3/1/22

MRYSE RENAUD (84)

 

A LA BÚSQUEDA DE UNA IDENTIDAD EN LA OBRA DE JUAN CARLOS ONETTI

 

Traducción del francés: Hugo Giovanetti Viola

 

1ª edición: Editorial Proyección / Uruguay / 1993, en colaboración con la Universidad de Poitiers.

1ª edición virtual: elMontevideano Laboratorio de Artes / 2020, con el apoyo de la Universidad de Poitiers.

 

OCTOGESIMOCUARTA ENTREGA       

 

SEGUNDA PARTE

 

LAS DOS CARAS DE LA TRANSGRESIÓN

 

CAPÍTULO SEGUNDO

 

EL SUEÑO

 

II. FUNCIONES DEL SUEÑO: DE LA EXPRESIÓN DE LA CARENCIA A LA MANIFESTACIÓN DEL EXCESO (1) 

 

Seres deseosos por excelencia, los personajes de Juan Carlos Onetti se encierran en el sueño como en una torre de marfil. Su alejamiento del mundo, consumado generalmente en retiros herméticos (22) -piezas de hotel, apartamentos sórdidos o lugares de todo tipo- significa, antes que nada, una negativa.

 

Es cierto que el deseo de ruptura no agota en absoluto el sentido del sueño, pero traduce la actitud de rechazo del soñador hacia el mundo exterior, así como un cuestionamiento más o menos explícito del orden establecido. Ya desde las primeras publicaciones del novelista uruguayo, el impulso imaginario nace esencialmente de una desengañada comprobación de las insuficiencias de la vida cotidiana. A las carencias de la vida profesional -como en La vida breve, donde sobre el personaje principal pesa continuamente la amenaza de un despido- se agregan las carencias afectivas que constituirán el telón de fondo de todas las ficciones onettianas. Un malestar difuso, una oscura sensación de la inutilidad de la existencia, perceptibles en obras como Esjberg, en la costa, La casa en la arena, y sobre todo en Tierra de nadie y las grandes novelas posteriores, contribuyen igualmente a crear o confirmar esa imagen repulsiva ofrecida por el mundo exterior. A decir verdad, poco importa en la obra de Juan Carlos Onetti la naturaleza exacta de las insuficiencias. Lo que en realidad cuenta es la sensación de carencia -justificada u objetivamente poco fundada- que experimentan los personajes.

 

De ese vacío surgirá el sueño. Este mecanismo defensivo y compensatorio apunta antes que nada a preservar al soñador de la crueldad de un mundo indiferente, pragmático y mercantil. Sus múltiples potencialidades creadoras lo transformarán en el instrumento privilegiado en la lucha contra el vacío. Conviene entonces examinar con precisión la estrategia desarrollada por el imaginario para oponerse a la delicuescencia de un mundo exterior que, desde los primeros textos, será representado negativamente.

 

Su aspecto proteiforme -diversificado, fragmentario, cambiante- inquieta a los héroes onettianos. Eladio Linacero lo enfrentará con altanería, Jorge Malabia lo rechazará rabiosamente y Aránzuru lo despreciará con dejadez. En las primeras páginas de El pozo, cuando Linacero decide escribir sus memorias, especula sobre el posible contenido de su relato. Pero no escribirá, finalmente, sobre “esas miles de cosas” (23) con las cuales podría llenar fácilmente una cantidad de libros: no privilegiará la pequeñez de la vida cotidiana, las anécdotas efímeras de Gregorio, del “ruso que apareció muerto en el arroyo” o de “María Rita y el verano en Colonia” (24). Su actitud es tajante: teóricamente, por lo menos, la multiplicidad camaleónica y tramposa de los “sucesos” no tendrá acceso a la escritura:

 

Pero ahora quiero hacer algo distinto. Algo mejor que la historia de las cosas que me sucedieron. Me gustaría escribir la historia de un alma, de ella sola, sin los sucesos en que tuvo que mezclarse, queriendo o no. O los sueños (25).

 

Este pasaje -que no hemos dudado en volver a citar- nos resulta de capital importancia, desde el momento en que revela un sustrato ideológico subyacente en toda la obra de Juan Carlos Onetti. Nuestro interés se centra especialmente en la dicotomía planteada entre el plural y el singular. El rechazo del plural –“los sucesos, las cosas”- implica el rechazo del mundo objetivo y sus fáciles atractivos. Lo singular, por el contrario, estrechamente asociado -desde una perspectiva ingenuamente idealista- a la trascendencia y la unidad del alma, indica el camino que debe seguirse. Y aunque el plural reaparece representado por la vida de los “sueños”, lo hará homogeneizado por la masiva espiritualidad que mana de la exaltada actividad onírica. Como lo sugiere claramente el pasaje citado, el mundo imaginario intentará sustituir la imagen de dispersión y fragmentación que ofrece la realidad por una completa imagen de plenitud. Onetti no renunciará nunca -pese a las variantes desarrolladas durante el curso de toda su obra- al planteamiento de esta confrontación dialéctica entre la plenitud y el vacío.

 

Notas

 

(22) Cf. El pozo, Tierra de nadie, Para una tumba sin nombre, La novia robada, El álbum, donde abundan los lugares cerrados.

(23) El pozo, p. 9.

(24) Ibid., p. 9

(25) Ibíd., p. 9. (El subrayado es nuestro.)

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