JULIO
CÉSAR CASTRO (JUCECA)
LA
VUELTA DE DON VERÍDICO
CUADRAGESIMOCUARTA ENTREGA
“POR
ABOMBAU”
Hombre que no tenía
confianza en nada, aura que dice, Caralisa Brete, el casau con Gedentina
Dolora, que se conocieron en una kermese cuando él iba trepando al palo
enjabonado. Ya estaba por allá arriba, cuando mira pa abajo y la ve pasar a
ella corriendo una carrera de embolsados. Le encantó tanto, que por primera vez
se confió, se patinó de golpe por el palo y se enterró hasta los tobillos.
Cuando ella lo vio con la
boca llena de espuma creyó que estaba rabioso de pasión y lo acetó. Caralisa
Brete se la quería llevar pal rancho con bolsa y todo. Como ella le salió con
que antes se tenían que casar, él se la llevó derechito pa la Iglesia. Cuando
el cura la vio llegar a los saltos con la bolsa, les dijo que no podía casar
con envase. Recién entonces el otro la desembolsó. Cuando la vio desembolsada
le gustó más.
Después que los casaron
se la llevó pa las casas, y pa la nochecita se tiró hasta el boliche El
Resorte, a buscar fóforos. Como el boliche no tenía fóforos pa la venta, el
pardo Santiago se ofreció pa prestarle un farol.
Muy desconfiado el otro,
le contestó:
-Se le agradece, paisano,
pero no quiero nada emprestau porque después suelen ir a buscar las cosas
cuando la mujer está sola.
El pardo bajó medio vaso
de vino, y sin mirarlo siquiera, comentó:
-Se la van a robar por
abombau…
Caralisa Brete tenía la
mujer encerrada. Al rancho le había puesto dos trancas del lau de afuera, pa
que ella no saliera, y dos del lau de adentro, pa que naides entrara. Pa que la
mujer no pidiera pa salir, inventó lo de la lluvia.
Primero contrató a un
peoncito pa que le atendiera la bomba del agua, después puso una manguera que
iba desde la bomba al techo del rancho, y al rato empezó a caer agua arriba del
techo y la mujer comentó:
-Cosa linda la lluvia en
el techo.
A la semana seguía
cayendo agua y el hombre salía solo pa todos lados. Si la mujer le pedía que la
llevara, él le contestaba:
-¡Pero mujer, con la
lluvia que está cayendo mejor que no salgás, que yo ni demoro!
Al mes, el peoncito de la
bomba seguía meta manija y arriba del techo meta agua.
Otra noche el hombre cayó
por El Resorte a comprar fóforo, y como el boliche no tenía fóforo para la
venta, la Duvija le preguntó:
-¿Y la mujer, don
Caralisa, que no se ha visto?
-Allá está, en las casas,
como siempre, ¿por…?
-Decía nomás.
-La mujer es pa estar en
las casas y sanseacabó.
-Yo que usté, y desculpe,
de tanto en tanto la sacaba a ventilar un poco, tanto como pa que no se le
enllene de musgo y bichito e la humedá.
Caralisa Brete medio se
ofendió, y dijo que él sabía muy bien manejar mujeres y que la mujer no era pa
andar bolicheando y que encerrada a se iba a conservar mejor porque a veces los
aires vienen dañinos, dijo.
El pardo Santiago,
mientras bajaba medio vasito de tinto, comentó como pa entrecasa:
-Se la van a robar por
abombau.
Como no había fóforo pa
la venta, el hombre se quedó las horas discutiendo el asunto y tomando unas
cañas. Se fue de madrugada, medio mamau, y como era muy disconfiau, pa que no
le reventaran un higo en la nuca salió reculando.
Mamau y todo, cuando iba
llegando al rancho lo supo todo clarito. La manguera desenchufada, las trancas
por el suelo, la cartita arriba de la mesa: “Negrito querido, paró de llover”.
Firmaban la mujer y el peoncito de la bomba.
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