ENTREVISTA
A NATALIA MONTEALEGRE
GONZALO
FONSECA: LAS RUINAS DEL FUTURO
por
Gerardo Mantero
SEGUNDA ENTREGA
Fonseca
es un artista de gran prestigio, pero su obra más significativa no había sido
vista por el gran público, dado que gran parte de la misma fue realizada en el
exterior. Por tanto, esta muestra venía precedida de una gran expectativa.
¿Cuáles fueron las razones para que se expusiera una sola escultura suya?
La crítica
internacional, a partir de conocer su obra en la bienal de Venecia, lo calificó
como uno de los mejores escultores del siglo XX. En lo personal me quedé con muchísimas
ganas de ver y tocar algunas de sus esculturas. Paralelamente, entiendo que hay
decisiones que tienen que ver con lo financiero que me trascienden.
Probablemente muchas personas sabrán comprender que la dirección del proyecto
haya optado en modificar algunas condiciones que inicialmente estaban dadas. Y
ojalá se generen las condiciones para que sea posible cuanto antes conocerlas.
De hecho, hay toda una gestión avanzada… Se pidieron prestadas obras a museos e
instituciones. Incluso hubo que pagar multas por haber suspendido el traslado
de las mismas. Por otra parte, y lamentablemente, tenemos un Museo Nacional que
no cuenta con muchos de los requisitos básicos que te exigen desde el exterior
para llevar adelante una exposición de la magnitud que esta se propuso.
¿Como
por ejemplo?
El control de
temperatura en las salas, el circuito de cámaras, cierto tipo de vigilancia y
conservación que habitualmente para obras de este valor es de rigor solicitar y
que en nuestro medio no las tenemos. Así como no están muchas otras cosas, que
son básicas. En ese sentido, el esfuerzo fue bastante más allá de lo previsto
inicialmente porque se tuvo que cubrir una cantidad de tiempo y de dinámicas
que eran distintas a las condiciones reales de funcionamiento.
Se
puede concluir que hay problemas financieros por un lado y problemas
estructurales en la función pública, que incidieron.
Yo diría que hubo una
serie de decisiones que tienen que ver con lo financiero. Esas decisiones no
implican solamente el traslado de las obras. Los museos de Estados Unidos te
obligan a trabajar con “Obra Maestra Internacional” porque es la empresa con la
que ellos trasladan. Cuesta una fortuna, los comisarios vienen en clase
ejecutiva y en los vuelos que ellos quieren: te cuesta ocho mil dólares el
vuelo de cada comisario; te sale más caro traer a los especialistas que traer
la propia obra… En algunos casos hay otra flexibilidad, como el Museo de
Valencia, los coleccionistas privados y los museos venezolanos.
De
las exposiciones paralelas que acompañaban la obra de Fonseca, se pudieron
observar distintos criterios: la del Subte tenía dos curadores con obras de
artistas que se suponía que aludían a la obra de Fonseca. La de Muhar no tenía
guión curatorial y fue una obra en que los lenguajes expuestos tenían una clara
influencia del Taller Torres. Y por último la del Museo Torres García, donde se
muestra parte del proceso de formación de Fonseca.
En el Muhar había cinco
artistas que tenían conocimiento de la obra de Fonseca con una vinculación
anterior a la propuesta de este proyecto. Ellos resolvieron quiénes iban a
integrar esa exposición: la dirección, la producción, la reparación de la sala,
la pintura de las paredes y las luces tuvo a cargo de cinco artistas. La obra,
mayoritariamente, era nueva (un 95 %) que produjeron para esta muestra. La
diversidad de criterios tuvo que ver con la amplitud de la propuesta y con el
manifiesto interés de vincular diferentes espacios del campo artístico
uruguayo.
Luego
de conocer en profundidad la obra de Gonzalo Fonseca, ¿qué reflexión te dejó la
misma?
Algo que me impactó de
la obra de Fonseca son esta suerte de “ruinas para el futuro”; su obra, que es
de ningún tiempo y de todos a la vez porque recopila obras de distintas
culturas. También, en esa “soledad habitada”, como decía Iris Peruga: invita a
un encuentro con la diversidad. Con la diversidad en el sentido más profundo en
lo que nos constituye; con los misterios, con las preguntas, con la
sensibilidad. Signada, como su trayectoria y su obra, por sus viajes. Entonces
la idea (y creo que el diseño de montaje que Javier Bassi realizó en el Museo
Nacional -semi laberíntico- que nos invita a pensar en el partir de algo
aparentemente quieto y llegar a puntos más intensos y reveladores de su obra)
acompaña la búsqueda sensible, curiosa, minuciosa, esforzada. Pero esforzada no
necesariamente en el sentido del martirio cristiano (que sí es parte de la
formación básica de Gonzalo Fonseca), sino esforzada porque es apasionada,
porque es intensa, porque es fuerte. De la misma manera que en Egipto terminó
en un hospital perdido, enfermo de los ojos. Porque esa intensidad es lo que
hace posible el encuentro con uno mismo y con los demás.
Un
punto alto eran los dibujos. ¿De dónde provenían?
Esos son dibujos son de
la colección personal de Isabel Fonseca, la hija menor, que vive en Londres.
En
tu caso, que venís de otros ámbitos, ¿cómo ves el escenario de las artes
plásticas ya que te zambulliste en el mismo a partir de una propuesta fuerte?
Peluffo lo definió muy
bien, dijo que el proyecto era quijotesco. Y después agregó que era netamente “sapriziano”.
Yo creo que en el equipo de trabajo se combinaron distintos elementos: hay
gente con una gran trayectoria en el medio, hay personas con una importante
trayectoria en su labor específica (Federico Rubio, Javier Bassi, Silvina Natale,
los Tipos-Cine, Carlos Correa, Inés Trabal, Pablo Azzarini). Por otro lado
Itzel Ibargoyen con una experiencia muy amplia en producción. Contamos con la
colaboración de Ana Knobel, que es gestora cultural, y luego contamos con el
asesoramiento de todas aquellas personas a las que nos acercamos a preguntarle,
y recurrimos, a nivel internacional, a personas que tienen experiencia en
organización de exposiciones de esta envergadura. También estuvimos en
conversaciones con Mari Carmen Ramírez, la encargada de organizar la
retrospectiva de Fonseca para el Museo de Houston en 2010. Estuvimos en
comunicación con algunos expertos nacionales y contamos con el apoyo de Gabriel
Peluffo (que estaba, en ese momento, con la organización de la ERA) a lo largo
de este recorrido.
Por mi parte, tenía
experiencia en coordinación de proyectos vinculados con el arte, pero en otras
áreas: “Una cana al aire” que fue un proyecto, durante dos años, con jóvenes
presos primarios en el COMCAR. Trabajaron radio, teatro y canto. “Las flores de
la basura”, que es un proyecto de Educación Ambiental por el Arte que estuvo
funcionando durante varios años por distintos barrios de Montevideo.
Experiencias de cooperación diversas… Al margen de eso, el ingreso a este nuevo
campo de la mano de un protagonista de otro tiempo, también me permitió -y nos
permitió como equipo- con estos distintos saberes, facilitar ciertos encuentros
que habitualmente no se dan en un mismo emprendimiento, porque hay distintas
líneas de trabajo. En eso, además de ser un aprendizaje intenso, creo que
genera un antecedente que es muy válido para ser retomado, mejorado y
potenciado por otra gente. Hacer posibles espacios claros donde se noten las
diferencias y también los puntos de encuentro, es algo saludable. Al menos
promueve el debate.
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