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ALMA DEL CAMPO


PURA VOCACIÓN


por Alejandra Fuentes



(15 / 2 / 2011)




La escritora está cumpliendo 50 años en el mundo de las letras. Proviene de una familia de productores rurales:

Mi padre también fue carrero, y más tarde, con sus cinco hijos entre los cuales yo era la mayor, se dedicó a los hornos de ladrillo. Empecé a trabajar a los siete años, repartiendo leche en mi pueblo. Arranqué en ese tiempo y hasta ahora no he parado de hacer cosas. ¿Por qué me dicen Pocha? Yo tenía un tío que quería una sobrina, porque sobrino ya tenía. Cuando nací fui su locura. Él me contaron que decía: ‘mi Pochita, la Pochita’ y así me quedó.
                                                                                                                

Sin embargo, el origen de su sobrenombre es más complejo:


Yo escribo desde niña. Me sacaron de la escuela a los 10 años para que ayudara en casa y cuidara a mi hermanita que recién había nacido. Esto no era nada para asustarse porque era típico en las familias rurales del interior del país, que a veces sin ser extremadamente pobres, vivían en una ‘pobreza espiritual’. Yo recuerdo que mi padre no era tan pobre si se trataba de pesos, pero no tenía demasiadas ambiciones de crecer (…) Cuando yo tenía 15 años nos vinimos de Flores para San José, también al campo.


Se instalaron en la zona de Treinta y Tres al Sur, donde Alma estuvo sólo dos años, ya que en 1961 se casó y se instaló definitivamente en Libertad. Desde ese instante pensó que debía decirle adiós a su sueño de escritora, cuestionándose:


Si mi papá no me entiende ¿me va a entender mi marido?


Pero el destino la sorprendió y guardó para ella varias sorpresas, por suerte agradables. Alma tiene dos hijas, Lourdes y Luz. Con ellas vino un bagaje de familiares y amigos que agradece.



SU PADRE



Por lo que percibimos en la charla, si hubo alguien que marcó notoriamente la vida de Alma, sin duda fue su padre:


Ellos se iban a trabajar y yo aprovechaba para -entre quehacer y quehacer- agarrar un papel de estraza o un diario. Arriba del fogón, mientras pelaba verduras creaba Yo escribía pero él se opuso desde el primer momento. Entonces, escribía a escondidas.


En cambio, su madre la apoyaba y compartía su gusto por la literatura:


A ella le gustaba escribir, pero una de sus hermanas le quemaba las cosas. Entonces, cuando llegué yo y vio que tenía la misma inquietud, quiso cumplir su sueño en mí.


Sus trabajos lo mostraba a su abuelo paterno, Bernardo Rodríguez


Él era analfabeto pero hacía coplas, coplas preciosas. Y, a escondidas de su hijo (el padre de Alma) me preguntaba qué tenía de nuevo, nos escondíamos y yo le leía lo que había escrito. Hasta que un día se enamoró de un poema que yo había escrito sobre el invierno. Se lo dediqué por su maldad y perversión al castigar tanto a los pobres, a los árboles dejarlos desnudos, y a los pajaritos quitarles el cobijo. Mi abuelo me lo pidió y se llevó mi poema a mi pueblo de Flores. Allí lo dio a conocer a otras personas hasta que llegó a manos de la profesora de Música del Liceo, que se interesó por lo original, e hizo con él una representación (…) Todo el pueblo se enteró que era un poema mío y estaba contento… ¡menos mi tía!


En su juventud decidió romper cadenas y mostrar lo que hacía sin importarle la aceptación o aprobación de su padre:


Pensaba que no podía seguir así, que debían entender que el escribir era algo más fuerte que yo. Que incluso me llevaba a desobedecerlo, aunque le tenía un respeto profundo. Además, yo sabía que no estaba haciendo nada malo.


Fue así que empezó a escribir una novela en un cuaderno, que escondía debajo de su colchón.


Un día mi hermana chica lo descubrió y armó un alboroto tremendo en casa.


A los 23 años de edad, ya casada, tenía en su haber varios trabajos escritos, ente otros, dos novelas: Perdonar es divino (publicada por periódico Aquí Está en capítulos, año 1962) y la segunda, titulada El gaucho de los caminos (1963, Aquí Está).


Impulsada por su esposo Alma habló con su padre y le explicó su pasión por la escritura:


Y no sólo me entendió, sino que fue quien llevó la novela al periódico y me trajo la noticia de que la iban a publicar. Resultó ser después el más orgulloso… cosa de locos (...) Me mandaron a preguntar del periódico si quería que fuera con mi nombre o con seudónimo y opté por lo último. Pensé en todos los que no me apoyaron y entendí que sería mejor un seudónimo, por consideración. Elegí algo que me describiera, ya que soy un alma del campo, nada más que eso.



LA VIDA, NO EL AMOR



Su tema de inspiración nunca fue el amor, sino la vida. Su historia la marcó así:


Me interesaban las situaciones  de vida ¿Qué podía escribir yo que no fuera de la pobreza, el paisaje, las costumbres…? Temas que hoy siguen siendo mi fuerte.


Sus inicios fueron en narrativa y además, poseía algunas poesías que iba guardando en su memoria para después (con tiempo), desarrollarlas en papel:


Me basaba en la memoria y las iba armando de a poco pero con facilidad.


En cambio las ideas que surgían para cada novela, las iban plasmando enseguida:


…me despertaba en la noche y anotaba, porque si no, al otro día desaparecía. Eso hacen a mi entender los poetas por inspiración.



HOMENAJES



Aunque los tiene, Alma prefiere no hablar de premios. Sí hubo una distinción que la conmovió en demasía, por el año 2007 en Canadá:


En 1998 un grupo de mujeres que integraban el Centro de Escritoras de Arequipa (Perú) proyectaron hacer un congreso donde sólo tuviera la palabra la Mujer. Que allí presentará su problemática y reivindicara los derechos de la mujer, sin ser feminista. Me invitaron a participar y además me mandaron una carta donde decía que me nombraban coordinadora para Uruguay. Asistí y el día de la clausura se propuso la idea de continuar organizándolo en distintos países.


Después se hizo en Chile, Uruguay (en el 2000), Argentina, Puerto Rico, México, España, y en ese marco, se hizo un homenaje a las representantes de habla Hispana en Canadá, al que Alma no pudo asistir:


Fue una distinción que a mí me sacudió. Otro reconocimiento que me impactó llegó en un momento muy feo, en los días del atentado a las torres, que fue la nominación para una medalla de oro en Estados Unidos en reconocimiento a mi trabajo cultural a favor de la literatura. Y también por el aporte que hago a los jóvenes. Me encanta ayudar a todos, pero por sobre todas las cosas, me interesa fomentar en los jóvenes los intereses literarios que encuentro… Regarle esa semillita brotada para que un día dé frutos… porque no hay cosa más fea o destructora que decirle ‘eso es horrible, dedicate a otra cosa’.



RAÚL



Su casa es de puertas abiertas al visitante, y así las dejó mientras duró la entrevista. En la puerta, su gata Adelpha escuchaba nuestra conversación y más alejado Luther, el perro de su hija. Fue así que en plena charla, la poetisa nos sorprendió con un ¡adiós Raúl!, y conocimos entonces a unos de sus tantos amores, un sobrino del corazón. Mantuvieron una breve charla. Él volvió de España para pasar unas vacaciones en su país. Sin preámbulos deja en las manos de su tía un regalo.


Uyyy, Campos de Castilla de Machado… muchas gracias, este sí que no lo tenía pero me encanta porque lo conozco. Gracias, mijo, dice Alma.



AUTODIDACTA



Dejó la escuela en cuarto año, pero siguió estudiando al ayudar a sus hermanos en los deberes. Aprendiendo a los tumbos; así señala que se “autoformó” en la “Universidad de la Vida”. Más tarde tuvo un referente, un maestro, Don Wenceslao Varela:


Cuando fui a mostrarle lo que escribía, él pensó que yo tenía estudios. Me hablaba de métrica y yo no sabía que era, tampoco lo que era escribir ‘de oído’. Es decir, era algo mágico que me nacía de adentro y salía bien. Él me dio todo el aliento que pudo y lo considero mi maestro: me señaló errores y destacó aciertos, algo que yo necesitaba y mucho.



Pese a sus ‘nanas’ quiso acompañarnos hasta la puerta de calle. La charla siguió hasta el último instante cuando, con un abrazo apretado, nos despidió.  Se quedó rodeada, ‘entreverada’ en la rueda de mate que hijos y amigos organizaban en la vereda. Por supuesto que entre ellos estaba Raúl, su sobrino querido. El que en cada vuelta al pago elige pasar unas horas con su tía.

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