MINA LOY
LA CREADORA DEL PRIMER MANIFIESTO FEMINISTA
(EL INDEPENDIENTE / 7-3-2018)
A Mina Loy no le servía con ser
especial. No le valía la teoría de que ella era una excepción. Filippo Tommaso
Marinetti no dejaba de repetírselo cuando se conocieron en Florencia en 1913 y
ella no dejó de recordarle que su concepto era erróneo. El fundador del futurismo sentía un desprecio absoluto
hacia las mujeres, a las que definió como “juguetes trágicos, animales
maravillosos” pero consideraba que Loy, que su genialidad, la diferenciaba
ampliamente de las demás.
Mina Loy había nacido en Reino Unido pero pronto se fue a Alemania para
aprender pintura y terminó su juventud en París y Florencia, donde los
movimientos artísticos e intelectuales le abrían sus puertas a los pocos
segundos de conocer sus obras. Sus versos sin reglas, sin sintaxis, su poesía
mezclada con pintura, su concepto de la sexualidad, la autonomía, la belleza…
la ponían en el foco de los grandes.
“A principios del siglo XX el
incipiente movimiento de emancipación de las mujeres entra en acción a
empujones, nutriéndose de brillantes creadoras en todas las ramas artísticas
que expresan con transgresión otras maneras de percibir y reclamar el espacio que
les es negado en las artes y en la vida”, asegura Ana Muiña en la introducción
de Mina Loy. Futurismo, Dadá, Surrealismo (Ed. La
linterna sorda), que explica y recoge a esta británica tan poco
traducida y conocida en nuestro país.
Es allí donde situamos a Loy. En ese paso del XIX al XX donde las
mujeres comienzan a tomar conciencia de su situación de debilidad respecto a
los hombres y se lanzan a las artes como reivindicación. Así, Mina Loy es una
mujer rebelde, nómada. Es poeta, dramaturga, pintora y sus textos deslumbran a
grandes nombres como Gertrude Stein, Ezra Pound o James Joyce. “Se trata de una
mujer libre con una vida bohemia y trágica”, asegura Muiña, que realiza una
profunda reflexión sobre los distintos movimientos artísticos que abarcó Loy y
porqué estos son esenciales para entender su mentalidad expansiva y excitante.
Mina Loy descubre el futurismo
durante una de sus estancias en Florencia, en 1913. “A los pocos meses de
escribir entusiasmada Aforismos sobre el futurismo,
redacta uno de sus escritos emblemáticos, el Manifiesto Feminista,
a modo de desahogo y ruptura con dicho movimiento, haciendo constar que, como
mujer, no había futuro en el futurismo”.
“El movimiento feminista tal como está instituido en la actualidad
resulta inadecuado. Mujeres si queréis realizaros -os encontráis en víspera de
una convulsión psicológica devastadora- todos vuestros complacientes engaños
han de ser desenmascarados. No puede haber medias tintas. Rascar la superficie
de la basura de la tradición, No lo logrará la Reforma, el único método es la
Demolición Absoluta”, asegura en el primer párrafo de este manuscrito, que
envió por carta a su amiga Mabel Dodge Luhan y que jamás fue publicado mientras
Loy vivía. (La primera vez que se ha traducido al castellano ha sido en la
publicación de Muiña).
Escribió este primer manifiesto y cientos de poemas sobre distintos
ámbitos que afectan a su sexo. “La necesidad de autoconstrucción feminista
llevó a Loy y otras creadoras a abordar temas como la sexualidad, el parto, el
aborto, los derechos y la autonomía de las mujeres, el nuevo prototipo de
belleza…”, añade Muiña. También la llevó del futurismo al movimiento dadaísta,
donde se convirtió rápidamente en una de sus mayores exponentes en Nueva York.
Loy, tras su ruptura con el
movimiento italiano, emigró a Estados Unidos donde entabló muchísima amistad
con otras pioneras, otras ‘chicas libres’. “Emma Goldman, Louise Bryant, Mina Loy,
Isadora Duncan… Coinciden en El Greenwich Village y en idearios emancipadores”,
asegura la autora. Sus poemas, sus obras, fueron consideradas como
pornográficas y muchas de ellas sufrieron la censura americana. Pero fue en
aquella ciudad donde conoció a Arthur Cravan, un poeta anarquista, boxeador y
sobrino de Oscar Wilde, que se convertiría en el amor de su vida, además de en
uno de sus pilares.
Se conocieron en 1917 y no tardaron en casarse. Vivieron durante algunos
meses en Ciudad de México, donde pasaron bastantes estrecheces económicas y
donde ella se quedó embarazada. Sería durante su embarazo cuando Cravan se
embarcó rumbo a Argentina y cuando no se volvió a saber nada más de él. Su
barco naufragó en el Atlántico, jamás se encontró su cuerpo y Loy nunca volvió
a respirar con la misma intensidad.
La británica decidió volver a Europa para tener a la hija de ambos, que
nació en abril de 1919. (A lo largo de su vida tuvo cuatro hijos de tres
hombres distintos, mostrando su absoluta libertad sexual, su idea del amor
libre). Desde ese momento, hasta el final de su vida, pasó su tiempo entre
Estados Unidos, París (donde se zambulló en el surrealismo) o Florencia. Dicen
que nunca dejó de buscar a Cravan, igual que nunca dejó de luchar por su
concepto de la mujer, por su lugar igualitario en la sociedad. Al cabo de unos
años de la desaparición del poeta y boxeador protagonizó la siguiente
entrevista:
-¿Cuál fue el momento más feliz de su vida?
-Todos los que pase con Cravan.
-¿Y el más desgraciado?
-El resto de mi vida.
Murió a los 83 años, en 1966, dejando
multitud de obras, de collages formados
por materiales encontrados en la calle, de libros escritos con pasión y rabia,
de poemas; incluso dejando artículos de decoración como lámparas o arreglos
florales. “Fue una mujer que brilló con luz propia, una artista relevante, una
feminista apasionada”.
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