENTUD. Edward Allen Harris nació el 28 de noviembre de 1950 en la ciudad
de Tenafly, Nueva Jersey. Margaret, su madre, era una agente de viajes,
mientras que su padre, Robert, era cantante y también ofició, durante varios
años, como bibliotecario del Instituto de Arte de Chicago. Ed tenía dos
hermanos, y desde pequeños pasaban todo el tiempo jugando y lidiando entre sí,
motivo por el cual Ed desarrolló un nivel muy alto de competitividad, que supo
explotar muy bien en la secundaria. Lo de Harris es curioso, porque ha sabido
mantener su vida privada muy lejos del frenesí mediático que provoca su
profesión (mucho más en ese planeta aparte que es Hollywood), y sin embargo
siempre ha sido muy abierto para contar todo lo que tiene que ver con su
infancia, su adolescencia y su formación profesional. Por eso sabemos que fue
un destacado atleta adolescente: en la Tenafly High School jugó béisbol, siendo
uno de los mejores quarterbacks, miembro del equipo situado justo detrás del
centro, en medio de la línea ofensiva y, como tal, responsable de decidir la
jugada que debe realizarse. Desde esa posición Harris llegó a ser capitán de su
equipo. Debido a ese destaque, al egresar en 1969 le ofrecieron una beca
deportiva en la Universidad de Columbia, en Nueva York, aunque dos años más
tarde su familia se trasladó a Oklahoma y Harris los acompañó.
Fue en esos momentos cuando descubrió su futura profesión. Nadie mejor
que él para contarlo: “Es cierto que fui un buen estudiante, pero no
puedo negar que mi pasión era el béisbol. Pero un verano vi a un mismo actor
hacer de Tartufo en la obra de Molière, y de Sancho Panza en Don
Quijote de La Mancha, y fue tan diferente y divertido en ambos papeles que
me dije a mí mismo: ‘yo quiero hacer eso’. También advertí que la ovación que
recibió el actor en ambas ocasiones era equivalente a la de un estadio cuando
marcabas un tanto en el béisbol. Pero no se equivoquen: no son los aplausos lo
que realmente me ha interesado de esto. El objetivo, una vez empecé a estudiar,
ha sido siempre ser el mejor actor posible, no dejar de aprender y evolucionar.
El día que sienta que he dejado de aprender será el día que me retire”.
INICIOS. Fue en la Universidad de Oklahoma donde se anotó en arte
dramático. Poco tiempo después de haberse destacado en algunas obras en el
entorno local decidió que estaba listo para probar algo mejor y se mudó a Los
Ángeles, donde terminó enrolándose en el Instituto Californiano de las Artes.
Dos años más tarde (1976) comenzó a cosechar éxitos, como el agente del FBI de
la obra de Thomas Rickman Baalam, o uno de los roles protagónicos
en el estreno de la pieza de Tennessee Williams El reino de la tierra.
Esa visibilidad le permitió acceder a algunos roles en la TV, en seriales que
no han llegado al Uruguay, pero que cosecharon muy buena audiencia por entonces
en la Costa Oeste. Fue después de todo eso que Harris hizo su primera aparición
en cine, en el film de suspenso Coma (Michael Crichton, 1978),
protagonizado por Geneviève Bujold, Michael Douglas y Richard Widmark, donde
tiene un par de breves escenas como ayudante del forense en el hospital donde
ocurre la acción. Dos años después conseguiría un rol más importante en Borderline,
film protagonizado por Charles Bronson, nunca exhibido en Uruguay.
Pero ya su tercera participación en cine lo pondría en contacto con el
director George A. Romero, en un film atípico que lo tendría de
protagonista. Caballeros de acero (1981) contó las aventuras
de una peculiar banda de motoqueros que viajan por pequeños pueblos
estadounidenses vestidos como si fueran los Caballeros de la Tabla Redonda.
Organizan fiestas medievales en las que la gente puede comer y beber, comprar
artesanías y disfrutar de torneos montando espectaculares motos. Su vestimenta,
sus reglas y su estilo de vida procuran mantener los parámetros de los héroes
medievales de Camelot, hasta que se hacen famosos a través de la prensa, y
debido a ello las cosas se complican. A partir de entonces la carrera de Ed
Harris ha sido un modelo de adaptación a todos los géneros y roles que le ha
tocado desempeñar. 85 títulos para la pantalla grande y seis miniseries en los
que ha dejado claro que ser actor es una profesión transformadora: “Actuar
es para mí una forma de vida, una manera de ver el mundo y existir en él.
Empecé a los 21 años, hace ya mucho tiempo, y lo sigo disfrutando como el
primer día, con todos mis sentidos, y siendo consciente del mundo que me rodea.
Ser actor no sólo te hace crecer como profesional, sino como ser humano.
Meterse en la piel de otros personajes, vivir vidas ajenas, puede ser algo
inolvidable. En mi carrera ha habido dos papeles que jamás olvidaré, el de
Pollock y el de Beethoven, porque en ambos casos tuve que interpretar a una
persona real, por lo que el reto fue mayúsculo”.
SINCERIDAD. Sin embargo, la fama adquirida durante las
cuatro décadas siguientes no lo han cambiado como persona. Reconocido demócrata
del ala más radical (fue uno de los muchos que no se levantaron a aplaudir a
Elia Kazan cuando la Academia le otorgó un Oscar honorífico), habla de todo lo
que le preguntan. Cuando la prensa quiso saber cuál fue su compañero de reparto
favorito, no dudó un instante en decir “mi esposa”, refiriéndose a
la actriz Amy Madigan, con la cual está casado desde 1983, y con quien tiene
una hija llamada Lily Dolores, nacida en 1993. Pero ha sido igualmente llano al
responder sobre cosas más urgentes, como el cambio indiscutible que han traído
las redes sociales e internet, especialmente en la evolución del star
system: “Creo que cuando empecé el star system ya era una cosa antigua.
Hoy día no es habitual cobrar millones de dólares por hacer películas, aunque
hay algunas excepciones. Confieso que sigo sintiéndome parte de esa cosa tan
abstracta llamada Hollywood, aunque viviendo en mi casa sobre la costa, alejado
del ruido mediático. Y alejado del mundo virtual, donde es cierto que
cualquiera tiene derecho a grabarse en su habitación, pero eso no quiere decir
que yo tenga que verlo. Está claro que quien lo hace y quien lo ve están
relacionados, pero mi intención no es juzgar, y mucho menos censurar, porque al
fin y al cabo ver esta clase de contenidos es una cuestión de gusto personal”.
Harris tampoco duda a la hora de opinar sobre un tema tan candente como
los cambios en la industria originados por la irrupción de las series
televisivas, “si es que puede seguir utilizándose ese término en la era
de las plataformas online”, aclara. Y sin tapujos ha dicho: “Estaría
bien que en las salas comerciales las pequeñas películas tuvieran más espacio y
tiempo. A falta de esa ventana de distribución, que sigue lidiando con sus
problemas, las plataformas como Netflix se presentan como una opción no sólo
deseable para los espectadores. La cuestión es en dónde quieres que acabe tu
película: en un cine durante dos semanas y que luego desaparezca, o que viva en
internet tanto tiempo como el público quiera disfrutarla. Porque al fin y al
cabo el objetivo de cualquier artista es que su trabajo se vea”. Por
último, su sinceridad se dio la mano con la contundencia cuando debió opinar
por la actual situación que vive su país: “Estados Unidos debería pedir
disculpas al mundo por las miserias de la gestión de Donald Trump”.
ROLES. Es imposible referirnos en una nota a todas las labores de Ed
Harris, aunque parece oportuno detenernos en aquellas que por una u otra razón
lo han destacado.
Bajo fuego (Roger Spottiswoode, 1983): Nicaragua y el sandinismo a punto de
derrocar al dictador Somoza. Ed Harris es uno de cuatro periodistas
estadounidenses cubriendo las noticias, junto a Nick Nolte, Gene Hackman y
Joanna Cassidy.
Elegidos para la gloria (Philip Kaufman, 1983): Los
avances de la aeronáutica, desde la ruptura de la barrera del sonido a la
conquista del espacio. Notable película con un gran elenco en el cual Ed Harris
destacó en el rol de John Glenn, el primer astronauta estadounidense en orbitar
la Tierra, y la quinta persona en el espacio.
En un lugar del corazón (Robert Benton, 1984): Texas
durante la Gran Depresión, una madre viuda (Sally Field) con dos hijos, y
varios secundarios de lujo (John Malkovich, Danny Glover), en medio de los
cuales Ed Harris conoció y se enamoró de Amy Madigan.
Walker (Alex Cox, 1987): La historia de un médico y abogado que en 1853
invade Nicaragua a petición del millonario Cornelius Vanderbilt, y apenas
logrado su objetivo se autoproclama presidente de ese país. Una visión muy dura
del precio del poder.
Complot contra la libertad (Agnieszka Holland, 1988): El
asesinato del sacerdote polaco Jerzy Popieluszko (Christopher Lambert). Ed
Harris es el encargado de llevar a cabo el crimen, en una dura denuncia del
comunismo en Europa Oriental.
El secreto del abismo (James Cameron, 1989): Ciencia
ficción ecológica, y el rescate de un submarino nuclear al borde de una grieta
abisal. Harris es el líder de los científicos rescatistas, pero el film tiene
una historia aparte. Durante una secuencia en la que el actor debía aguantar la
respiración bajo el agua, una serie de malentendidos hizo que Harris no
recibiera oxígeno y casi muere ahogado. Cameron siguió rodando mientras ocurría
el incidente, por lo que Harris le dio un puñetazo en la cara al salir del
agua. Hasta el día de hoy el actor se niega a hablar sobre este film,
traumatizado por la experiencia.
Tiro de gracia (Phil Joanou, 1990): Sean Penn, policía encubierto, vuelve al
barrio a desenmascarar una banda de irlandeses liderada por Ed Harris. En medio
se interpondrán sus sentimientos por los hermanos menores del gangster (Gary
Oldman, Robin Wright).
El precio de la ambición (James Foley, 1992): Adaptación
de la obra teatral de David Mamet sobre un grupo de desesperados vendedores
inmobiliarios. Harris se luce junto a Al Pacino, Jack Lemmon, Alan Arkin, Kevin
Spacey, Alec Baldwin y Jonathan Pryce.
Apolo 13 (Ron Howard, 1995): Aunque los astronautas de esta dramática
expedición son Tom Hanks, Kevin Bacon y Bill Paxton, Harris se destaca como el
científico que deberá intentar devolver a esos hombres sanos y salvos a nuestro
planeta.
Nixon (Oliver Stone, 1995): La extensa biografía del controvertido
presidente tenía una labor estupenda de Anthony Hopkins y un elenco de
campanillas. Ed Harris es uno de los espías atrapados en el Edificio Watergate,
que desencadena la caída del mandatario.
La Roca (Michael Bay, 1996): Harris es un general que pretende que se
indemnice a las familias de los soldados muertos en combate. Roba 16 misiles
con gas venenoso, toma Alcatraz y amenaza con lanzarlos sobre San Francisco.
Sean Connery y Nicolas Cage intentarán impedirlo, en una aventura de buen nivel
y con mucha acción.
Poder absoluto (Clint Eastwood, 1997): Clint, ladrón de guante blanco, presencia
el asesinato de una mujer perpetrado por el mismísimo presidente (Gene
Hackman). Harris es el policía que persigue a Clint desde hace años, aunque
terminará defendiéndolo.
The Truman Show (Peter Weir, 1998): Truman (Jim Carrey) es un
ingenuo que vivió toda su vida en un pueblo donde nunca pasa nada, pero
advierte que algo anormal sucede. Al final sabrá que toda su ciudad es un plató
y que su vida está siendo emitida como el reality show más ambicioso de la
historia. Ed Harris es el inventor de esa enorme locura, una suerte de demonio
vestido con los ropajes de un dios profano.
Pollock (Ed Harris, 2000): El proyecto más personal y ambicioso del actor,
en una labor cumbre personificando a Jackson Pollock, el principal pintor del
expresionismo abstracto, pero también un ser aislado, de personalidad volátil,
que sufrió graves problemas de alcoholismo y bipolaridad. Un verdadero tour de
force de Harris-actor.
Las horas (Stephen Daldry, 2002): Rodeado de tres mujeres de hierro (Meryl
Streep, Nicole Kidman, Julianne Moore) en torno a la figura de Virginia Woolf,
Harris compuso a un poeta que padece las instancias terminales del sida. Su
personaje daba para el clisé o la sobreactuación, pero el actor lo encara de
manera profundamente emotiva, con dosis de dramática nitidez, austeridad y
equilibrio. Otra cumbre en la carrera de Harris.
Una historia violenta (David Cronenberg, 2005): Viggo
Mortensen vive tranquilo con su familia en un pequeño pueblo, un día evita un
robo en su restorán, se vuelve mediático y atrae a la atención del siniestro Ed
Harris, que asegura conocer su turbio pasado.
Empire Falls (Fred Schepisi, 2005): Miniserie sobre un pueblo de Nueva
Inglaterra y sus habitantes. Harris es el protagonista, que olvidó sus ansias
de juventud para atender sus obligaciones familiares, en especial a su padre
cascarrabias (Paul Newman).
La pasión de Beethoven (Agnieszka Holland, 2006): La
tormentosa relación entre el genio de la música y una joven alumna (Diane
Kruger) a la que decide aceptar como copista. Una gran labor de Harris, llena
de temperamento y comprensión por el personaje.
Desapareció una noche (Ben Affleck, 2007): Una pareja
de detectives (Casey Affleck, Michelle Monaghan) es contratada para dar con el
paradero de una niña desaparecida. Eso no hace feliz al capitán de policía
(Morgan Freeman), pero la pareja termina haciendo amistad con un detective (Ed
Harris), que quizás esconda más de un secreto. La cohesión del elenco es el
punto más fuerte de este policial atípico y bastante oscuro.
Entre la vida y la muerte (Ed Harris, 2008): Segundo
proyecto personal del actor, un western atípico donde Harris y Viggo Mortensen
deben enfrentar al malvado Jeremy Irons. Harris compone a un hombre de pocas
palabras, incorrectamente pronunciadas, y lo hace con personalidad y sutileza
para combinar un pragmatismo casi determinista con inesperados ribetes de
escondida ternura. Lo suyo es hipnótico.
El expreso del miedo (Bong Joon-ho, 2013): Un fallido experimento
para solucionar el problema del calentamiento global casi acabó destruyendo la
vida sobre la Tierra. Los únicos supervivientes son los pasajeros de un tren
que recorre el mundo impulsado por un motor de movimiento eterno. Harris es el
amo y señor de ese micro universo.
Una noche para sobrevivir (Jaume Collet-Serra, 2015):
Historia de un asesino a sueldo (Liam Neeson) de la mafia irlandesa, liderada
por Ed Harris. Un policial de tenso guion con una fantástica química entre los
dos veteranos protagonistas masculinos.
Madre (Darren Aronofsky, 2017): Joven embarazada (Jennifer Lawrence) y
escritor en pleno bloqueo creativo (Javier Bardem) reciben a dos intrusos
(Harris, Michelle Pfeiffer) que harán imposible la supervivencia de la joven
pareja. Un film fracasado y pedante, en el que lo único valioso es el cuarteto
protagónico.
Westworld (Lisa Joy y Jonathan Nolan, 2016-2020): Historia de un parque de
atracciones futurista controlado por alta tecnología. Las instalaciones tienen
robots de apariencia humana, y gracias a ellos los visitantes dan rienda suelta
a sus instintos y viven cualquier tipo de aventura, por muy oscura o peligrosa
que sea. Ed Harris es el Hombre de Negro, un siniestro personaje que lleva
visitando el parque desde hace décadas, hasta que se descubre que es el
accionista mayoritario de la empresa, por lo tanto, el dueño del lugar.
Físicamente Harris se inspiró en el cowboy-robot que compuso Yul Brynner en la
versión para cine de los años 70.
Como puede verse, una carrera variada y talentosa. Harris ha tenido
cuatro nominaciones al Oscar (Apolo 13, The Truman Show, Pollock, Las
horas), y por lo menos en las dos últimas fue despojado en forma
ignominiosa de la estatuilla. Pero es un hombre ajeno al glamour, cultivador de
un perfil bajo, y eso “no vende” en el circo hollywoodense. En cambio, logró un
premio en Toronto por Pollock y dos Globos de Oro, uno
por The Truman Show y otro por la película para TV Game
Change (Jay Roach, 2012), donde dio vida al senador y candidato a la
presidencia, el republicano John McCain. Ed Harris tiene actualmente dos films
en posproducción, fechados para 2021: Top Gun: Maverick de
Joseph Kosinski y La hija perdida, debut en la dirección de Maggie
Gyllenhaal. En ambos títulos participará en roles secundarios. Es lo de menos,
porque a veces le basta una escena para robarse la película. Ojalá que haya Ed
Harris para rato.
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