EL ARTE Y LA REVOLUCIÓN
(primera edición: Lima, 1973)
DECIMOSEXTA ENTREGA
DIME
CÓMO ESCRIBES Y TE DIRÉ QUÉ ESCRIBES
La técnica no se presta
mucho, como a la simple vista podría creerse, a falsificaciones ni a
simulaciones. La técnica, en política como en arte, denuncia mejor que todos
los programas y manifiestos la verdadera sensibilidad de un hombre. No hay
documento más fehaciente ni dato más auténtico de nuestra sensibilidad, como
nuestra propia técnica. El cisma original de la social-democracia rusa en
bolcheviques y mencheviques se produjo nada menos que por una discrepancia de
técnica revolucionaria. “Si no discrepamos sino en la técnica”, le argumentaban
los mencheviques a Lenin, en 1903, y este les respondía: “Sí. Pero, justamente,
la técnica es todo”.
Hay artistas que se
inscriben como superrealistas y quisieran practicar la estética de Breton, pero
su escultura, su dibujo o su literatura denuncia, por su clase de técnica
-complejo concurso de profundos factores personales y sociales- una
sensibilidad, pongamos por caso, impresionista o cubista o simplemete “pompier”.
Creen muchos que la
técnica es un refugio para el truco o para la simulación de una personalidad. A
mí me parece que, al contrario, ella pone siempre al desnudo lo que, en
realidad, somos y adónde vamos, aun contradiciéndose los propósitos postizos y
las externa y advenedizas cerebraciones con que quisiéramos vestirnos y
aparecer.
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