HUGO
GIOVANETTI VIOLA
CARTA
ABIERTA A IGNACIO GIOVANETTI
(EXPLICACIÓN
DE TU AMOR)
Querido Nacho:
necesito
hacer pública esta carta porque el sábado 5 de abril me tienen que extraer un
nódulo que me ha torcido peligrosamente la tráquea, y en las operaciones de
riñón y tiroides que me realizaron en febrero y diciembre de 2013 se me
desencadenaron dos reacciones alérgicas casi mortales.
Esta vez también tengo
posibilidades de sobrevivir, pero me es imprescindible, por las dudas, dejar
constancia de que tu actuación en el Festival de Liechtenstein me provocó la
mayor gratificación artística que recibí en la vida.
Hace exactamente un año
que viniste de Viena un par de semanas y me contaste que Álvaro Pierri te había
propuesto que arreglaras Fuga y misterio de
Piazzolla para presentarla en Liechtenstein.
Y estabas asustadísimo,
porque el festival es de primer nivel internacional y te quedaban apenas tres
meses para hacer semejante arreglo y ensayarlo con un cuarteto.
El propio Álvaro
sugirió que fusionaras eventualmente el dúo tanguero que compartís ya hace años
con el colombiano Julián Torres y la sección instrumental de tu grupo
multimediático Garufa, integrada por
el contrabajista uruguayo Felipe Medina y el violinista venezolano Alejandro Loguercio.
Y también te planteó la
posibilidad de agregar cuatro o cinco temas más, a tu elección, cosa que en ese momento considerabas muy poco
posible.
Y justamente en julio,
el mes de Maracaná, me escribiste que acababan de participar en el festival tocando
más de una docena de temas y que nunca habías soñado que algún día podrías
tener una comunicación tan grande con la gente.
Dijiste que Pierri
había quedado muy contento, además, y que en cualquier momento iban a empezar a
subir clips de la actuación a youtube.
Y a esa altura el que
estaba asustadísimo era yo, porque literalmente nunca, desde que diste tu primer concierto de música clásica a los
14 años (y ya cruzaste los 30) tuve la sensación de que te sintieses conforme
con lo que elegiste hacer y ser.
FILUM
Mi abuelo paterno
tocaba el violín en el cine mudo (y mi tío-abuelo en la sinfónica del SODRE
cuando los presupuestos estatales permitían que la cultura oficial fuera accesible a su pueblo y digna de él) y mi padre fue un maestro plástico integrante del
Taller Torres-García que un año antes de viajar a la Más Dimensión pintó un
templo con un cielo tan gótico que finalmente me di cuenta que siempre habitó en una especie de abismalidad silvestre de la pureza.
Cuando tenías 8 o 9
años me pediste que te acompañara a tocar Blue
moon frente a tus compañeros de la escuela y mientras volvíamos a casa me
confesaste que te habían temblado las rodillas durante toda la canción.
Lo que quiere decir que
ya en ese momento el desafío de peinarle
el alma al prójimo era cosa de vida o muerte para vos.
Entre los 14 y los 20
años enloqueciste a tu adorada maestra
integral y madrina de comunión Olga Pierri (el padrino fue Ulises Ferretti)
porque ganabas todos los concursos y tocabas olímpicamente en la televisión y
en el Litoral argentino pero nunca
tuviste necesidad de estudiar (Álvaro había hecho lo mismo a la misma edad
aunque al final se resignó a aceptar que su misión
esencial radicaba en estrellar el
lenguaje musical de las minorías) y una noche sentí un touch de embroncadísima inspiración y llamé por teléfono a Viena al
mejor guitarrista clásico de la historia para preguntarle si tenías chance de
trabajar allá con él y en pocos meses preparaste la prueba de ingreso a la
Universidad y marchaste a la guerra.
Al principio tuviste
que repechar la intemperie total sin ningún tipo de beca, laburando en negro (la
tramitación del pasaporte italiano que gestionamos antes de que te fueras demoró
dos años) y apenas aliviado con esporádicas ayudas económicas que te fueron
llegando desde distintas zonas familiares.
Y fue muy bueno que
aprendieras a resolver las peores asfixias sin necesitar nada de nadie, porque ese estado espiritual es el que nos
activa las reservas constitutivas de heroicidad que nos permitirán concretar nuestra aptitud potencial.
No existe otra manera.
Y en esos primeros años
asomó el filum (o acueducto conductor
de honestidad inquebrantable) que
heredaste de tus antepasados y tus maestros y te empezaste a embarcar
apasionadamente en la interpretación del tango de estirpe grelera, hasta que un
día me confesaste por teléfono que sentías que la guitarra clásica no era lo tuyo y que lo único que te
importaba era tocar para la gente en circuitos
culturales no encasillados por las rutinas del establishment decimonónico.
Vale decir: a mitad de
carrera en la universidad de Viena, descubriste que tu forma de consagrar la belleza y transformar cada
acto estético en una iluminatio te
implicaba acoplar un aprendizaje paralelo (clandestino, matrero) que empezaste
a obtener bajando de oído y fijando en partituras un disco entero del gran Ciro
Pérez, a quien recién localizaste personalmente en San Luis durante tu primer
viaje al Uruguay. Entonces el legendario acompañante de Grela y Zitarrosa te
abrió las puertas de su corazón y unos meses después pudiste trabajar un
tiempito con él en Córcega, lo que te afirmó en la proyección del dúo que
formaron con el colombiano Julián Torres.
FE
El título de Magister
en guitarra (que en la capital mundial de la música y con un programa diseñado por
Álvaro Pierri te exigió rendir una prueba final que incluyó dos jornadas
concertísticas donde sobresalía el estreno de una laberíntica suite de Bach
para laúd que transcribieron a medias con tu maestro) lo obtuviste en marzo de
2011.
En el chat donde me
avisaste que acababas de diplomarte me comentaste (para variar) que habías
tocado horrible.
Y lo cierto es que
habías vacilado cerca de dos años en clavar el garrochazo de la profesionalización
universitaria, lo que seguramente debe haber generado desesperanzadísimos pronósticos
tontovideanos acerca de tu futuro musical.
Pero yo sabía desde chiquito
que son precisamente esas mormoraciones las
que nos aseguran que vamos por buen camino.
Cuando nos mudamos a
Punta Gorda escuchaba a los vecinos reírse de los hombrecitos cuadrados que
dibujaba mi padre en el Taller Torres-García, y cuando me tocó salir al ruedo
con mis libros (que ya son más de 30) supe enseguida que si tenés verdadera fe en lo que hacés, esta culturita con
cielorraso va a tratar de ignorarte con fervor criminal.
Creo que en ese sentido
tanto José Gervasio Artigas como Julio Herrera y Reissig (que siguen siendo traicionados y ninguneados por
esta ciudad sucia y especializada en el ocultamiento de la esencialidad de los
generadores de mitos con prospectiva cósmica) pueden ser considerados como
los principales mártires de nuestra
hipocresía.
En 1934, sin embargo,
Federico García Lorca leyó un soneto dedicado al que consideraba uno de sus
máximos maestros frente a su supuesta tumba, porque ni siquiera sabemos con
exactitud dónde está enterrado el imperator
Julio.
Y el primer Papa
americano, a la hora de definirse geopolíticamente, declara con orgullo que se
considera bolivariano y artiguista.
Pero a los habitantes
de este tristísimo y logiero reino del
asadito el verdadero amor (el que
implica dar la vida incondicionalmente)
va a seguir molestándoles durante mucho tiempo.
PROFECÍA
Durante tu segundo
viaje vacacional (que hiciste en 2007 junto a la violinista búlgara Aya
Georgieva, integrante de la Juvenil Mahler que llegó a ser dirigida por Abbado
y Rostropovich) participaste en Belleza
Uruguaya 2, un memorable espectáculo multidimediático que organizamos con
elMontevideano Laboratorio de Artes en el Museo Torres-García, tocando algunas
piezas de la Historia del tango de
Piazzolla. Y en el Hotel Argentino de Piriápolis hicieron dos funciones con el
todavía incompleto grupo Garufa, que
en ese momento se parecía demasiado a Les
luthiers pero que se inscribía corajudamente en la tendencia
carnavalizadora que en Europa atrapó al mismísimo genio ruso Gidon Kremer, un
sucesor (disidente) de Oistrakh capaz de sintonizar
con eficiencia las exigencias del nuevo milenio.
Y al otro año acorralé
compulsivamente a Álvaro Pierri mientras firmaba programas en el hall de la Vaz
Ferreira para pedirle una especie de opinión
definitiva sobre lo que podría pasar contigo y la profecía fue clarísima:
-Mirá, el guacho tuyo
no va a ser guitarrista clásico pero toca el tango con una polenta que yo nunca
voy a tener, porque no manejo la púa. Y si se las arregla para mezclar eso con
lo que está aprendiendo en la Universidad, estoy seguro que le va a salir algo
extraordinario y completamente nuevo.
Claro que en 2011 tuvo
que ser él mismo el encargado de provocar
el prodigio de Liechtenstein,
demostrando que los verdaderos maestros jamás tienen celos de sus discípulos.
ESTRATEGIA
Ahora me falta analizar
cuál fue el clic que hizo que
terminaras de espiralar el proceso que te colocó de golpe en el centro de tus recursos (frase que usaba Pepe
Artigas para definir el enclave sinaítico de Arerunguá donde craneó la Liga
Federal, cobijó a los charrúas y usó como embudo-trampa aplastador de los
porteños en la batalla de Guayabo) y lo que significa para nuestra proyección comunitaria
continental.
Lo asombroso fue que
recién esta semana (nueve meses después de la actuación de Liechtenstein) se me ocurrió buscar en youtube una versión de Fuga y misterio hecha por el propio
Piazzolla con su grupo y no sólo me di cuenta que la tocás muchísimo mejor que
él (que siempre tuvo más nivel como compositor que como intérprete) sino que
tampoco la hubiesen podido hacer relampaguear así ni Álvaro Pierri ni Ciro
Pérez. Porque la fulguración de impronta barroco-rockera
y todopoderosamente purificadora
que le sobreimprimiste a esa joya rioplatense sólo puede irradiarla un joven americano contraconquistador de la sequedad europea, para hablarlo en José Lezama Lima.
Y es allí donde radica
la genialidad de la propuesta que te
hizo tu maestro.
Álvaro Pierri sabe
tanto como Olga Pierri que vos pertenecés a la generación del Obelisco (naciste
en el 81) y que el verdadero redimensionamiento de la autosuicidada cultura uruguaya
lo van a ir construyendo ustedes, los del nuevo eón.
Yo puedo publicar y
difundir mundialmente esta carta, por ejemplo, porque con Álvaro Moure Clouzet
venimos trabajando desde 2008 en un blog independiente que se entrelaza con la inamordazable cultura de redes que fue
capaz de romper a cabezazos democratizantes el amurallamiento ya muy
resquebrajado que nos impusieron tanto el consumismo salvaje como el
anquilosamiento provinciano.
Y que ladren los que
ladran.
Te puedo asegurar que
la fuga de Piazzolla y el clásico criollo (El
campesino de Ruben Hidalgo y Primo Antonio) que adjuntamos a este texto
(sumados a los otros temas ya subidos a youtube) están recorriendo el planeta
con la despeinadora gracia de vuelo celeste
que nos regalaron los goles de Forlán en Sudáfrica, para citar un punto de inflexión
decisivo en nuestra renovada inversión verticalizadora
del mapa de Sudamérica que señalizó pioneramente (y sin el menor gramo de fantasiosidad utopista) Joaquín Torres-García.
Y aunque me sobran las
ganas de sobrevivir a mi tercera operación, también puedo confesarte (como lo
expresó el Darno después que le tocó ser telonero de Bob Dylan) que ahora sí
siento que me puedo morir totalmente tranquilo.
Quién
hubiese podido escribir para el pueblo, fue la dulce alabanza
de despedida que le dedicó Juan Carlos Onetti a Alfredo Zitarrosa.
Y yo ahora siento lo
mismo cada vez que compruebo que la guitarra de mi hijo hipnotiza y encanta a
gente de cualquier formación y edad como quien multiplica panes y peces para
que el mundo sepa que a la esperanza hay
que repartirla aunque te cueste todo.
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