KAREL KOSIK (1926 – 2003): UN MARXISMO CON
VUELO
METAFÍSICA DE LA CULTURA
(fragmentos de Dialéctica de lo concreto)
CUARTA ENTREGA
El arte y el equivalente social (3)
Si en relación con la obra de arte la realidad social es considerada
exclusivamente como las condiciones y circunstancias históricas que han
determinado o condicionado el origen de la obra, la obra misma y su carácter
artístico se convierten en algo inhumano. En verdad, si la obra de arte sólo se
fija como una obra social, principal o exclusivamente en forma de objetividad
cosificada, la subjetividad será concebida como algo social, como un hecho
condicionado, pero no creado ni constituido por la realidad social. Si la
realidad social, en relación con la obra artística, es entendida como
condicionalidad de la época, como historicidad de una situación dada o como
equivalente social, se vendrá abajo el monismo de la filosofía materialista, y
ocupará su lugar el dualismo de la situación dada y de los hombres: la
situación plantea tareas y los hombres reaccionan ante ellas. En la sociedad
capitalista moderna el elemento subjetivo de la realidad social ha sido
separado del objetivo, y los dos se alzan el uno contra el otro, como dos
sustancias independientes: cual subjetividad vacía, de un lado, y como
objetividad cosificada de otro. Aquí tienen su origen estas mistificaciones:
por una parte el automatismo de la situación dada; por otro la psicologización
y la pasividad del sujeto. Pero la realidad social es infinitamente más rica y
concreta que la situación dada y las circunstancias históricas, porque incluye la praxis humana objetiva,
la cual crea tanto la situación como las circunstancias. Las circunstancias
constituyen el aspecto fijo de la realidad social. Pero en cuanto son
arrancadas, separadas de la práctica humana, de la actividad objetiva del
hombre, se convierten en algo rígido e inanimado (1). La “teoría” y el “método”
ponen en una relación causal esa rígida materialidad con el “espíritu”, con la
filosofía y la poesía.
El resultado de ello es la vulgarización. El sociologismo reduce la
realidad social a la situación, a las circunstancias, a las condiciones
históricas, que así deformadas adquieren el aspecto de una objetividad natural.
La relación entre las “condiciones” y las “circunstancias históricas”, así
entendidas, de una parte, y la filosofía y el arte, de la otra, no puede ser esencialmente sino una relación mecánica
y exterior. El sociologismo ilustrado trata de eliminar este mecanicismo
mediante una complicada jerarquía de “términos intermediarios” auténticos o
construidos (la economía se halla “mediatamente” en contacto con el arte), pero
hace el trabajo de Sísifo. Para la filosofía materialista, que parte de la
cuestión revolucionaria de ¿cómo es
creada la realidad social?, la propia realidad social no existe en forma de
“objeto”, de situación dada, de circunstancias, sino ante todo como actividad
objetiva del hombre, que crea las situaciones como parte objetiva de la
realidad social.
Para el sociologismo, cuya definición más lacónica es el cambio de la
situación dada del ser social, la situación cambia y el sujeto humano reacciona
ante ella. Reacciona como un conjunto inmutable de facultades emocionales y
espirituales, es decir, captando, conociendo y representando artística o
científicamente la situación misma. La situación cambia, evoluciona, y el
sujeto humano marcha paralelamente a ella y la fotografía. Tácticamente es
parte del supuesto de que en el curso de la historia se han sucedido diversas
estructuras económicas, se han abatido tronos, han triunfado revoluciones, pero
la facultad humana de “fotografiar” el mundo no ha cambiado desde la Antigüedad
hasta hoy.
El hombre capta y se apropia de la realidad “con todos los sentidos”,
como afirmó Marx; pero estos sentidos, que reproducen la realidad para el
hombre, son ellos mismos un producto histórico-social. (2) El hombre debe haber
desarrollado el sentido correspondiente para que los objetos, los
acontecimientos y los valores tengan sentido para él. Para el hombre cuyo
sentido no se ha desarrollado a tal grado, los demás hombres, las cosas y las
creaciones de sentido real, son absurdos. El hombre descubre el sentido de las cosas justamente porque crea un sentido humano de las cosas. Un
hombre con sentidos desarrollados tiene sentido también para todo lo humano, mientras
que un hombre de sentidos no desarrollados se halla cautivo frente al mundo, y
no lo “percibe” universal y totalmente, con sensibilidad e intensidad, sino de
un modo unilateral y superficial, sólo desde su propio “mundo”, que es un
pedazo unilateral y fetichizado de la realidad.
No criticamos el sociologismo por el hecho de que recurra a la situación
dada, a las circunstancias y a las condiciones para explicar la cultura, sino porque no comprende el significado de la situación en sí, ni el
significado de la situación en relación con
la cultura. La situación fuera de la
historia, la situación sin sujeto, no
sólo constituye una configuración petrificada y mistificada, sino también una
configuración privada de sentido objetivo.
Bajo este aspecto, las “condiciones” carecen también de lo que es más
importante desde el punto de vista metodológico, o sea, de un significado
objetivo propio, y adquieren un
sentido ilegítimo de acuerdo con las opiniones, reflejos y cultura del
científico. (3)
La realidad social ha dejado de ser para la indagación lo que
objetivamente es, una totalidad concreta, y se escinde en dos todos
heterogéneos e independientes, que el “método” y la “teoría” se esfuerzan por
reunir. La escisión de la totalidad concreta de la realidad social conduce a la
realidad siguiente: de una parte, es petrificada la situación, mientras que, de
la otra, lo es el espíritu, la vida psíquica, el sujeto. La situación puede ser
pasiva, y en ese caso el espíritu, la psique como sujeto activo en forma de “impulso
vital” la pone en movimiento y le da un sentido. O bien la situación es activa,
convirtiéndose ella misma en sujeto, y la psique o conciencia no tiene otra
función que la de conocer de un modo exacto o mistificado la ley
científico-natural de la situación.
Se ha comprobado ya reiteradas veces que el método de Plejánov es
insuficiente para la investigación de los problemas artísticos. (4) Esta
insuficiencia se manifiesta tanto en la aceptación acrítica de formas
ideológicas acabadas, para las cuales se busca un equivalente económico o
social, como en la rigidez conservadora con que se cierra el acceso a la
comprensión del arte moderno, y se considera el impresionismo como la última
palabra de la “modernidad”. No obstante, parece ser que los supuestos teórico-filosóficos
de esa insuficiencia no han sido suficientemente examinados. En sus
concepciones teórico-filosóficas, Plejánov no llega nunca a superar el dualismo
de situación dada y elemento psíquico, porque no comprende bien el sentido del
concepto marxista de praxis, Plejánov cita las tesis de Marx sobre Feuerbach y
observa que en cierta medida contienen el programa del materialismo moderno. Si
el marxismo -continúa diciendo Plejánov- no quiere reconocer la superioridad
del idealismo en determinada esfera,
debe dar una explicación materialista de todos
los aspectos de la vida humana. (5)
Después de estas palabras de introducción, Plejánov presenta su propia
interpretación de los conceptos marxistas “actividad sensible humana”, práctica
y subjetividad: “El aspecto subjetivo de la vida humana es precisamente el
aspecto psicológico: el espíritu humano, los sentimientos y las ideas de los
hombres. (6) Así, pues, Plejánov distingue , de un lado, la psicología, los
estados psíquicos, o también los estados de ánimo, las costumbres, los
sentimientos y las ideas; y, del otro, las condiciones económicas. Los
sentimientos, las ideas, los estados de ánimo y las costumbres son “explicados
de un modo materialista”, si se explican mediante la historia económica. De estas
consideraciones se deduce, ante todo, que Plejánov se aleja de Marx en un punto cardinal: en aquel en que el
materialismo marxista logra superar tanto los lados débiles de todo el materialismo anterior como los méritos del
idealismo, o sea, la concepción del
sujeto. Plejánov concibe el sujeto como “espíritu de la época”, como costumbres
y vida psíquica a los que corresponden en el polo opuesto las condiciones
económicas, con lo cual descarta de la
concepción materialista de la historia la praxis objetiva, es decir, el
descubrimiento más importante de Marx.
El análisis del arte llevado a cabo por Plejánov falla porque en la
concepción de la realidad de la que parte dicho análisis, falta, como elemento
constitutivo, la praxis humana objetiva, la “actividad humana sensible” que no
puede ser reducida a lo “psíquico”, o al “espíritu de la época”.
Notas
1) Marx caracteriza el carácter apologético reaccionario
de los historiadores burgueses y, en general, su concepción de la realidad
social, con una observación lapidaria: “concebir las relaciones sociales al
margen de la actividad”. C. Marx y F. Engels, Deutsche Ideologie (La
ideología alemana).
2) “Los sentidos tienen su historia”, M. Lifchiz, Marx und die Ästhetik, 1960, pág. 117.
3) Si el científico no tiene sensibilidad para el
arte, se comporta como Kuczynski, y cree que el mejor breviario de economía
política fue escrito por el propio Goethe bajo el sugestivo título de Wahrheit und ekonomií, Praga, 1956. En
descargo del autor hay que decir que sus opiniones sólo son “ecos de su tiempo”.
4) El método de Plejánov de escribir la historia de la
literatura se reduce a este procedimiento: en primer lugar, se construye la
historia puramente ideológica de los argumentos (tomada ya con frecuencia, en
forma ya elaborada de la literatura científica burguesa). Después, bajo este ordo et connexio idearum, mediante
hipótesis frecuentemente muy ingeniosas, se pone un ordo et connexio rerum. Plejánov definió este procedimiento como el
“descubrimiento del equivalente social”. M. Lifchiz, Voprosy iskkustva y filofii (Problemas del arte y la filosofía),
Moscú, 1935, pág. 110.
5) En esta concepción total del marxismo Lenin se
halla de acuerdo con Plejánov, pero ya en este punto se aparte de él por su
concepto de praxis, que Lenin la concibe de manera totalmente distinta.
6) Plejánov, Obras
filosóficas escogidas, ed. rusa, tomo II, pág. 158.
No hay comentarios:
Publicar un comentario