G.
K. CHESTERTON (1874 – 1936)
EL
HOMBRE QUE FUE JUEVES
(PESADILLA)
Traducción
y prólogo de ALFONSO REYES
CUADRGÉSIMAPRIMERA ENTREGA
CAPÍTULO
UNDÉCIMO
LOS
MALHECHORES DANDO CAZA A LA POLICÍA (3)
El caballo y el carro
viraron junto a unos olmos del camino, y el caballo casi dio de hocicos
sobre la cara de un anciano que estaba sentado en la banca exterior de un
modesto cafetín: Le Soleil d'Or. El
campesino murmuró una excusa y saltó del asiento. Los otros descendieron uno
por uno, y saludaron al anciano con una cortesía abreviada. Sus maneras hospitalarias
les hicieron comprender que era el dueño de la taberna.
Era un viejo de
cabellos blancos y cara como una manzana, ojos soñadores, bigote gris. Quieto,
sedentario, inofensivo, era un tipo muy común en Francia y más todavía en la Alemania
Católica. Todo en él, su pipa, su jarro de cerveza, sus flores, su colmena,
daba idea de una paz inmemorial; pero cuando sus visitantes entraron en la
sala, pudieron ver la espada que colgaba del muro.
El Coronel, que había
saludado al posadero como a un viejo amigo, entró a la sala y pidió los
obligados refrescos. La decisión militar del Coronel le había interesado a
Syme. Se sentó junto a él y, en cuanto el anciano posadero los dejó solos,
quiso satisfacer su curiosidad.
-Coronel -dijo en voz
baja-. ¿Quiere usted decirme por qué hemos venido aquí?
Y el coronel Ducroix,
sonriendo desde sus hirsutos bigotes, le contestó:
-Por dos razones,
caballero. Sea la primera la más utilitaria ya que no la más importante. Hemos
venido aquí, porque en veinte millas a la redonda, sólo aquí se encuentran
caballos.
-¡Caballos! -exclamó
Syme clavando en él sus ojos.
-Sí. Para dejar atrás a
los enemigos, como no lleven ustedes en los bolsillos bicicletas o automóviles, hacen falta caballos.
-¿Y dónde debemos
dirigirnos? -preguntó Syme.
-Al puesto de policía
que está al otro lado de la ciudad, y a toda prisa. Este mi amigo, a quien he apadrinado en tan penosas
circunstancias, me parece que exagera mucho las posibilidades de un levantamiento general.
Pero supongo que no se atreverá a negar que entre los gendarmes se encontrarán ustedes
seguros. Syme asintió gravemente. Después preguntó:
-¿Y la otra razón para
venir aquí?
-La otra razón para
venir aquí -dijo lacónicamente Ducroix- es que nunca está por demás encontrarse
con uno o dos hombres honrados cuando se está en peligro de muerte.
Syme, al alzar los
ojos, vio en la pared un cuadro religioso, patético y crudamente pintado.
-Tiene usted razón -y
añadió después-. ¿Han ido ya a buscar los caballos?
-Sí -contestó Ducroix-.
Ya comprenderá usted que di órdenes en llegando. Aunque los enemigos no
parecían apresurarse, realmente andaban muy de prisa, como un ejército disciplinado. No tenía yo idea de que los anarquistas
fueran disciplinados. No deben ustedes perder un instante.
A esto se presentó el
viejo posadero de los ojos azules y los cabellos blancos, anunciando que afuera
esperaban seis caballos ensillados. Por consejo de Ducroix, los otros cinco se
abastecieron de vino y provisiones de boca, y armándose con las espadas del
duelo, únicas armas de que disponían, galoparon por el camino blanco y
escarpado. Los dos criados que habían traído el equipaje del antiguo Marqués se
quedaron bebiendo en el café, con gran deleite suyo, por consentimiento común de
los amos.
El sol de la tarde
comenzaba a descender a occidente. A su fulgor, Syme vio disminuir poco a poco
la esbelta figura del posadero que los contemplaba en silencio. En la plata de sus
cabellos brillaba el sol. Syme recordaba las palabras del Coronel; pensaba supersticiosamente
que quizás aquel era el último hombre honrado con quien se había encontrado en
este mundo.
Aún contemplaba aquella
figura evanescente, que ya parecía una mancha gris coronada por un toque de
plata sobre el verde muro de la ladera, cuando, sobre la colina y detrás del posadero,
vio aparecer un ejército de hombres vestidos de negro. Parecían suspendidos sobre
la cabeza de aquel hombre honrado y sobre su casa como una nube negra de langostas.
¡A tiempo habían ensillado los caballos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario