EL TEATRO Y SU DOBLE
Traducción
de Enrique Alonso y Francisco Abelenda
QUINCUAGESIMOSEGUNDA
ENTREGA
7
EL TEATRO Y LA CRUELDAD (1)
Se ha perdido una idea
del teatro. Y mientras el teatro se limite a mostrarnos escenas íntimas de las
vidas de unos pocos fantoches, transformándolo al público en voyeur, no será raro que las mayorías se
aparten del teatro, y que el público común busque en el cine, en el music-hall
o en el circo satisfacciones violentas, de claras intenciones.
Las intrigas del teatro
psicológico que nació con Racine nos han desacostumbrado a esa acción inmediata
y violenta que debe tener el teatro. A su vez el cine, que nos asesina con
imágenes de segunda mano filtradas por una máquina, y que no puede alcanzar ya nuestra sensibilidad, nos
mantiene desde hace diez años en el embotamiento estéril, donde parecen
zozobrar todas nuestras facultades.
En el período angustioso
y catastrófico en que vivimos necesitamos urgentemente un teatro que no sea
superado por los acontecimientos, que tenga en nosotros un eco profundo, y que
domine la inestabilidad de la época.
Nuestra afición a los
espectáculos divertidos nos ha hecho olvidar la idea de un teatro serio que
trastorne todos nuestros preconceptos, que nos inspire con el magnetismo
ardiente de sus imágenes, y actúe en nosotros como una terapéutica espiritual
de imborrable efecto.
Todo cuanto actúa es una
crueldad. Con esta idea de una acción extrema llevada a sus últimos límites
debe renovarse el teatro.
Convencido de que el
público piensa ante todo con sus sentidos, y que es absurdo dirigirse
preferentemente a su entendimiento, como hace el teatro psicológico ordinario,
el Teatro de la Crueldad propone un espectáculo de masas; busca en la agitación
de masas tremendas, convulsionadas y lanzadas unas contra otras un poco de esa
poesía de las fiestas y las multitudes cuando en días hoy demasiado raros el
pueblo se vuelca en las calles.
El teatro debe darnos
todo cuanto pueda encontrarse en el amor, en el crimen, en la guerra o en la
locura si se quiere recobrar su necesidad.
El amor cotidiano, la
ambición personal, las agitaciones diarias, sólo tienen valor en relación con
esa especie de espantoso lirismo de los Mitos que han aceptado algunas
colectividades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario