NAZARIO SOTO / EXCLUSIVO
DESDE MÉXICO
BUKOWSKY, LA PIRATERÍA Y LA LITERATURA POPULAR
los mejores poetas han dicho
muy poco,
y los peores demasiado.
Charles Bukowsky
Desde
mi poco amable punto de vista Charles Bukowsky le ha hecho mucho daño a la
literatura mexicana y latinoamericana (que claro que aun existen estas
categorías culturales, por más que se empeñe en negarlas el novelista
neoliberal Jorge Volpi). ¿Por qué Bukowsky ha dañado inconscientemente nuestras
letras? Por el mismo fenómeno que sucedió con Rubén Darío, Pablo Neruda y
Octavio Paz en la poesía; Charles Chaplin en el cine, John Lennon en la música
o Picasso en la pintura: el surgimiento de una caterva de copistas, una legión
de clones, un club de imitadores que se dedican mediocremente a seguir al pie
de la letra pirateando los pasos de su intocable modelo. Tal es el caso de
innumerables Bukowskytos que desde hace años creen y fingen estar
haciendo poesía -y hasta la publican- con sólo versificar (repito lo que
afirmaba el verdadero poeta Gil Scott-Heron: Versificar no es poetizar) anécdotas
más o menos ingeniosas sobre sexo, drogas o violencia, logrando únicamente caer
en el lugar común, en el ahora cliché bufonesco del "poeta maldito" (más
bien malito).
Entiéndaseme
bien, no estoy en contra de la piratería. Todo lo contrario, soy defensor, un
firme promovedor de esta en todos los rubros. Es completamente mentira que las
empresas tengan pérdidas millonarias a causa de la piratería; para los
capitalistas todo dinero no ganado es pérdida, parece que no alcanzan a
comprender -en su inmenso envanecimiento codicioso- que esos productos
originales que ellos ofrecen son simplemente inaccesibles para la inmensa
mayoría pauperizada atrozmente por el libre mercado. ¿Qué sería de tantos
cinéfilos, de tantos melómanos como yo sumidos en la miseria por el sistema si
no pudiéramos adquirir por diez pesitos aquella película o aquel compacto
recién remasterizado? Es sólo que el plagio, el préstamo, el homenaje, la
"intertextualidad"-como ahora se le llama-, el sampleo, o el vil robo,
deben hacerse, cometerse, perpetrarse, sobre todo en literatura, y más en
Poesía, con arte, con malicia revolucionaria, y no con pura malditez. Como
apunta el poeta superrealista André Breton: La poesía digna de ese nombre se
calcula según el grado de abstención, de rechazo que supone... le repugna dejar
pasar cuanto haya podido ser visto , escuchado, convenido, le repugna utilizar
lo ya utilizado, a no ser que sea para desviarlo de su uso previo.
Precisamente
se trata de reciclar para subvertir; ya que de no tomar en cuenta estos
preceptos y "apropiarnos" de la inspiración o los hallazgos de otros,
corremos el grave riesgo de sufrir desaveniencias de todo tipo; que acabarán
poniéndonos en vergüenza pública al terminar algún lector crítico dándose
cuenta del "préstamo" y acusándonos de plagio; sobretodo si somos
acreedores de alguno de los premios con que el Estado promueve la mediocridad y
el servilismo de sus seudoartistas. Recuérdese el caso del ahora célebre Javier
Sicilia -líder social de un acendrado nihilismo- al recibir el premio de Poesía
Aguascalientes en 2009 y descubrirse tiempo después que había
"intertextualizado" fragmentos completos de poetas alemanes como Paul
Celan o Rainer M. Rilke. O el otro escandalito provocado por un tal Alatriste
al olvidar poner la fuente de wikipedia en sus escritos, motivo por el que tuvo
que renunciar a su premio y a su puesto en la UNAM.
Por
otra parte, estoy plenamente convencido de que las clases populares, el
proletariado, los trabajadores, y hasta el lumpen citadino -ese sector
completamente desprotegido, que sobrevive de milagro en la indigencia
cotidiana- son los verdaderos creadores de cultura en cualquier parte del mundo
y de hecho en cualquier época histórica. El Estado, según el filósofo
anarquista Rudolf Rocker en su clásico Nacionalismo y Cultura, no crea
nada; es el pueblo el que crea, el que inventa, el que produce, y luego llega
el Estado y se lo apropia por las buenas o por las malas, lo vuelve rentable,
comercializable, capitalizable, obtiene las ganancias. Esto fue lo que le pasó
al pobre Bukowsky, que inició como un escritor marginal y terminó convertido en
aburrido superestrella, como bien ilustra el caricaturista norteamericano
Robert Crumb en su libro El Capitán salió a Comer y los Marineros Tomaron el
Barco.
El
lenguaje popular, el habla de las calles, de los bajos fondos -prostitutas,
criminales, músicos, comerciantes, obreros- siempre ha servido como motor, como
aliciente genial de la literatura más destacada de todos los tiempos. Baste
recordar los nombres de Francois Villon y Francois Rabelais en la edad media
francesa, dos autores que desde aquel entonces revolucionaron las letras
incorporando descaradamente elementos "vulgares" propios del habla de
los ciudadanos comunes. Ya en pleno siglo XX, Louis Ferdinand Céline, también
en Francia, llevaría la novela a sus límites lingüisticos al saber incluir en
su densa narrativa los modismos urbanos. En México, nuestro querido y
atribulado país, existen numerosos ejemplos de cómo las clases oprimidas influyen
definitoriamente en las artes; recobramos tres nombres fundamentales borrados
actualmente por el sistema ideológico dominante: Heriberto Frías, Ángel del
Campo "Micros" y José Revueltas (indudablemente el mejor narrador
mexicano, al que el fallecido y vanagloriado Carlos Fuentes no le llega ni a
los talones).
Desde
toda la historia el Arte ha sido transformador social, un arma preciosa de
revolución espiritual, una certera herramienta de subversión. Entonces ¿por qué
es tan odioso el plagio en la literatura? Pues porque precisamente uno de los
inalienables rasgos que dan validez y calidad a lo que se escribe y se publica
es la honestidad, así será siempre. No me queda la menor duda de que la
creación artística -sobre todo la poesía- del futuro habrá de perfilarse en la
más profunda tradición de los pueblos del mundo, en la fértíl libertad, en la
sabia entraña de los que luchan a brazo partido y solidario por preservar el
mayor grado de dignidad humana contra la absurda maquinaria lavacerebros de la
ideología dominante, esta que por ahora aún se empeña en destruir el planeta
con su enfermiza civilización basada en la ganancia económica y en la
supremacía de una suicida clase social sobre la inmensa mayoría. Este estado de
cosas no podrá durar eternamente. Termino con otros versos de Buk: Que fácil
es ser poeta, y que difícil es ser hombre.
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