ANÓNIMO
INGLÉS DEL SIGLO XIV
LA
NUBE DEL NO-SABER
Franciscus hanc editionem fecit
VIGESIMOPRIMERA ENTREGA
15 / Una prueba de que los que
piensan que el motivo más perfecto de la humildad es la comprensión de la
bajeza del hombre están en un error
Créeme
cuando te digo que existe la humildad perfecta y que con la gracia de Dios
puede ser tuya en esta vida. Insisto en esto porque algunos enseñan
erróneamente que no existe mayor humildad que la ocasionada por el pensamiento
de la desdichada condición humana y el recuerdo de la vida pecadora del pasado.
Concedo
de grado que para los que están habituados al pecado (como yo mismo he estado)
esto es muy cierto. Y hasta que el gran orín del pecado mortal sea raído en el
sacramento de la Penitencia, nada es más necesario y valioso en la enseñanza de
la humildad que el pensamiento de nuestro miserable estado y de nuestros
pecados pasados. Pero esta actitud no es auténtica para quienes nunca han
pecado gravemente, con pleno conocimiento y consentimiento. Son como niños
inocentes que sólo han caído por fragilidad e ignorancia. Pero incluso estos
inocentes, especialmente si están iniciados en el camino de la oración contemplativa,
tienen motivos para ser humildes. También nosotros, después de haber satisfecho
adecuadamente y de habernos arrepentido de nuestros pecados en la confesión y habiendo
sido arrastrados por la gracia a la oración contemplativa, tenemos motivos para
ser humildes. Algo que va mucho más lejos del motivo imperfecto que mencioné
más arriba nos mantendrá humildes. Pues la bondad y el amor de Dios es una
razón tan por encima del propio conocimiento como la vida de nuestra Señora
está por encima de la vida del penitente más pecador en la santa Iglesia; o
como la vida de Cristo está por encima de cualquier otro ser humano; o la vida
de un ángel, que no puede experimentar la debilidad humana, está por encima de
la vida del hombre más débil de la tierra.
Si
no hubiera otra razón para la humildad que
la pobreza de la condición humana, entonces me preguntaría por qué los que
nunca han experimentado la corrupción del pecado habrían de ser humildes. Pues,
con toda seguridad, nuestro Señor Jesucristo, nuestra Señora, los santos y los
ángeles del cielo están para siempre libres del pecado y de sus efectos. Sin
embargo, nuestro Señor Jesucristo mismo nos llama a la perfección de toda
virtud en el Evangelio cuando dice que debemos ser perfectos por gracia como Él
lo es por naturaleza. Y así este llamamiento ha de incluir la virtud de la
humildad.
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