EUGENIO d’ORS, NODO
DE TRADICIÓN ESTÉTICA Y DEBATE CONTEMPORÁNEO
Por Antonio González
SEGUNDA ENTREGA
CÉZANNE
Uno de los primeros descubrimientos
realizados por d'Ors en Cézanne (1921), su primer libro propiamente
estético, es que desde fines del siglo XIX sólo caben aprendices o histriones,
debido al problema de la oftalmia contemporánea, que inhabilita para ver como
los clásicos, con mirada lúdica. Esta oftalmia es como un espasmo
acomodaticio -dolencia consistente en la contractura de los músculos
que acomodan el cristalino para enfocar, que se agarrotan
después de fijar la vista durante mucho tiempo seguido-. Como en el caso del
espasmo acomodaticio, el mundo moderno se ha dedicado en exceso a la
abstracción, y fruto de ello se ha producido la oftalmia trascendental, que le
impide enfocar, ver bien. Si este problema de la visión subyace a la obra del
pintor provenzal Paul Cézanne (1839-1906) y al estudio que de él traza d'Ors,
el método seguido por éste consistirá en buscar la verdadera imagen del pintor
al ir mostrando las visiones borrosas que de él se tienen. Al igual que el
valor del pintor, su ángel, consiste en hacerse un aprendiz, d'Ors
se hace también aprendiz y ensaya las diversas visiones hasta dar con la
auténtica imagen de Cézanne. D'Ors hace de su libro una aplicación a la
práctica de lo que el libro predica. Mi tesis es que el verdadero propósito de
d'Ors no es tanto hablar de Cézanne, sino ejemplificar con el pintor, y con el
propio libro, el camino para salir de la oftalmía trascendental.
Por otra parte, en Cézanne se
expone el gran problema que aqueja al pintor y a todo el mundo moderno, un mal
del alma: la falta de visión y la impotencia para actuar, que caracterizan a
las épocas barrocas. Este es el verdadero interés, a mi modo de ver, que guía a
d'Ors en este libro. El concepto de barroco, clave en la filosofía orsiana,
había aparecido anteriormente, pero es aquí donde se articula de modo amplio
por primera vez. Otro de sus descubrimientos de d'Ors en Cézanne consiste
en la búsqueda del ángel del pintor, ya que la visión correcta
de Cézanne consiste en verle en su ángel. Una vez más, a d'Ors le
interesa más que ver bien a Cézanne, aprender a ver bien, a ver el ángel.
El ángel de Cézanne
está, según d'Ors, en su vuelta al orden, a la jerarquía, al clasicismo, por
medio de una Cuaresma que sigue al Carnaval impresionista,
y que rehabilita los valores de construcción frente a los valores líricos de lo
barroco. Anticipa aquí d'Ors la que será tesis central de Tres horas en
el Museo del Prado. Cézanne enseña con el esfuerzo de la mano, ya que la
vista está enferma, la vuelta a esos valores clásicos. Y eso se enseña
aprendiéndolo. Es lo mismo que hace el propio d'Ors al escribir Cézanne.
Así, lo importante del libro no está tanto en lo que dice sino en decirlo.
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