JUAN
DE MARSILIO / ENTREPÁGINAS
DE
OLVIDOS Y DESMEMORIAS
Con el paso de las
sucesivas generaciones, la mayor parte de la literatura que se escribe deja de
leerse. Siguiendo el criterio de la crítica e investigadora Prof. Graciela
Mántaras, puede afirmarse que esto ocurre a veces por olvido, esto es, mediando
juicios críticos que dictaminan, con peor o mejor fundamento, que la obra en
cuestión es olvidable, o por desmemoria, es decir, porque la obra es lisa y
llanamente desatendida. De tiempo en tiempo los olvidos son revisados (basta
que un escritor nuevo reconozca entre sus influencias a un autor que la crítica
hubiere desestimado). En cuanto a las desmemorias, la cosa es más difícil,
porque mucho depende de la casualidad: rastreando archivos en busca de otra
cosa se descubre una alusión, un poema, un cuento breve… y entonces la
investigación cambia su objetivo.
Los investigadores Javier costa y Héctor Gómez acaban de publicar, fruto de una de estas pesquisas, un libro* en el que reúnen poemas y correspondencia de una poeta que floreciera brevemente a fines de los ’20 y principios de los ’30: Edgarda Cadenazzi (1908 - 1991). Con un estilo de sugerente erotismo en el que se conjugan la estética futurista, el cubismo y fuertes convicciones izquierdistas, esta mujer produjo un puñado de textos que vale mucho la pena leer. Luego le llegaron serios problemas de salud mental, la retirada y la muerte de algunos compañeros de genenración que la valoraron (Juvenal Ortiz Saralegui, Juan Carlos Welker, Giselda Zani) y la desmemoria crítica de la Generación del ’45, coadyuvaron a que perdiéramos una poeta que fuera publicada en la revista “Amauta”, de Perú, dirigida ni más ni menos que por José Carlos Mariátegui.
Como invitación a más lectura, se trascriben dos poemas.
PIDIÉNDOLE
AL OLEAJE UN REFLEJO DE LONAS
Soy una isla que se está muriendo.
Mendiga, y sólo tengo el
beso de los cielos.
Pregúntale a los pájaros
si soñaron mi pecho o
rozaron mis días.
Mendiga y sólo tengo la
amargura del viento
y tú que eres el agua
que no pensó en Dios
y el sueño de la espuma
que no quiere morir
dame de la esperanza
que alumbra como un pan
y hazme los ojos suaves
para verlas llegar.
Mendiga y solo tengo la
piedad del oleaje.
JÚBILO
PERFECTO
Con la misma música
de los grandes párpados
y los mismos sueños
de los gajos grises,
retorna, otoño.
Días de delicados pétalos
lilas
caerán sobre mi soledad
y grandes alas de ceniza
y de cielo
se llevarán mi boca
con claridades de uva.
Glicinas infinitas
de tus maduras danzas
me harán serena
como avispa rezando.
Y mis brazos que son la
frescura.
Oh tú
serán crucifijo de lo que
se va.
A mi vida
que es su cítara
y el amor de su musgo
retorna, otoño
con tu gracia antigua
que es luz de las ánforas
y reflejos de los damascos.
* EL TOBOGÁN SOLITARIO, de Edgarda Cadenazzi (Edición: Javier Costa Puglione y Héctor Gómez Estramil). Ediciones Ilión, Montevideo, 2018. 152 págs.
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