ENCUENTRO
CON LA SOMBRA
(El
poder del lado oscuro de la naturaleza humana)
Carl G. Jung / Joseph
Campbell / Marie-Louise von Franz / Robert Bly / Ken Wilber / Nathaiel Branden
/ Sam Keen / Larry Dossey / Rollo May / M. Scott Peck / James Hillman / John
Bradshaw y otros
Edición a cargo de Connie Zweig y
Jeremiah Abrams
DECIMOSEXTA
ENTREGA
PRIMERA PARTE: ¿QUÉ ES LA SOMBRA?
2. LO QUE SABE LA SOMBRA:
ENTREVISTA CON JOHN A. SANFORD (3)
D.
Patrick Miller
THE
SUN: ¿Es posible quedar atrapado ahí? ¿Es posible quedar condenados a
enfrentarnos a la sombra una y otra vez sin llegar a terminar de integrarla?
SANFORD:
Creo que no. Para profundizar realmente en la sombra es necesario movilizar lo
que Jung denominaba Yo -nuestro centro creativo- y cuando ello ocurre la
depresión no puede quedar instalada de manera permanente. Después de eso pueden
tener lugar numerosos cambios que asumen aspectos notablemente diferentes según
el individuo en cuestión. Entonces comienza a emerger lo que Kunkel denominaba
el “centro real” de la personalidad y el ego va estableciendo gradualmente una
relación más estrecha con ese centro. Entonces es mucho menos probable que la
persona se identifique con el mal porque la integración de la sombra siempre
corre pareja a la disolución de la falsa persona. Uno se torna mucho más
realista porque ve con más claridad la verdad sobre sí mismo y la verdad
siempre tiene efectos saludables. No debemos olvidar que la sinceridad
constituye la mejor defensa contra el verdadero mal y que dejar de mentirse a
uno mismo es el mejor de los amuletos.
THE
SUN: ¿Si el ego no es nuestro “verdadero centro” cuál es entonces éste?
SANFORD:
Lo que distingue el enfoque junguiano de cualquier otra visión psicológica de
la idea de que existen dos centros de la personalidad, el ego -que constituye
el centro de la conciencia- y el Yo -el centro de la personalidad global (que
incluye la conciencia, el inconsciente y el ego). El Yo es, al mismo tiempo, la
Totalidad y el centro mientras que el ego es un pequeño círculo excéntrico
contenido dentro de la totalidad. También podríamos decir que el ego es el
centro menor de la personalidad y que el Yo, en cambio, es su centro mayor.
En
los sueños podemos advertir más claramente esta relación. En nuestra vida
vigílica el ego es como el Sol que todo lo ilumina pero también eclipsa las
estrellas. No terminamos de darnos cuenta de que nosotros no somos los
creadores de los contenidos del ego consciente sino que estos surgen de otro
lugar sin participación consciente de nuestra parte. El ego prefiere creer que
es el artífice de todos nuestros pensamientos pero, aunque no nos percatemos de
ello, continuamente nos hallamos bajo la influencia del inconsciente. En
nuestros sueños todo cambia con la aparición del ego onírico, nos referimos a
él como “yo” y decimos “tropecé con un oso, luché con él y luego apareció una
bailarina”, por ejemplo. Pero la diferencia es que el ego onírico sabe cosas
que desconoce el ego vigílico. Podemos, por ejemplo, recordar que durante el
sueño hemos estado corriendo e ignorar, sin embargo, algo que nuestro ego
onírico conoce muy bien: nuestra huida.
Y
lo que es más importante todavía, el ego onírico nunca es más significativo que
cualquier otra de las imágenes que pueblan nuestro sueño. Cuando el sol se pone
se manifiesta un dominio invisible en nuestra vida vigílica, aparecen las
estrellas y descubrimos que no somos más que una estrella de entre las muchas
que brillan en el estrellado firmamente de nuestra alma.
THE
SUN: Aunque en vigilia admito a regañadientes la idea de sombra, en sueños, sin embargo, me resulta algo mucho más
real y poderoso que una simple idea. En ocasiones hasta podría llegar a decir
que me convierto en la sombra, como si yo
frmara parte de ella.
SANFORD:
En efecto, en el sueño la sombra constituye un sistema energético tan poderoso -al
menos- como el ego. En el ámbito del sueño los elementos del psiquismo son
menos diferentes que en la vigilia y el ego onírico puede observarlos,
convertirse en ellos o ubicarse en un estado intermedio entre las dos
posiciones anteriores.
La
sombra es siempre un aspecto del ego y sus cualidades pueden haber formado
parte de su estructura. También podríamos decir que la sombra es algo así como
el hermano -o la hermana- del ego y no necesariamente una figura siniestra. Por
último, también es importante recordar que la sombra siempre tiene motivos para
hacer lo que hace, motivos relacionados con alguna cualidad reprimida del ego.
No es nada habitual que en sueños nos convirtamos en la sombra, es mucho más
probable, en cambio, que el ego onírico observe las transformaciones que asume
la sombra durante el sueño.
THE
SUN: Supongo que es mucho más seguro identificarse con la sombra en un sueño
que en la vida vigílica.
SANFORD:
Bien, de nuevo nos encontramos con el tema de las sutilezas de la sombra. En
este punto sigo más a Kunkel que a Jung. La idea de que el ego se halla
originalmente muy próximo al centro del Yo y que, en la medida en que se aleja
de él, desarrolla una actitud egocéntrica
que suele verse exacerbada por tendencias infantiles desfavorables cuya
naturaleza termina determinando las peculiaridades de nuestras defensas egocéntricas
y, por consiguiente, las características de la misma sombra.
Supongamos
que una persona se experimente a sí misma como débil e ineficaz ante el medio
pero que para adaptarse a la vida se convierta en una especie de “enredadera”,
alguien que no desarrolla su propia fortaleza sino que se apoya en la de los
demás a quienes aprende a valorar de acuerdo a esa dimensión. De este modo
termina asumiendo una postura egocéntrica que es, al mismo tiempo, necesitada y
merecedora. Este es el tipo de persona que siempre necesita el apoyo de los
demás, que puede enumerar un montón de razones para justificar su demanda y, en
el caso de no recibir lo que exige, desprecia a los demás como malas personas.
Este
tipo de persona es muy aburrido. De modo que la gente suele cansarse pronto de
ellos y, cuando tal cosa ocurre, deja de ayudarles. Entonces se sienten
amenazados y ansiosos. Ahora bien, para mantener una actitud egocéntrica de
dependencia e identificación ha debido reprimir el valor y la sinceridad -cualidades,
por lo demás, muy deseables. Pero frente a ellas nuestro sujeto se siente
mortalmente amenazado y es por ello que las considera diabólicas. No debemos
olvidar que las cualidades reprimidas pueden
terminar siendo peligrosas.
Supongamos
el caso de un adolescente que asuma la defensa egocéntrica de la tortuga y para
ello se aísle de los demás. Su apariencia solitaria y taciturna le convierte
entonces en el blanco idóneo de cualquier pesadilla que tenga la propensión
egocéntrica de atormentar a los demás. Estos se dedican a hostigar a la sombra
fuera de ellos hasta que llega un día en que su caparazón egocéntrica de
solitario explota y la sombra brota a la luz del día. En ese momento puede
emprenderla a puñetazos con los demás y, aun en el caso de que reciba algún que
otro golpe, las cosas pueden mejorar favoreciendo incluso su integración
psicológica. Ahora bien, en el caso de que la energía haya sido reprimida
durante mucho tiempo y con mucha intensidad también puede coger el revólver de
su padre, disparar sobre sus torturadores y suscitar un lamentable incidente.
THE
SUN: ¿Usted cree que el muchacho estaba pidiendo eso a sus torturadores?
SANFORD:
Por supuesto. El inconsciente está emitiendo precisamente el mensaje exacto que
nuestro sujeto necesita para catalizar su integración. Kunkel solía decir a
este respecto que los “arcángeles” son enviados para completar el plan divino.
THE
SUN: Pero los arcángeles no necesariamente son cuidadores.
SANFORD:
Así es. Ellos sólo preparan el escenario. Lo único que sabemos es que cuando
los arcángeles entran en acción las
cosas ya no permanecen igual. Nadie puede predecir lo que ocurrirá a partir de
entonces. No deberíamos tomar a la ligera el tema de la liberación de la
sombra. Es necesario que el trabajo de despliegue y liberación de la hostilidad
tenga lugar en el contexto seguro de una relación terapéutica -o en cualquier
otra situación controlada- para que la sombra pueda expresarse de manera
gradual.
Kunkel
hizo la misteriosa afirmación de que “en los momentos decisivos Dios siempre
está del lado de la sombra, no del ego” ya que la sombra siempre se halla mucho
más próxima al impulso creativo.
Ahora
bien, el ego no necesariamente sostiene una actitud egocéntrica. En tal caso
estaríamos hablando de algo completamente diferente ya que el ego mantiene una
relación creativa sana tanto con la sombra como con el Yo. El proceso de integración
no mengua, pues, al ego, sino que simplemente distiende la firmeza de sus
fronteras. Entre un ego fuerte y un ego egocéntrico existe una tremenda
diferencia ya que el último es siempre débil. Así pues, el proceso de
individuación que nos permite actualizar nuestro propio potencial real no puede
tener lugar sin la presencia de un ego fuerte.
THE
SUN: ¿Eso significa que es imposible llegar a ser el “Yo”?
SANFORD:
Correcto. El ego es el vehículo necesario para la expresión del Yo pero debemos
estar dispuestos a hacer lo necesario para ponerlo en su lugar. Como Moisés,
por ejemplo, escuchando la palabra de Dios entre las zarzas ardientes y
conduciendo luego a los judíos desde Egipto hasta la Tierra Prometida. Esa es
una acción que sólo puede llevarla a cabo un ego fuerte.
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