AUTÓGRAFOS OLVIDADOS DE CÉSAR VALLEJO
TÁMESIS
/ PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ / 2003
EDICIÓN FACSIMILAR DE 52 MANUSCRITOS AL CUIDADO DE
JUAN FLÓ Y STEPHEN M. HART CON ESTUDIO PRELIMINAR DE JUAN FLÓ Y NOTAS DE
STEPHEN M. HART
VIGESIMOSEXTA ENTREGA
STEPHEN
M. HART / ALGUNOS APUNTES SOBRE LOS AUTÓGRAFOS DE POEMAS HUMANOS Y ESPAÑA,
APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ (2)
Poemas
humanos (10)
‘Alfonso, estás
mirándome, lo veo…’ (9 de octubre, 1937) (13-14)
Este poema, según Andre
Coyné, ‘no cuenta entre los mejores del libro, pero sirve para precisar una
actitud fundamental, menos frente a la muerte en general, que frente a un
muerto conocido, el cual no está evocado en el recuerdo que de él puede
conservar el poeta, sino que es objeto de un conocimiento actual cuando los
elementos del pasado se reproducen de pronto en el presente, en el “ahora” permanente
de Vallejo: el muerto sigue existiendo, y su silencio, de cual ya no le es dado
escapar, constituye la única prueba de su muerte’. (60) El ‘muerto conocido’ es
Alfonso de Silva, muy buen amigo de Vallejo. Según Ricardo González Vigil: ‘La
amistad más importante que le obsequió París en 1923, fue la del músico
-inteligente y afectuoso, de un modo que lo tornaba comparable a los recordados
Orrego y Valdelomar- Alfonso de Siva, a quien conoció el 28 de julio de 1923 en
la Legación Peruana. (61) Se hicieron buenos amigos y, según señala González
Vigil, Vallejo ‘solía encontrarse con Alfonso en un restaurante donde éste
tocaba el violín, recibiendo propinas que apenas alcanzaban para que ambos
consumieran aperitivos que agotaban con monedas. Entonces, César exclamaba
memorablemente: “¡Qué suerte nuestra! ¡Tener para abrir el apetito y no para
cerrarlo!”. La elegía vallejiana se escribió unos seis meses después de la
muerte de Silva; ‘Silva regresó a Lima por entonces, pero volvió a París a
fines de 1924, residiendo allí hasta 1930, año en que retornó a Lima, donde
falleció el 27 de mayo de 1937. (62) En efecto, el autógrafo es muy valioso
porque revela cómo Vallejo siempre se esfuerza por darle a su poesía un sentido
más universal. (63) Por lo general, la poesía vallejiana se inicia con la
descripción de una situación cotidiana que posteriormente -por consiguiente de
varias revisiones- termina por proyectarse contra un trasfondo cósmico. La
técnica que se emplea para lograr este efecto lírico consiste, después de
creada la primera versión, en eliminar aquellas imágenes con un sentido
demasiado obvio para sustituirlas por otras que tengan una connotación más
ambigua o más metafísica. (64) En este poema precisamente, se trata de un
contexto muy cotidiano -brindarle una copa de vino en un bar de París a Alfonso
de Silva, un amigo recientemente fallecido- que luego se convierte en una
ceremonia que recuerda a la Última Cena. Veamos los cambios efectuados por
Vallejo con respecto al estado original del manuscrito.
Como tantas veces
ocurría, este autógrafo autógrafo se iniciaba con una salida en falso. Así el
borrador original del primer verso decía: ‘Del color, toma…’ (V1, v. 1) que
luego se borró. Ahora el poema se inicia de verdad: ‘Alfonso, estás mirándome…’
(V1 rev., v. 1). Aparte de esto, los cambios en la primera estrofa son mínimos.
El verso ‘Esa noche doriste…’ (V3, v. 4; Silva-Santisteban, III, 193) antes
decía: ‘Esa noche lloraste…’ (V1, v. 4). El acto de composición del poema era
para Vallejo un ensayo verbal; a veces el poeta sustituía una palabra por otra
nueva, para luego en la versión definitiva optar por el vocablo original. Tal
es el caso del v. 9. Antes decía ‘tu último acto’ (V1, v. 9), luego se
convirtió en ‘tu acto postrero’ (V1 rev., v. 9), corrección que se conservó
hasta la versión dactilográfica (V2, v. 9; Silva-Santisteban, III, 192), donde
se sometió a un cambio más, en efecto completando el círculo: ‘tu último acto’
(V3, v. 9). Un ejemplo muy claro de este proceso de transformación metafísica lo
encontramos en la segunda estrofa. En la versión original había una referencia
sencilla al abrigo donde Vallejo escondía el vino y la leche que había
comprado: ‘compro du pan, du lait, comptant les sous, / bajo mi abrigo, el
verde…’ (V1, vv. 13-14). Según el autógrafo demuestra, Vallejo en un principio
quiso continuar el hilo del argumento poético al usar una expresión en que está
implícita la trascendencia de tal acción: ‘y bajo / la autoridad…’ (V1, vv.
14-15). Luego, evidentemente, cambió de idea, y tachó la referencia a esa
supuesta ‘autoridad’, para reemplazarla por esa una nueva idea, la del alma. Es
difícil descifrar exactamente este segmento del manuscrito pero parece que en
un determinado estado del manuscrito había optado por una expresión tal como ‘y
bajo la venda de mi alma’ (V1 rev., v. 14). Aunque el primer estado del
manuscrito es de lectura difícil, es innegable que Vallejo quiso insertar una
referencia al alma en ese verso donde lo cotidiano es la nota predominante.
Según la primera versión dactilográfica, la cual coincide con la primera versión
definitiva: ‘compro “du vin, du lair, comptant les sous” / bajo mi abrigo /
para que no me vea mi alma’ (V3, vv. 13-14).
El autógrafo es muy
valioso porque nos deja ver de cerca el acto creativo del yo poético. Vallejo
usa un contexto cotidiano para convertirlo en algo cósmico, universal. La misma
técnica es visible en la tercera estrofa donde Vallejo eliminó las referencias
a las canciones epecíficas que Alfonso de Silva tocaba. En el estado original
de manuscrito se leía: ‘En la “bôite de nuit” donde tocabas tangos / con tu
Beethoven bajo la autoridad de tu Beethoven’ (V6, vv. 22-23). El v. 23 se tachó
-no solamente por la referencialidad excesivamente concreta sino también, quizás,
debido a la repetición un poco inoportuna de Beethoven- (65) para ser
reemplazado por un verso cuyo origen se puede reconstruir de las notas escritas
en el margen derecho del poema, donde se lee, un poco más arriba, ‘tu indignada
criatura’. Según la versión dactilográfica de estos mismos versos: ‘En la “bôite
de nuit” donde tocabas tangos / tocando
tu indignada criatura tu corazón’ (V2, vv. 22-23). Los otros cambios efectuados
en el texto original nos llevan a la misma conclusión. La versión original del
poema en la última versión de la tercera estrofa, por ejemplo, mencionaba
específicamente el apellido del aludido en el poema (Silva): ‘un vaso para
alertarse / parece bien dormir y llorar por… Silva…’ (V1, vv. 39-40). Luego se
corrigió -efectivamente se suprimió la referencia al apellido- y, según leemos
en la versión dactilográfica: ‘un vaso para ponerse bien, como decíamos, / y
después, ya veremos lo que pasa…’ (V2, vv. 37-38). La última estrofa es un
ejemplo excelente de este proceso de simbolización paulatina. La primera versión
del autógrafo, por ejemplo, se iniciaba así: ‘Es el vaso brindis, diferente /
en vino tinto de vasos blancos que bebimos / más de una vez, abrazados al
cuerpo…’ (V1, vv. 41-43). Al revisar el manuscrito Vallejo eliminó todas las referencias
al contexto cotidiano, como, por ejemplo, ‘el vino tinto’, los ‘vasos blancos’
y ‘abrazados’, para producir unos versos menos limitados a un contexto
empírico: ‘Es éste el otro brindis, muy distinto / en vino mundo y vidrio al
que brindamos / más de una vez, al cuerpo…’(V1 rev., 41-43). Al mecanografiar
los versos, Vallejo los pulió aun más: ‘Es éste el otro brindis muy distinto, / muy diverso / en vino, en
mundo en vidrio, al que brindábamos / más de una vez, al cuerpo…’ (V2, vv.
39-42). Y finalmente, hizo algunas correcciones adicionales para crear la versión
definitiva: ‘Es éste el otro brindis, entre tres, / taciturno, diverso / en
vino, en mundo, en vidrio, al que brindábamos / más de una vez, al cuerpo…’
(V3, v. 40-43).
El proceso de revisión cuidadosa
también es visible en últimos dos versos del autógrafo que, según el estado
original del poema, decían así: ‘porque te quiero, y ambos a quererte / al oído,
al ojo, y al visto, al tacto, al Alfonso’ (V1, vv. 49-50). Luego, al revisar el
manuscrito, Vallejo empezó a eliminar las referencias a lo concreto: ‘porque te
quiero, dos a dos, Alfonso, / al ojo, y al visto, eternamente’ (V1 rev., vv.
49-50). Durante el proceso de transcripción, siguió eliminando aquellas imágenes
caracterizadas por una referencialidad cotidiana: ‘porque te quiero mucho
siempre y, dos a dos, Alfonso, / y casi lo podría decirlo (sic), eternamente’ (V2, vv. 48-49). Para llegar a la versión
definitiva, simplificó aun más el sentido metafísico de los versos en cuestión:
‘porque te quiero, dos a dos Alfonso, / y casi lo podría decir, eternamente’
(V3, vv. 49-50). El adverbio con que concluye el poema ejemplifica
magistralmente esta técnica muy vallejiana: el poema vuelve eterno el instante
cotidiano que dio origen al poema. Como hemos visto, Vallejo, al pulir sus
versos, poco a poco extrae las referencias al contexto cotidiano que
originalmente motivó la creación del poema, y las sustituye por unos nuevos
giros verbales que le confieren al poema un contexto más universal. Al eliminar
las referencias concretas y sustituirlas por una red de imágenes con
connotaciones metafísicas, Vallejo, en efecto, convierte a su poema en una
silueta que se destaca contra un trasfondo cósmico, universal, eterno.
Notas
(60) Coyné, César Vallejo y su obra poética (Lima:
Letras Peruanas, 1951), 194-195.
(61) César Vallejo, 82.
(62) Ricardo González
Vigil, César Vallejo, 83.
(63) Para una discusión
excelente de este poema, véase Luis Fernández Cifuentes, ‘César Vallejo: dos
poemas elegíacos’, Nueva Revista de
Filología Hispánica, 25 (1976), 373-87.
(64) Es una técnica que
recuerda mucho el estilo de los poetas metafísicos ingleses tales como John
Donne, en cuya obra un objetivo tan insignificante como una pulga puede sugerir
el infinito del amor.
(65) Vallejo respetaba
mucho a Beethoven, lo llamó una vez ‘el compositor más puro y más grande’; ‘La revolución
en la ópera de París’, Artículos y
Crónicas (1918-1939), 287-89 (288). Sin embargo el poeta peruano le daba importancia
a Beethoven no por su grandeza (a saber, Beethoven como gran figura de la
música universal) sino por el efecto muy concreto que su música tiene sobre el
público. Según puntualizó en su carnet de 1934: ‘Oyendo a Beethoven, una mujer
y un hombre lloran ante la grandeza de una música. Y yo les digo: si son
ustedes los que tienen en el corazón esta grandeza’ (Contra el secreto profesional, 90)
No hay comentarios:
Publicar un comentario