30/3/14

HUGO GIOVANETTI VIOLA
                                                                                         

CARTA ABIERTA A IGNACIO GIOVANETTI
                    

(EXPLICACIÓN DE TU AMOR)


Querido Nacho: 


necesito hacer pública esta carta porque el sábado 5 de abril me tienen que extraer un nódulo que me ha torcido peligrosamente la tráquea, y en las operaciones de riñón y tiroides que me realizaron en febrero y diciembre de 2013 se me desencadenaron dos reacciones alérgicas casi mortales.


Esta vez también tengo posibilidades de sobrevivir, pero me es imprescindible, por las dudas, dejar constancia de que tu actuación en el Festival de Liechtenstein me provocó la mayor gratificación artística que recibí en la vida.


Hace exactamente un año que viniste de Viena un par de semanas y me contaste que Álvaro Pierri te había propuesto que arreglaras Fuga y misterio de Piazzolla para presentarla en Liechtenstein.


Y estabas asustadísimo, porque el festival es de primer nivel internacional y te quedaban apenas tres meses para hacer semejante arreglo y ensayarlo con un cuarteto.


El propio Álvaro sugirió que fusionaras eventualmente el dúo tanguero que compartís ya hace años con el colombiano Julián Torres y la sección instrumental de tu grupo multimediático Garufa, integrada por el contrabajista uruguayo Felipe Medina y el violinista venezolano Alejandro Loguercio.


Y también te planteó la posibilidad de agregar cuatro o cinco temas más, a tu elección,  cosa que en ese momento considerabas muy poco posible.


Y justamente en julio, el mes de Maracaná, me escribiste que acababan de participar en el festival tocando más de una docena de temas y que nunca habías soñado que algún día podrías tener una comunicación tan grande con la gente.


Dijiste que Pierri había quedado muy contento, además, y que en cualquier momento iban a empezar a subir clips de la actuación a youtube.


Y a esa altura el que estaba asustadísimo era yo, porque literalmente nunca, desde que diste tu primer concierto de música clásica a los 14 años (y ya cruzaste los 30) tuve la sensación de que te sintieses conforme con lo que elegiste hacer y ser.



FILUM



Mi abuelo paterno tocaba el violín en el cine mudo (y mi tío-abuelo en la sinfónica del SODRE cuando los presupuestos estatales permitían que la cultura oficial fuera accesible a su pueblo y digna de él) y mi padre fue un maestro plástico integrante del Taller Torres-García que un año antes de viajar a la Más Dimensión pintó un templo con un cielo tan gótico que finalmente me di cuenta que siempre habitó en una especie de abismalidad silvestre de la pureza.


Cuando tenías 8 o 9 años me pediste que te acompañara a tocar Blue moon frente a tus compañeros de la escuela y mientras volvíamos a casa me confesaste que te habían temblado las rodillas durante toda la canción.


Lo que quiere decir que ya en ese momento el desafío de peinarle el alma al prójimo era cosa de vida o muerte para vos.


Entre los 14 y los 20 años enloqueciste a tu adorada maestra integral y madrina de comunión Olga Pierri (el padrino fue Ulises Ferretti) porque ganabas todos los concursos y tocabas olímpicamente en la televisión y en el Litoral argentino pero nunca tuviste necesidad de estudiar (Álvaro había hecho lo mismo a la misma edad aunque al final se resignó a aceptar que su misión esencial radicaba en estrellar el lenguaje musical de las minorías) y una noche sentí un touch de embroncadísima inspiración y llamé por teléfono a Viena al mejor guitarrista clásico de la historia para preguntarle si tenías chance de trabajar allá con él y en pocos meses preparaste la prueba de ingreso a la Universidad y marchaste a la guerra.


Al principio tuviste que repechar la intemperie total sin ningún tipo de beca, laburando en negro (la tramitación del pasaporte italiano que gestionamos antes de que te fueras demoró dos años) y apenas aliviado con esporádicas ayudas económicas que te fueron llegando desde distintas zonas familiares.


Y fue muy bueno que aprendieras a resolver las peores asfixias sin necesitar nada de nadie, porque ese estado espiritual es el que nos activa las reservas constitutivas de heroicidad que nos permitirán concretar nuestra aptitud potencial.


No existe otra manera.


Y en esos primeros años asomó el filum (o acueducto conductor de honestidad inquebrantable) que heredaste de tus antepasados y tus maestros y te empezaste a embarcar apasionadamente en la interpretación del tango de estirpe grelera, hasta que un día me confesaste por teléfono que sentías que la guitarra clásica no era lo tuyo y que lo único que te importaba era tocar para la gente en circuitos culturales no encasillados por las rutinas del establishment decimonónico.


Vale decir: a mitad de carrera en la universidad de Viena, descubriste que tu forma de consagrar la belleza y transformar cada acto estético en una iluminatio te implicaba acoplar un aprendizaje paralelo (clandestino, matrero) que empezaste a obtener bajando de oído y fijando en partituras un disco entero del gran Ciro Pérez, a quien recién localizaste personalmente en San Luis durante tu primer viaje al Uruguay. Entonces el legendario acompañante de Grela y Zitarrosa te abrió las puertas de su corazón y unos meses después pudiste trabajar un tiempito con él en Córcega, lo que te afirmó en la proyección del dúo que formaron con el colombiano Julián Torres.



FE



El título de Magister en guitarra (que en la capital mundial de la música y con un programa diseñado por Álvaro Pierri te exigió rendir una prueba final que incluyó dos jornadas concertísticas donde sobresalía el estreno de una laberíntica suite de Bach para laúd que transcribieron a medias con tu maestro) lo obtuviste en marzo de 2011.


En el chat donde me avisaste que acababas de diplomarte me comentaste (para variar) que habías tocado horrible.


Y lo cierto es que habías vacilado cerca de dos años en clavar el garrochazo de la profesionalización universitaria, lo que seguramente debe haber generado desesperanzadísimos pronósticos tontovideanos acerca de tu futuro musical.


Pero yo sabía desde chiquito que son precisamente esas mormoraciones las que nos aseguran que vamos por buen camino.


Cuando nos mudamos a Punta Gorda escuchaba a los vecinos reírse de los hombrecitos cuadrados que dibujaba mi padre en el Taller Torres-García, y cuando me tocó salir al ruedo con mis libros (que ya son más de 30) supe enseguida que si tenés verdadera fe en lo que hacés, esta culturita con cielorraso va a tratar de ignorarte con fervor criminal.


Creo que en ese sentido tanto José Gervasio Artigas como Julio Herrera y Reissig (que siguen siendo traicionados y ninguneados por esta ciudad sucia y especializada en el ocultamiento de la esencialidad de los generadores de mitos con prospectiva cósmica) pueden ser considerados como los principales mártires de nuestra hipocresía.


En 1934, sin embargo, Federico García Lorca leyó un soneto dedicado al que consideraba uno de sus máximos maestros frente a su supuesta tumba, porque ni siquiera sabemos con exactitud dónde está enterrado el imperator Julio.


Y el primer Papa americano, a la hora de definirse geopolíticamente, declara con orgullo que se considera bolivariano y artiguista.


Pero a los habitantes de este tristísimo y logiero reino del asadito el verdadero amor (el que implica dar la vida incondicionalmente) va a seguir molestándoles durante mucho tiempo.



PROFECÍA



Durante tu segundo viaje vacacional (que hiciste en 2007 junto a la violinista búlgara Aya Georgieva, integrante de la Juvenil Mahler que llegó a ser dirigida por Abbado y Rostropovich) participaste en Belleza Uruguaya 2, un memorable espectáculo multidimediático que organizamos con elMontevideano Laboratorio de Artes en el Museo Torres-García, tocando algunas piezas de la Historia del tango de Piazzolla. Y en el Hotel Argentino de Piriápolis hicieron dos funciones con el todavía incompleto grupo Garufa, que en ese momento se parecía demasiado a Les luthiers pero que se inscribía corajudamente en la tendencia carnavalizadora que en Europa atrapó al mismísimo genio ruso Gidon Kremer, un sucesor (disidente) de Oistrakh capaz de sintonizar con eficiencia las exigencias del nuevo milenio.


Y al otro año acorralé compulsivamente a Álvaro Pierri mientras firmaba programas en el hall de la Vaz Ferreira para pedirle una especie de opinión definitiva sobre lo que podría pasar contigo y la profecía fue clarísima:


-Mirá, el guacho tuyo no va a ser guitarrista clásico pero toca el tango con una polenta que yo nunca voy a tener, porque no manejo la púa. Y si se las arregla para mezclar eso con lo que está aprendiendo en la Universidad, estoy seguro que le va a salir algo extraordinario y completamente nuevo.


Claro que en 2011 tuvo que ser él mismo el encargado de provocar el prodigio de Liechtenstein, demostrando que los verdaderos maestros jamás tienen celos de sus discípulos.



ESTRATEGIA



Ahora me falta analizar cuál fue el clic que hizo que terminaras de espiralar el proceso que te colocó de golpe en el centro de tus recursos (frase que usaba Pepe Artigas para definir el enclave sinaítico de Arerunguá donde craneó la Liga Federal, cobijó a los charrúas y usó como embudo-trampa aplastador de los porteños en la batalla de Guayabo) y lo que significa para nuestra proyección comunitaria continental.


Lo asombroso fue que recién esta semana (nueve meses después de la actuación de Liechtenstein) se me ocurrió buscar en youtube una versión de Fuga y misterio hecha por el propio Piazzolla con su grupo y no sólo me di cuenta que la tocás muchísimo mejor que él (que siempre tuvo más nivel como compositor que como intérprete) sino que tampoco la hubiesen podido hacer relampaguear así ni Álvaro Pierri ni Ciro Pérez. Porque la fulguración de impronta barroco-rockera y todopoderosamente purificadora que le sobreimprimiste a esa joya rioplatense sólo puede irradiarla un joven americano contraconquistador de la sequedad europea, para hablarlo en José Lezama Lima.


Y es allí donde radica la genialidad de la propuesta que te hizo tu maestro.


Álvaro Pierri sabe tanto como Olga Pierri que vos pertenecés a la generación del Obelisco (naciste en el 81) y que el verdadero redimensionamiento de la autosuicidada cultura uruguaya lo van a ir construyendo ustedes, los del nuevo eón.


Yo puedo publicar y difundir mundialmente esta carta, por ejemplo, porque con Álvaro Moure Clouzet venimos trabajando desde 2008 en un blog independiente que se entrelaza con la inamordazable cultura de redes que fue capaz de romper a cabezazos democratizantes el amurallamiento ya muy resquebrajado que nos impusieron tanto el consumismo salvaje como el anquilosamiento provinciano.


Y que ladren los que ladran.


Te puedo asegurar que la fuga de Piazzolla y el clásico criollo (El campesino de Ruben Hidalgo y Primo Antonio) que adjuntamos a este texto (sumados a los otros temas ya subidos a youtube) están recorriendo el planeta con la despeinadora gracia de vuelo celeste que nos regalaron los goles de Forlán en Sudáfrica, para citar un punto de inflexión decisivo en nuestra renovada inversión verticalizadora del mapa de Sudamérica que señalizó pioneramente (y sin el menor gramo de fantasiosidad utopista) Joaquín Torres-García.


Y aunque me sobran las ganas de sobrevivir a mi tercera operación, también puedo confesarte (como lo expresó el Darno después que le tocó ser telonero de Bob Dylan) que ahora sí siento que me puedo morir totalmente tranquilo.


Quién hubiese podido escribir para el pueblo, fue la dulce alabanza de despedida que le dedicó Juan Carlos Onetti a Alfredo Zitarrosa.



Y yo ahora siento lo mismo cada vez que compruebo que la guitarra de mi hijo hipnotiza y encanta a gente de cualquier formación y edad como quien multiplica panes y peces para que el mundo sepa que a la esperanza hay que repartirla aunque te cueste todo.

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