MARLO
MORGAN
LAS
VOCES DEL DESIERTO
TRIGESIMOPRIMERA ENTREGA
23.
LA REVELACIÓN DEL TIEMPO DE ENSUEÑO
(2)
Se
realizó una ceremonia. Yo contemplé a los artistas que preparaban pintura blanca
con arcilla de pipas: dos tonos de rojo ocre y uno de amarillo limón. Hacedor
de Herramientas hizo pinceles con trozos de corteza de unos quince centímetros
de largo, mascados y deshilachados con los dientes. Otros pintaron complejos
dibujos y figuras de animales. A mí me pusieron un atuendo de plumas, algunas
del pálido color vainilla del emú; tenía que imitar a la cucaburra. Mi parte de
la pieza ceremonial consistiría en representar al pájaro como mensajero que
vuela hasta los confines del mundo. La cucaburra es un hermoso pájaro, pero
hace un sonido estridente que a menudo se compara con el rebuzno de un burro.
La cucaburra tiene un fuerte instinto de supervivencia. Es un pájaro grande y
parecía apropiado para mí.
Después
de bailar y cantar, formamos un pequeño círculo. Éramos nueve: el Anciano, Outa,
Hombre Medicina, Mujer que Cura, Guardiana del Tiempo, Guardiana de la Memoria,
Pacificador, Amigo de los Pájaros y yo.
El
Anciano se sentó justo delante de mí, con las piernas dobladas a modo de cojín;
se inclinó hacia adelante para mirarme a los ojos. Alguien de fuera del círculo
le tendió una copa de piedra llena de líquido. Él bebió. Su mirada penetró en
lo más profundo de mi corazón y no se apartó cuando pasó la copa hacia su
derecha. Habló así:
“Nosotros,
la tribu de los Auténticos Hombres de la Divina Unidad, vamos a abandonar el
planeta Tierra. En el tiempo que nos resta hemos decidido vivir el más alto nivel
de vida espiritual: el celibato, un modo de demostrar la disciplina física. No
tendremos más hijos. Cuando muera el más joven de nosotros, él será el último
de la raza pura.
“Somos
seres eternos. Hay muchos lugares en el universo en el que las almas que nos han
de seguir tomarán forma corporal. Nosotros somos los descendientes directos de
los primeros seres. Hemos pasado la prueba de la supervivencia desde el
principio de los tiempos, manteniéndonos leales a los valores y leyes
originales. Es nuestra conciencia colectiva lo que ha mantenido la tierra
unida. Ahora hemos recibido permiso para marcharnos. Los humanos de este mundo
han cambiado y han alejado una parte del alma de la Tierra. Nosotros vamos a
unirnos con ella en el cielo.
“Tú
has sido elegida como mensajera mutante para decirles a los tuyos que nos
vamos. Os dejamos la Madre Tierra a vosotros. Rezamos para que acabéis comprendiendo
lo que vuestro modo de vida le está haciendo al agua, a los animales, al aire y
a vosotros mismos. Rezamos para que acabéis encontrando la solución a vuestros
problemas sin destruir este mundo. Hay Mutantes que están a punto de recuperar
el espíritu individual de la auténtica existencia. Con el esfuerzo necesario
aun hay tiempo para evitar la destrucción del planeta, pero nosotros ya no
podemos ayudaros. Nuestro tiempo se ha acabado. Han cambado las lluvias, el
calor ha aumentado, y hemos visto disminuir la reproducción de plantas y
animales durante años. Ya no podemos proporcionar formas humanas para que las
habiten los espíritus, porque pronto no habrá agua ni comida en el desierto.”
Mi
mente era un torbellino de pensamientos. Por fin lo comprendía todo. Al cabo de
tanto tiempo se habían abierto a una extraña porque necesitaban una mensajera.
Pero ¿por qué yo?
La
copa de líquido había llegado a mis manos. Tomé un sorbo. Tenía un sabor que
quemaba, como de vinagre mezclado con whisky puro. Lo pasé hacia mi derecha.
Al
Anciano continuó: “Ha llegado el momento de que descanses el cuerpo y la mente.
Duerme, hermana, mañana volveremos a hablar.”
El
fuego se había consumido y no quedaban más que rescoldos de rojo
resplandeciente. El calor se elevaba para abandonar la cueva a través de las
aberturas del techo rocoso. No podía dormir. Hice un gesto a Pacificador
indicándole si podíamos hablar. Él contestó afirmativamente. Outa también
aceptó, así que los tres iniciamos una profunda y compleja conversación.
Pacificador,
con un rostro tan erosionado como la tierra por la que habíamos viajado, me
dijo que en el principio de los tiempos, en lo que ellos llaman “el tiempo el
ensueño”, la Tierra estaba toda unida. La Divina Unidad creó la luz, el primer
amanecer rasgó la oscuridad eterna y total. El vacío se usó para colocar muchos
discos que giraban en los cielos. Nuestro planeta, plano y sin accidentes, era
uno de ellos. No había ni un solo lugar donde refugiarse, su superficie estaba
desnuda. Todo era silencio. No había una sola flor que se inclinara al viento,
ni siquiera corría la brisa. No había pájaro ni sonido alguno que penetrara el
vacío. Entonces la Divina Unidad extendió el conocimiento a todos los discos,
dándole diferentes cosas a cada uno. La conciencia fue lo primero. De esta
surgieron el agua, la atmósfera y la tierra. Se introdujeron todas las formas
de vida temporales. “Mi gente cree que a los Mutantes les cuesta definir lo que
vosotros llamáis Dios porque son fanáticos de la forma. Para nosotros, la
Unidad no tiene tamaño, forma ni peso. La Unidad es esencia, creatividad,
pureza, amor, energía ilimitada e infinita.”
Muchas
de las historias tribales se refieren a una Serpiente Arco Iris que representa
la sinuosa línea de la energía o conciencia que comienza como una paz total,
cambia de vibración, y se convierte en sonido, color y forma.
Yo
percibí que no era la conciencia de estar despierto o inconsciente lo que
intentaba explicar Outa, sino más bien una especie de conciencia creadora. Esta
conciencia lo es todo. Existe en las rocas, plantas, animales y en la humanidad.
Los seres humanos fueron creados, pero el ser humano sólo alberga nuestra parte
eterna. Otros seres eternos habitan en otros lugares por todo el universo. Es
creencia de la tribu que la Divina Unidad creó primero a la mujer, y que el
mundo surgió cantando. La Divina Unidad no es una persona. Es Dios, el poder
supremo, totalmente positivo y lleno de amor, y creó al mundo mediante la expansión
de su energía.
Ellos
creen que los humanos están hechos a imagen de Dios, pero no de su imagen
física, ya que Dios no tiene cuerpo. Las almas fueron hechas a imagen y
semejanza de la Divina Unidad, lo que significa que son capaces de una paz y un
amor puros, y tienen la capacidad de crear y cuidar muchas cosas. Nos fue
concedido el libre albedrío y este planeta como un lugar de aprendizaje de las
emociones, que son incomparablemente intensas cuando el alma adquiere forma
humana.
El
tiempo de ensueño se divide en tres partes, según me dijeron. Era el tiempo
antes del tiempo; también existía el tiempo de ensueño cuando apareció la
Tierra, pero aun no tenía carácter. Los primeros hombres, que experimentaban
con emociones y acciones, descubrieron que eran libres de enfadarse cuando
quisieran, que podían buscar cosas o situaciones que provocaran su enfado. Pero
preocupación, avaricia, lujuria, mentiras y poder no eran sentimientos y
emociones que uno deberá desarrollar y, para demostrarlo, los primeros hombres
desaparecieron y en su lugar surgió una masa de rocas, una cascada, un risco o
lo que fuera. Estas cosas existen aun en el mundo y son motivo de reflexión
para cualquiera que tenga la sabiduría de aprender de ellas. Es la conciencia
la que ha formado la realidad. La tercera parte del tiempo de ensueño es el
presente.
La
ensoñación perdura; la conciencia sigue creando nuestro mundo. Esta es una de
las razones por las que no creen que la tierra estuviera destinada a ser
propiedad de alguien. La tierra pertenece a todas las cosas. Compartir,
establecer acuerdos, es el único método realmente humano. La posesión es el
extremo de la exclusión de los demás por una inmoderada satisfacción propia.
Antes de que llegaran los británicos, nadie en Australia carecía de tierra.
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